Justicia con las trabajadoras domésticas

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EL AUTOR es comunicador y diplomático. Reside en Honduras.

        El calvario de las mujeres es un laberinto inacabable que se refleja tanto en el trabajo como en el hogar. El sexo femenino  está sometido a una doble jornada laboral que le impide a la gran mayoría poder siquiera reponer las energías cotidianas. 

Ese peso descomunal de injusticia que padecen las mujeres es más evidente entre las féminas de las clases medias, que regularmente tienen que asumir diferentes roles, soportando sobres sus hombros una injusta carga que en la mayoría de los casos  las liquida como entes productivos.

        Miles de mujeres salen a diario de sus trabajos, luego de cumplir con un horario que a veces supera las ocho horas. Pero su cruda realidad no termina ahí, pues al arribar al hogar tienen que asumir las labores de la casa (cocinar, limpiar, atender los niños, etc.), circunscribiendo el tiempo para el ocio, descanso  y la superación personal a prácticamente nada.

        De esa triste realidad que las  golpea  es que hace que muchas mujeres acudan  en busca de  una persona  que les realice los compromisos hogareños. Es entonces cuando aparece la trabajadora doméstica.

        Antes esa trabajadora doméstica era reclutada en las zonas rurales. Muchas mujeres sin recursos para contratar un servicio  acuden a una “primita”, “tía”, u otra “línea de consanguinidad” (a veces no son familiares, pero se hacen llamar familias) para poder mitigar la doble jornada que como espada de Damocles pende sobre ellas, reduciéndoles su vida útil.

        Sin embargo, las féminas que pueden disponer de  recursos van al mercado de trabajo y acuerdan los servicios de una trabajadora doméstica, la cual le facilita la vida. Estas empleadas domésticas  hacen una labor encomiable, pues en muchos casos fungen hasta como segundas madres, ante la ausencia la mayor parte del tiempo  de la jefa del hogar, que tiene que salir a trabajar   a buscar el sustento familiar.         

        De ahí que el papel jugado por la trabajadora doméstica haya sido  estelar en las familias que han requerido  de sus servicios.

        Por todo esto es que es de justicia el anuncio de la estatal,  Seguro Nacional de Salud (Senasa)  de iniciar a partir de este sábado una jornada de afiliación de 50 mil  trabajadoras domésticas y sus dependientes directos al régimen subsidiado de la Seguridad Social.

        Con esta medida se les garantiza a estas abnegadas mujeres, que regularmente son acosadas, maltratadas  y vilipendiadas  el derecho a la salud y a una mejor vida.

        Muy justa esta medida de las autoridades gubernamentales que reivindica a nuestras trabajadoras domésticas. Con esta inclusión de las mujeres del servicio a la Seguridad Social se humaniza un oficio que regularmente muchas familias  lo han  pagado  con el látigo de la ingratitud.             

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