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El puente que estuvo sobre el río Nigua en la antigua carretera Sánchez, principal puerta de entrada y salida de la población, permaneció bien vigilado y celosamente custodiado por una inquieta multitud entre la que sobresalían, o se encontraban, los individuos más arrojados y temerarios del pueblo.
Este lugar, fue herméticamente bloqueado en ambas direcciones por cualquier objeto o atrabanco que se encontrara en las cercanías y pudiera servir para estos fines, desde chasis, esqueletos y carrocerías vehiculares, troncos de árboles, grandes peñascos, hasta alambradas de púas, bastidores de camas, etc.
En los potreros de la hacienda Fundación, a orillas de la población (como Madre Vieja, Lavapiés, Bobó, Samangola y La Monagas), muchas tareas de pastos fueron incendiadas y sus postes y alambradas desprendidas y esparcidos en las vías. Los bomberos de Federiquín Guerra y de “Ciclón” Boissard, estuvieron en este segundo día de la protesta de uno a otro lugar, en constante ajetreo, tratando de evitar que el fuego causara peores consecuencias.
El tránsito continuo por las calles de la población del camión de los bomberos y su inapagable sirena para ir de un potrero a otro, contribuía con el estado de enervamiento de la ciudadanía.
Los servicios eléctricos y telefónicos dejaron de operar regularmente, trabajando solamente el servicio oficial sin hilos de comunicaciones.
Vino en esa mañana, un nuevo comandante de la dotación policial local, en la persona del capitán Isidoro de los Santos Brito, nativo también de esta población.
Aunque su antecesor estaba sustituido, pudo permanecer en S.C. prestando sus servicios. Dividiéndose entre los dos el cuido y salvaguarda de la ciudad. De manera tal, que Montás Rodríguez comandaba desde el cuartel policial principal hasta la salida hacia Baní y De los Santos desde este mismo Cuartel hasta la salida a Santo Domingo, resultando como línea de frontera toda la longitud de la avenida Constitución.
El capitán De los Santos Brito inmediatamente tomó posesión y entró en conocimiento de la situación, se trasladó en seguida a la principal barrera de obstáculos, la colocada sobre el río Nigua en la antígua carretera Sánchez, como antes le narré…
Trató, utilizando palabras persuasivas, de que se retirara la obstrucción, pero el joven Chiro Urbáez Ramírez, quien fungía de dirigente del conglomerado, se negó rotundamente a ello. El propio oficial, queriendo amedrentarle, hizo unos disparos al aire que pasaron muy cerca de Urbáez. Esto exacerbó aún más los ánimos de la ya nerviosa muchedumbre presente, haciendo que la policía se retirara, quizás para pedir instrucciones o solicitar refuerzos.
HOMBRES RANA
Pero, amigo lector, ahora se presenta un camión de la Marina de Guerra, repleto de hombres rana, uniformados de negro, procedente de Santo Domingo. Urbáez les informó, que no podían pasar porque la ciudad estaba en huelga. Los marinos le contestaron, que ellos nada nada tenían que ver con dicha huelga y que su único propósito era el llegar a la Base Naval de Las Calderas en Baní. Urbáez les replicó que era imposible pasar. Los militares, impacientes, repitieron su deseo y Urbáez les recalcó el suyo.
Así las cosas y con el ambiente muy tenso, Fabio José Martich, Julio Parra Pagán y “El Rojo” Jiménez, compañeros de Chiro Urbáez en la obstrucción, le dicen a éste, que la protesta de S.C. era solamente contra las disposiciones del Consejo de Estado y nada más y que por tanto, se podría dejar pasar el camión. Pero Chiro les recriminó, diciéndoles que él era el comandante del enclave y que las decisiones eran todas de su competencia.
Entonces, cuando las ranas vieron que por el diálogo nada se lograría, rastrillaron sus armas, induciendo ésto al comandante Urbáez a permitir el paso del vehículo y cerrándose inmediatamente la barrera.
CASCOS NEGROS
Mientras ocurría lo antes dicho, el gobierno estaba mandando por la carretera de La Pared-Mata Paloma-Hato Dama y La Toma a los Cascos Negros, una compañía policial especializada en antimotines, comandada por el Teniente Coronel Rafael Samboy. Estos agentes, eran hombres ríspidos y nada tolerantes, que no andaban por las ramas, y cuando llegaron, entraron rápidamente en función frente a la multitud vociferante, aglomerada en el parque Central, enfrente al Destacamento policial regional.
Se ordenó disparar, y cayeron varios ciudadanos heridos, entre ellos Alejandro Garabito Lorenzo, Isidro Solano (a) El cojo, Bienvenido Librado Solano y Ramón Medina Dipré (a) El bravo, este último de mayor cuidado, ya que recibió un disparo que le penetró por el brazo izquierdo y luego le interesó el pulmón, salvando su vida milagrosamente.
Este oficial, Samboy, no era un hombre fácil, como decimos hoy y hasta los mismos policías le temían, ya que no tenía formación adecuada para bregar prudentemente con motines y desórdenes callejeros.
En este episodio, algunos manifestantes desde los frentes del cine-teatro, esto es, calle Padre Ayala a esquina calle Mella y a una cuadra del Cuartel policial, hostigaron con palabras y piedras al contingente policial. Cuando la uniformada fue en procura de ellos, los jóvenes se refugiaron en los patios y jardines de la casa de las hermanas Leger.
Samboy requirió la presencia del Procurador Fiscal, Dr. Bolívar Soto Montás, para allanar la vivienda y detener a los jóvenes, pero Bolívar se negó insistentemente a legalizar la acción pretendida, diciendo que sería una falta de respeto hacerle ésto a damas tan honorables. Así, quedó suspendida la intención por ello.
Recuerdo haber visto al albañil Luís Lara (quien fuera esposo de Librada Ramírez) con dos piedras en las manos y otras en los bolsillos de su pantalón, desafiante, con el torso desnudo y profiriendo palabras insultantes, enardecidas, a la policía, para que le dispararan a él. Cuando un joven policía intentara levantar su arma para así complacerle, fue apaciguado por su superior y las cosas no pasaron a mayores.
El estado de violencia se encontraba en su punto culminante, habíase ya derramado sangre de personas conocidas en la población y un grupo de protestantes se trasladó hasta la residencia del padre del comandante De los Santos, el reconocido farmacéutico don Virgilio Santos, en la calle General Cabral, cercana a la nuestra, y vi cuando la apedrearon.
“Mangán” Rivas Durán, maestro de Ebanistería en la escuela vocacional Juan Pablo Pina, construyó unas porras o mazos parecidos a bates de béisbol y con un grupo de amigos, entre ellos un gigante prieto al cual llamábamos Mateón, se presentaron a reforzar los obstáculos con sus personas y estos truculentos dispositivos.
CONSEJO DE ESTADO
Sucediendo lo narrado y otros eventos más, personalidades de la vida pública y privada de la ciudad, integraron una comisión que visitó al Presidente de la República y del Consejo de Estado licenciado Rafael F. Bonnelly, en el Palacio Nacional. Esta comisión, estuvo encabezada por los abogados Sócrates Barinas Coiscou, Mario Read Vittini y Máximo Puello Renville. Los munícipes le expusieron que S.C. se sentía muy atormentada ante las series de rumores que aseguraban que esta provincia sería convertida en municipio de la provincia Peravia.
El presidente Bonnelly respondió diciéndoles que el gobierno jamás había pensado en convertir a S.C. en municipio de Peravia y negó que se pensara suprimir instituciones en detrimento del progreso de esa urbe. Aseguró que todos estos posibles traslados y supresiones no pasaban de ser rumores tendenciosos como parte de una campaña de agitación puesta a correr en los últimos días.
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