Una moraleja médica

 

La historia se teje con el discurrir del día a día. Es el cotidiano acontecer de las  acciones de los hombres que hacen la historia de las naciones. Ésta no es más que una recopilación de los hechos que en la posteridad son simplemente contados  en los textos de historia, o en relatos en los que se le imprime a lo acontecido  un sentido útil  dinámico y pragmático, esta es la verdadera historia.

Es importante conocer la historia, porque para saber que somos hoy tenemos que saber lo que fuimos ayer, por eso se ha expresado que los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla.

Por allá, a mediado de la década de los 80s y a principio de los 90s, el hospital regional Jaime Mota de Barahona, que sería en aquel tiempo, un hospital de tercer nivel de la Red Médica Pública, carecía de los equipos básicos para el manejo de los pacientes. No se disponía de  electrocardiógrafo, rayos x, algunos estudios de laboratorios, y ni hablar del ultrasonido como medio diagnostico.

De modo que, como se dice en el argot popular,”el médico trabajaba a mano pelá.” Es decir, antes la imposibilidad de disponer de medios diagnósticos para evidenciar y sustentar diagnósticos, el médico tenía que ingeniársela en la práctica clínica, hacer galas de  conocimientos adquiridos para diagnosticar y tratar determinada enfermedad, lejos de los alcances tecnológicos.

Sucedía lo siguiente: cuando el médico general, se topaba con un caso que no podía manejar a la luz de sus conocimientos, llamaba al médico especializado de turno en el servicio de guardia médica, este le contestaba: ”a que voy a ir a esta hora de la noche al hospital si ahí no hay nada con que trabajar”. El especialista no iba y el enfermo corría por su suerte o por la predestinación.

Le explicábamos al colega:” mira, si te llaman de emergencia, debes ir, es tu compromiso y deber, porque si el paciente se complica o fallece, ocupará tu conciencia, y no se va a decir que fue por deficiencia hospitalaria o cosa parecida, se dirá, que el médico no lo asistió.

En el ejercicio de la Medicina, más allá de la gravedad del caso y de las dificultades de todas índoles que se puedan presentar, está la vida de un ser humano.

No tiene cabida, bajo ninguna de las circunstancias que se puedan presentar, la excusa de no prestar el servicio  de la medicina a un paciente en  estado de urgencia o emergencia. Es obligatorio hacerlo y debe ser oportuna y a tiempo. Antes de un desenlace fatal.

El primer paso es ver y examinar el paciente, cosa esta que se puede hacer en cualquier lugar: en la montaña, en el campo o en la ciudad. No importa donde se encuentre el paciente en ese momento, ni en las condiciones que esté, hay que abordarlo.

Usted no puede decidir la conducta a seguir con un paciente en estado de urgencia o emergencia, que no ha examinado. Examínalo primero. Que son muchas las cosas que se pueden hacer después que conoces el problema del paciente, y si las ejecutarlas desde  el primer momento, le puedes salvar la vida.

Es el caso de Claudio Caamaño.

En el pasado han sucedido hechos  similares y actualmente continúan. De modo pues, que de no aplicar los correctivos de lugar, en lo sucesivo, estaremos frente al trago amargo de repetir la historia.

dribatistaf@hotmail.com

jpm

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