OPINION: Responsabilidad fiscal

Se repite una y otra vez que el tiempo es  el mejor aliado de develar y confirmar la lógica y la verdad de las cosas de este mundo, hechos ocurridos en el pasado se han podido demostrar con el transcurrir del tiempo, axioma que no solo se aplica a un solo aspecto  o rasgo sino que abarca todos los ámbitos de la  vida del ser humano.

Esto así ya que con el paso del tiempo las cosas toman el lugar y orden que le corresponde por lógica. Este filosofar adquiere verdadera dimensión y credibilidad en el momento mismo de tratarse el tema de la importancia de la vocación o inclinación financiera sea innata o adquirida que poseen algunos individuos al manejar el dinero sea de su propio pecunio o ajeno.

Los hechos permiten confirmar lo anterior cuando se observa a un niño o niña que con apenas ocho o menos años ya comienza a  dar muestra de tener el privilegio de ser dueño de cualidades innatas sobre  disciplina,  organización, control y planificación.

Estas cualidades pueden ser genéticas o adquiridas con el paso del tiempo, sea por la experiencia o la educación sistemática mediante estudios dirigidos en ese orden.

Todo lo anterior viene al caso por el hecho de que hay muchos humanos que al carecer de una u  otra forma de las anteriores cualidades tanto en su vida privada como pública son un verdadero desastre en el manejo del dinero.

Lo anterior es sumamente notable cuando un ser humano comienza a desempeñarse en la vida pública ya que este tiene que rendir cuentas sobre sus actuaciones en el ámbito del Estado.

De ahí que no toda persona o profesional inclusive con especialidad sobre la misma rama del saber en la cual se desempeña está, es apto para ejercer tal o cual puesto público o privado.

Es frecuente ver como profesionales o individuos comunes no han podido  tener éxitos en el desempeño de un simple cargo o puesto de trabajo por el hecho de carecer de la cualidad más elemental como es la disciplina.

Se pueden tener muchos conocimientos acumulados, ser brillante en la asimilación y comprensión de fórmulas, aplicaciones, modelos o datos difíciles de analizar pero en la vida cotidiana han sido todo un fracaso y todo por la falta de disciplina o vocación misma acerca de lo que tienen entre mano.

Es el caso de que por varios puestos públicos y privados han pasado excelentes profesionales con honores académicos pero se han desempeñado en los mismos de forma deficiente o mediocre.

En el ámbito financiero y económico de la vida pública dominicana se tienen muchos casos que han sido dignos de penas pues han llevado las finanzas públicas a un verdadero desorden pues así como no han tenido éxito en su vida privada así no lo han tenido en el desempeño de sus ejecutorias en la vida pública.

El dinero del Estado lo gestionan mal y arriba de ello los organismos competentes  que tienen que ver con su fiscalización no han sido eficientes y efectivos en el cumplimiento de sus funciones para volver al orden y lograr la penalidad o consecuencia del hecho reñido con las leyes adjetivas y la constitución, sino que por el hecho mismo de no llevar a las cortes a los responsables de los hechos incorrectos se han convertido en cómplices  de las malas gestiones.

Son muchos los recursos públicos que se aplican indebidamente desde el punto de vista de su objeto y caen en muchos casos en proyectos y en bolsillos ajenos.

Es mucho el dinero que se destina a fundaciones o instituciones, entre comillas, sin fines de lucro que en el fondo se lucran con el dinero de los impuestos que se paga al erario.

Es mucho el dinero público que se dejar de cobrar por evasión o elusión, por exenciones de impuestos, convirtiéndose en gastos tributarios. Es mucho el dinero por concepto de préstamos y donaciones que se despilfarra y que en el caso de los créditos estos generan exorbitantes gastos financieros, tanto por intereses como comisión de compromiso.

Es mucho el dinero que se pierde o se desvía por doble o triple funciones estatales que pueden ser concentradas en una sola institución del Estado.

Es mucho el dinero que se queda en los bolsillos de funcionarios desaprensivos. Es mucho el dinero que se mal gasta en honorarios, igualas profesionales, asesorías insustanciales, en viajes sin sentido y en programas de estudios y conferencias en el exterior que podrían celebrarse en el país.

En fin, es mucho el dinero que se presupuesta sin ningún sentido, sin ningún programa, actividad o proyecto que se justifique. Es mucho el dinero que se pierde en nóminas parasitarias o clientelistas.

Hoy se rehúye consensuar un pacto fiscal integral por sus consecuencias políticas más que técnicas pues el hecho de reducir los gastos con destino inconfesable o el hecho de ampliar la base impositiva los gobiernos le tienen tanto miedo como el diablo a la cruz.

Un pacto fiscal integral que incluya los controles adecuados que garantice la buena gestión administrativa de los recursos públicos.

Tampoco se acaba de legislar una ley que busque limitar al gobierno en comprometer más a la nación dominicana mediante la concertación de nuevos empréstitos con los cuales se ata cada día más la soberanía del país y a las futuras generaciones de dominicanos.

Sin lugar a dudas se impone ya, sin más dilación la concertación del cacareado pacto fiscal integral y de la muy comentada ley de responsabilidad fiscal que ponga tope a la hemorragia de dinero prestado que día a día el gobierno toma en préstamo sin límite.

Es por ello, que toma aceptación generalizada que el próximo gobierno sea de transición a los fines de poner en orden la cosa pública, pues la nación dominicana no puede seguir el actual derrotero, caracterizado por una mala gestión administrativa de cobrar o recibir recursos y manejarlos medalaganariamente.

El Gobierno carece de información para tomar decisiones importantes, tales como suprimir una subvención o autorizar otra y no tienen los datos necesarios para evaluar los costos de las políticas económicas aplicadas.

No se ejecuta  un presupuesto por resultados, que mejore las informaciones de las finanzas públicas a favor de los contribuyentes, y se analice la calidad de los servicios publicos y se racionalicen las funciones institucionales. La definición exacta de todo esto es desorden administrativo.

No se generan nuevos empleos en el sector privado, nuevas inversiones reproductivas en el sector público, ni tampoco se estimula el ahorro público. Solo se piensa en cobrar más impuestos para mal aplicar el dinero de los contribuyentes.

El dinero público debe ser gestionado de forma correcta y apropiada por funcionarios probos, con vocación en el arte y la ciencia de administrar los recursos.

Llegó la hora de hacer un alto en el camino. Solo un pueblo empoderado puede producir los cambios que esta nación rica mal administrada requiere con urgencia.         

of-am

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