Petronila Gaú: la doncella de Sabana Larga
Los historiadores nacionales se olvidaron de Petronila Gaú, pero el 24 de enero de 1856, doce años habían transcurrido después de aquel febrero memorable de 1844 en la puerta de el Conde; la pólvora sagrada quemada durante la guerra de independencia dominicana todavía olía y la potencia del humo del trabucazo enviaba señales a los hombres y mujeres heroicos que combatían en la batalla de Sabana Larga y Jácuba, por la Línea Noroeste, tratando con valentía, determinación y fe de ponerle término a esos doce años de conflictos después de la independencia.
Aquellas tierras linieras, donde al decir del historiador Rufino Martínez, se contaba las onzas de oro por talegas, cuna del general revolucionario Demetrio Rodríguez, de ese mismo suelo fértil y laborioso brotó a la vida como una flor de loto sagrada, el espíritu indómito de una mujer interprete de la historia salpicada con el perfume suave y duradero de los seres humanos nacidos para llevar a cabo tareas protagónicas.
Con frecuencia se oye hablar de una absurda aridez e inmediatamente el sueño se disipa y deja de ser tal o de un paisaje hermoso que ya no es aquello que era en territorios linieros, como si se tratara de algo quimérico, pero que al pisar aquel solar el sueño liberal del general Gaspar Polanco se imponía contra aquellas ideas que pretendían galopar sobre el lomo anexionista de Buenaventura Báez y de Pedro Santana.
A una mujer con el verdor y la fuerza de un bosque de ideas fecundas y lozanas sostenidas por la fuerza febril de inigualable valentía se le vio marchar, fusil en ristre, al lado del general Juan Luís Franco Bidó hacia tierras fronterizas de Dajabón a librar una gran batalla, un combate que se entendía era sólo para el hombre.
No se le vio a aquella mujer temor alguno en sus ojos relucientes, sólo el coraje de una heroína erguida sobre las ideas independentistas de Duarte. Era el único signo reflejado en aquel rostro encendido de pasión indomable que representaba en aquel escenario la hermosura de la mujer liniera en un campo de fuego y sangre. Ni siquiera porque sabía de antemano que se enfrentaba con la fuerza de un ejército al mando del emperador haitiano Faustin Soulouque su espíritu independentista y libertario dio señales de flaqueza en la línea de fuego del honor.
Los cañones y la fusilería de ambos bandos vomitaban fuego y aquella mujer batallaba fieramente, hombro con hombro con el general Franco Bidó, alentando a sus compañeros se le oía vociferar, con voz enérgica: «¡Vamos muchachos, terminemos con los invasores!».
Un correo a caballo trajo el mensaje al general Franco Bidó informando que otra columna haitiana se había atrincherado en Jácuba, en las proximidades de Puerto Plata, librándose allí un encarnizado combate.
Se cuenta que en un momento que escasearon las municiones del fusil de la aguerrida combatiente dominicana ésta tomó piedras en sus manos de santa y las lanzaba como si fuesen proyectiles encendidos sobre el enemigo invasor, mientras les gritaba: «¡No huyan cobardes!» Y desde la columna patriota se oyó vociferante aquella voz de la heroína infundiendo aliento «¡General Franco Bidó…general, estamos ganando la batalla, mírelos como huyen!» «¡Adelante dominicanos, que la victoria es nuestra!», arengó con fuerza moral.
Y clamando nuevamente de manera bravía expresó con el corazón henchido y lágrimas en los ojos: «No se preocupe usted mi general por la columna haitiana que va por Jácuba, que los patriotas venceremos con el favor de Dios y la Virgen!». Allí estarán los dominicanos comandados por Pedro Florentino y Lucas de Pena, dos valientes revolucionarios, dijo en tono optimista con su rostro hacia la luz del sol.
Y después de estas briosas y alentadoras palabras de triunfo salidas de la voz de una valiente mujer cibaeña se le vio al valiente general y comandante en jefe de las tropas dominicanas Juan Luís Franco Bidó decirle con entusiasmo y profunda convicción patriótica a sus hombres más o menos estas palabras: «Es una honra muy grande derramar mi sangre por la libertad de mi patria», palabras que encendieron aún más el ánimo de los revolucionarios.
Esta valerosa mujer dominicana y, por lo demás liniera, en la histórica batalla de Sabana Larga rivalizó con los hombres en heroísmo, al decir del historiador referido en este trabajo. Me parece oír a esta insigne mujer en medio del fragor de aquel combate heroico y triunfante pronunciar aquella hermosa frase de Simón Bolívar: «Para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios».
Y una vez obtenido el triunfo militar frente al invasor haitiano, nuestra Juana de Arco dominicana dijo con voz estentórea una frase del evangelista estadounidense John Maxwell: «No hay éxito sin sacrificio», lo que significaba para ella el haber ayudado a la independencia que fue el sueño de Duarte. Y, renglón seguido, agregó: «El de las futuras generaciones de dominicanos será mantener la libertad y la soberanía nacional conquistada».
Después de reflexionar con una profundidad espiritual en planos sacrosantos de la patria a Petronila Gaú los ciudadanos universales podrían llamarle La doncella de Sabana Larga, como fue conocida la militar y santa francesa Juana de Arco, La doncella de Orleans.