Nuestro desorden
En República Dominicana hay 27 partidos y cinco movimientos políticos que conforman una suerte de galimatías o confusión, que será el detonante para provocar nuevos incidentes electorales.
En una nación donde un ‘líder’ cuyo caudal de simpatías ha mermado, trata de remover el nombre de un partido y coteja candidaturas electivas cómo si dispusiera de los muebles de su hogar u oficinas; hay un irrespeto y violación a lo estatuido en nuestras normas partidarias.
En un conglomerado donde persisten los saltadores de garrochas que, descaradamente brincan de una organización política a otra faltándole al respeto a los electores, evidentemente hay un transfuguismo; persiste lo nefando de caudillismos propios de la etapa montonera.
Cuando uno ve en nuestras avenidas, barrios y calles el proselitismo político en afiches de gente que ha estado en el narcotráfico; y además, no se indagan exhaustivamente comprometedoras denuncias a figuras políticas que habrían incurrido en tratativas con capos, entonces el flagelo ya penetró los intersticios de la política vernácula.
Donde hay un gobierno cuyos funcionarios con desparpajo que asombra, ilegalmente, roban o dilapidan millones de pesos con contratos grado a grado, de seguro hay todo un latrocinio. Subsecuentemente, hay una anomia que afecta a impotentes contribuyentes.
Si un periodista hace añicos su perfil profesional, luciendo como espaldero de un candidato presidencial tan sólo por conseguir un cargo de mamandurria en un puesto consular del exterior, podríamos decir que si la prensa es ancilar, no hay calidad moral para enjuiciar los yerros de las políticas públicas aplicadas por nuestros gobernantes y funcionarios.