La fusión, el gato encerrado en el macuto

La visión de Juan
Pablo Duarte

En el ideario de Juan Pablo Duarte pueden verse las maniobras
llevadas a cabo por los enemigos de la patria en los días tristes de 1844. Hoy como ayer las características de los
enemigos de la nación coinciden rotundamente. Al parecer, unos y otros,
salvando las distancias tienen el mismo pedigrí. Procedamos a enumerar los
pormenores que caracterizan a estos
grupos tal cual nos los refiere, para la claridad y la comprensión, el
pensamiento del patricio.

·Se trata de una fracción
miserable que se ha asociado al intervencionismo extranjero “En Santo Domingo no hay más que un pueblo
que desea ser y se ha proclamado independiente de toda potencia extranjera, y
una fracción miserable que siempre se ha pronunciado contra esta ley, contra
este querer del pueblo dominicano “.

·Todas las fórmulas adversas al
ideario de Independencia fueron rechazadas por el padre de la patria: “La Nación
dominicana es libre e independiente y no es ni puede ser jamás parte integrante
de ninguna otra Potencia, ni el patrimonio de familia ni persona alguna propia
ni mucho menos extraña. protesto y protestaré siempre, no digo tan sólo
contra la anexión de mi Patria a los Estados Unidos, sino a cualquiera otra
potencia de la tierra, y al mismo tiempo contra cualquier tratado que tienda a
cercenar nuestro territorio o cualquiera de los derechos del Pueblo Dominicano”.

  • ·Pero la madre del cordero se
    halla en el ideal de fusión de la República Dominicana y Haití al cual se opuso
    cabalmente el padre de la patria: “ Entre
    dominicanos y haitianos no es posible la fusión”.
  • ·Duarte remata sus declaraciones
    con estas palabras: “Los enemigos de la
    Patria, por consiguiente nuestros, están todos muy acordes en estas ideas;
    destruir la nacionalidad aunque para ello sea preciso aniquilar a la Nación
    entera.” El escudo haitiano
    dice “la unión hace la fuerza”, y es un llamado al fusionismo. El escudo
    dominicano dice “Dios, Patria y libertad “, y es un llamado a la Independencia.

1.La batalla por la
supervivencia nacional

En
la actualidad, los enemigos de la República se despliegan en dos frentes. El
enemigo exterior, organizado en el intervencionismo internacional, en el cual
participan las ONG, el Gobierno haitiano, sus intelectuales y sus cabilderos y
grandes personajes como Bill Clinton que tratan de hallar las soluciones al
problema haitiano en la República
Dominicana. Para ellos Haití es el problema; y República Dominicana, la
solución. El enemigo interior, organizado en una plataforma nacional, que reúne a las organizaciones no
gubernamentales ONG apoyadas por la USAID,
por la Fundación Kennedy, la Unión Europea,
que han convertido a los dominicanos en peones de esa maniobra.

El ideal fusionista domina en las élites
haitianas que han perdido toda esperanza de redención. Prevalece en las masas de una nación sin Estado y sin
rumbo político, en la MINUSTAH que trata de ponerle punto final a la ocupación
militar. Todo el esfuerzo realizado por
ese conciliábulo de fuerzas se ha combinado
con la ausencia de la diplomacia dominicana, y con un ejercicio político que ha dado pábulo a la implantación de la utopía
de un Estado federado con la población
haitiana. Son muchos, los esfuerzos que ha hecho el Gobierno para desmantelar
la frontera jurídica. Primero el decreto 327/13 que manda a inscribir en un
plan de regularización a los haitianos ilegales, sin documentos de identidad,
cosa insólita, y borra de un plumazo todo el ordenamiento jurídico vigente. Segundo, la ley 169/14 propone la destrucción
de la Sentencia TC168/13 la cual establece, conforme a la Constitución, que los hijos de los extranjeros no
residentes, no son dominicanos. A partir
de este momento, las decisiones sobre la
inmigración ilegal haitiana son
adoptadas por el intervencionismo internacional. Pero, ¿cómo un país, carcomido por las deudas, enfrentado a un desempleo endémico,
puede traspasarle empleos que la economía crea, a otro país?

El propósito de juntar a los dos países de la isla en uno solo supone
una negación de la historia. La existencia de dos Estados distintos no se basa en el racismo ni
en la discriminación como han divulgado los haitianos, sino en la historia, en
la identidad de cada uno de los pueblos que comparten la isla de Santo Domingo.
Algunos se han aprovechado de la ceguera histórica, para desacreditar la existencia
de la República Dominicana. A la ceguera histórica se añade la ceguera ante las
diferencias culturales. Niegan la
identidad nacional de los dominicanos, su lengua, su historia, su voluntad de existir.

Los haitianos emplean la lucha racial, que
está en los genes de su formación, como un chantaje para pulverizar la frontera jurídica dominicana. La negritud
no convierte, automáticamente, a un
haitiano en dominicano. En África todos son negros y hay naciones distintas.
Cada uno de los pueblos que comparten la isla de Santo Domingo tiene su
territorio histórico. Sobre esas realidades no hay sombra de dudas.

No
hay que hacerse de la vista gorda ante
el poder destructivo de todos estos
tejemanejes. Haití es el único Estado del mundo que quiere traspasarle su
población a otro Estado. Se
propusieron combatir nuestras instituciones; hundirnos en su catástrofe;
desnacionalizar el empleo con sus abencerrajes de pobreza; echarnos su ejército
de enfermos, de niños, de ancianos; el pueblo dominicano es la primera víctima
de todas las maniobras internacionales. De ese laboratorio de horrores ha surgido la idea de crearles obligaciones
extra territoriales y extra nacionales a los dominicanos con la población haitiana. Todo eso con la
indiferencia de los hombres y mujeres que hemos elegidos para que nos defiendan

¿Por
qué tantos hombres desprecian los resultados históricos de nuestra
Independencia? ¿Por qué se han rendido en una servidumbre indescriptible ante
las maniobras de los que quieren resolver el problema haitiano a expensas del
sacrificio territorial, jurídico y social de la República Dominicana? Se han
inventado un teatro de caricaturas. Según ese cuentecillo, entre los
dominicanos se libra una lucha sorda entre liberales y conservadores, moderados
y extremistas. Con esas explicaciones
embrolladas, se quieren poner las decisiones políticas al servició de la
haitianización. ¡A mí que no me vengan con paparruchas! Todo el mando político—el Gobierno y la oposición– se
ha doblegado ante todas las exigencias que les han hecho los cabilderos
internacionales para destruir los
resultados históricos de 1844, que
subrayan nuestra independencia de Haití.
Algunos incluso han querido convertir esa servidumbre en heroísmo; su traición al ideal duartiano, en un acto de
moderación.

Para
todos ellos, es más importante, el aplauso de la Embajada estadounidense, que
el reconocimiento del pueblo dominicano,
de las víctimas del descalabro, que son esos dominicanos, pueblo olvidado que
perderá los mecanismos de supervivencia, los empleos que país genera, que verán
sus hospitales invadidos de enfermos y parturientas, sus escuelas descalabradas
por una oleadas sin precedentes de inmigrantes, y a los que ahora se pretende
suplantar incluso como votantes, es decir, arrebatarle su capacidad para
decidir las autoridades.

Todos
los experimentos sociales, apoyados en la fusión de las naciones han fracasado
rotundamente. De la antigua Unión Soviética, repúblicas de trabajadores de naciones
distintas, surgieron 25 nuevos Estados
nacionales. Yugoslavia, reunión de seis naciones, en un Estado federado, cayó
hecha pedazos, de sus cenizas han nacido siete Estados independientes. Checoslovaquia, fusión de dos naciones, checos
y eslovacos, nacieron dos repúblicas
independientes.

Una
fusión forzosa entre dominicanos y
haitianos, liquidaría todas las posibilidades futuras de nuestro país, nos apartaría del sentido inicial de nuestra
vida como nación. En un informe sobre la situación dominico haitiana que aún
permanece inédito escrito por el geopolítico francés Aymeric Chauprade, se
llega a la conclusión siguiente relacionada con los inconfesados planes
fusionistas:

La fusión no se traduciría
en un Estado grande y fuerte. El caos destruiría el orden. Haití aniquilaría lo
que hay de orden y desarrollo en República Dominicana, y esa suma de cosas
engendraría un caos mucho más peligroso a largo plazo para la región del Caribe
y para el vecino estadounidense.
(Los desafíos de la inmigración haitiana) Nosotros
necesitamos modernizar la agricultura, ¿podremos hacerlo permitiendo la
introducción de mano de obra ilegal del país más pobre del continente? Necesitamos darle prosperidad a nuestros
trabajadores, ¿podremos hacerlo haciendo dumping social que destruye brutalmente
el valor de la mano de obra. Necesitamos
redimir al pueblo dominicano de todos los males que se ciernen sobre su
destino, ¿podremos hacerlo importando enfermedades del país más insalubre del
continente?

Me
pregunto si el Gobierno y los políticos
de la oposición tienen derecho a traspasarle cabalmente los yacimientos de empleos
que la economía del país ha creado a una mano de obra extranjera. Que se puede cometer ese crimen incluso quebrantando
leyes laborales dominicanas que establecen que la cantidad de extranjeros no
puede rebasar en ninguna actividad el 20%.

Para
nosotros la protección del empleo está en el corazón de todas las políticas
sociales del Estado. Para compensar el desastre el Gobierno se ha lanzado a una
alocada carrera de préstamos que han
confiscado las decisiones económicas. Ha aumentado de forma gigantesca el
empleo público se ha pasado de 245.000 empleos a 696.000. Haití nos ha impuesto
mediante su ejército de miserables el estancamiento de los salarios, la
suplantación de nuestros campesinos y trabajadores.

A
partir de ahora, a los políticos y a todos los que actúan en este gran teatro
no hay que tomarlo en cuenta por lo que dicen, sino por lo que hacen. No los
tomemos en cuenta por sus mentiras, sino por sus hechos. Son muchos los obstáculos que encontraremos
en el camino de la recuperación de nuestro país. Pero no tenemos alternativa. No podemos rendirnos. Porque si
no rendimos, nos disolvemos.

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