En búsqueda de los valores perdidos
El desarrollo de la economía a nivel global ha traído innegables progresos a la humanidad. En las últimas décadas, el crecimiento económico, la expansión del comercio y el avance tecnológico han generado bienestar material y mayores oportunidades para amplios sectores de la población. Sin embargo, junto a estos logros se ha extendido una sombra inquietante: EL EGOÍSMO, LA AMBICIÓN DESMEDIDA Y EL ALEJAMIENTO DE LOS PRINCIPIOS ÉTICOS Y MORALES, fenómenos que erosionan el diálogo, la solidaridad, la disciplina y la responsabilidad social.
Muchos países transitaron, en un lapso sorprendentemente corto, de una vida rural —donde la familia compartía el tiempo, el trabajo y los afectos— a una vida urbana dominada por la prisa y la fragmentación. La comunicación interpersonal fue sustituida progresivamente por las redes sociales, el internet y la telefonía digital. Esta omnipresencia de la tecnología, reforzada hoy por el desarrollo acelerado de la inteligencia artificial, ha transformado radicalmente la forma de relacionarnos. Paradójicamente, en un mundo hiperconectado, el ser humano vive cada vez más aislado, distante de la familia y del prójimo.
El sociólogo Zygmunt Bauman advirtió que vivimos en una “modernidad líquida”, caracterizada por vínculos frágiles, relaciones efímeras y valores inestables, donde nada parece durar lo suficiente como para construir compromisos sólidos. En ese contexto, el individualismo y el afán de progreso material están conduciendo a una generación que, en muchos casos, pierde el respeto por sus padres, se cansa de sus hijos y termina alejándose incluso de sí misma.
Las consecuencias son visibles: aumento de los conflictos familiares que desembocan en violencia y muerte, proliferación del narcotráfico que destruye a la juventud, corrupción de funcionarios públicos que saquean los bienes del Estado, tráfico de órganos humanos, trata de personas, prostitución y una devastadora destrucción del medio ambiente y de los recursos naturales.
Todo esto causa un malestar social ,insegutidad y violencia entre la familia y entre los ciudadanos, en vez de traer tranquilidad, trae desarmonia. Vemos personas que estan llamados a proteger en bien publico l. en cambio lo aque hacen es destruirlo. Ya es tiempo de hagamos una refleccion y nos miremos a nosotros mismos y a nuestro alrededores. Hay que parar.
Estamos perdiendo el horizonte moral en un mundo globalizado donde, con frecuencia, “todo se vale” para obtener riquezas o visibilidad social. Abundan quienes utilizan los medios de comunicación y las plataformas digitales para difamar, chantajear o vender una imagen construida sobre lo obsceno y lo falso.
Proliferan impostores, estafadores y falsificadores que comercian con productos adulterados o con sueños vacíos, aprovechándose de la vulnerabilidad de la gente. Como advirtió Hannah Arendt, “cuando el sentido común se pierde, el mal puede volverse banal”, normalizándose prácticas que antes resultaban moralmente inaceptables.
Ante este panorama, la lucha contemporánea debe orientarse a establecer límites claros y responsables, especialmente en el acceso indiscriminado a la inteligencia artificial y a las tecnologías emergentes.
Proteger a los niños y jóvenes —futuro de la humanidad— se convierte en una prioridad ética impostergable. Un mundo sin reglas, sin valores compartidos y sin sentido de trascendencia se precipita hacia el abismo de una civilización en decadencia, con un final incierto.
Es urgente retomar aquello que históricamente nos unió: el amor y el respeto a los padres, el cuidado de los hijos, el temor a Dios como principio moral, una comunicación más humana, mayor solidaridad, respeto mutuo, trabajo digno y una lucha firme contra la delincuencia y la corrupción.
Necesitamos un Estado al servicio del bien común y no de intereses particulares. Como en el conocido efecto mariposa, lo que hagamos aquí puede tener consecuencias profundas en otras partes del mundo. Recuperar los valores no es un acto nostálgico, sino una necesidad vital para preservar la dignidad humana en tiempos de incertidumbre global.
of-am

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