COVID-19 y su uso electorero

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El autor es periodista. Reside en Santo Domingo

Ya tenemos la pandemia de coronavirus encima. Con lamentarnos no hacemos nada y el problema tampoco desaparecerá con quejarnos. Lo que procede, por tanto, es aplicar una política de control de daños, es decir, gestionar la crisis para evitar que alcance mayores proporciones y termine escapándose de las manos.

Antes que la situación se vuelva más catastrófica, debemos aprender de los modelos fracasados que se han implementado para no incurrir en los mismos errores. Y esas experiencias nos enseñan que debemos masificar las pruebas para detectar los contagios, no cuando llenen las camas de nuestros hospitales y colapse el sistema de salud, sino cuando hay tiempo de aplicar medidas correctivas para curarlos y hacerlos menos invasivos.

Con esta medida, sin duda que le ganaríamos tiempo al tiempo que puede durar la plaga. En este sentido, cabe saludar las propuestas acertadas y acciones solucionadoras que en esta dirección han indicado Luis Abinader y  Leonel Fernández.

Por ende, no procede desperdiciar oportunidades de contener la propagación del virus. En este sentido, el tiempo es vital y no se puede perder más tiempo demorando la apertura de iniciativas solidarias.

Es por ello que el gobierno debe dejarse ayudar por iniciativas privadas y de otras índoles, ya que por sí solo se verá saturado por no poder lidiar con la magnitud de un problema que está ahogando hasta a los países más desarrollados.  Si para muestra basta un botón, el hospital Dr. Ramón Lara acaba de anunciar que está sobrepasado. Pronto le seguirán otras salas hospitalarias.

Por tanto, se impone la eliminación de las trabas burocráticas, el sobreprotagonismo gubernamental y agilizar los mecanismos regulatorios para dar oportunidad a que los liderazgos sociales contribuyan con responsabilidad a derrotar este mal exitosamente, como bien podrían hacerlo las fundaciones reconocidas y hasta el liderazgo político responsable, deseosos de hacer aportes que están siendo obstaculizados.  Por ello, no sería inteligente limitar el acceso de los más vulnerables a las contribuciones necesarias que vendrían de las organizaciones interesadas en disminuir y frenar la extensión local del coronavirus.

La respuesta a esta crisis de salud pública demanda del concurso de todos. De ahí que las autoridades deben abrirse más, ser más receptivas, coordinarse con otros sectores y especialistas, en el esfuerzo colectivo de mitigar esta pandemia.

En este orden, cabe preguntarnos si estamos siendo los suficientemente diligentes en abastecernos de respiradores artificiales, los llamados ventiladores, para los casos críticos que se irán multiplicando en la medida en que nos acerquemos al pico de la pandemia.

Las mascarillas tampoco pueden escasear y las importaciones de artículos similares deberían ser auditadas y supervisadas para que la pandemia no nos salga más cara de lo que nos está saliendo ya. Porque ya es del todo sabido que la crisis está siendo utilizada para obtener pingues beneficios por parte de sectores indolentes que ni siquiera en la desgracia moderan sus corruptas ambiciones pecuniarias.

El gestionamiento adecuado de los contagios por coronavirus, demanda que se siga implementando el confinamiento en el hogar en todo el país a fin de lograr que todos los dominicanos se aíslen saludablemente y se frene la expansión del virus. Pero más que nada, conviene que las autoridades que están oficialmente al frente de la conducción del esfuerzo contra este mal, se vacunen contra el uso político y la falta de transparencia en la compra de los insumos de salud.

Enfrentemos, el coronavirus, sí, pero también el uso oportunista y exhibicionista que contamina muchas de las acciones que se están implementando.

sp-am

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