El pecado de Evo Morales

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EL AUTOR es presidente del Partido Unidad Nacional (PUN). Reside en Santo Domingo.

La sinopsis socio-política, económica y jurídica del ejercicio gubernamental de casi 14 años del presidente Evo Morales Ayma, testimonia que en la República de Bolivia se consumó la obra de redención social más fecunda de América Latina en las últimas décadas. 

Todos los indicadores del índice de desarrollo humano se dispararon descomunalmente impulsados por un crecimiento de más del 400% del PIB que disminuyó la pobreza de 36,7% a 16,8%. El salario aumentó en un 1,000% y la educación redujo el analfabetismo del 22,7% a 2,3% con la construcción de mil 100 escuelas. 

Áreas como cultura, salud, alimentación, seguridad social, infraestructura productiva y vial, tecnología, ingreso per cápita, comercio, dignificación humana, inclusión social, política medioambiental, democracia participativa, redención social y jurídica de los pueblos originarios, florecieron sin precedente en la historia de Bolivia, otrora la segunda miseria más dramática, después de Haití, del continente americano. 

Casi cien años de dominio étnico minoritario socialmente apartheista, abolenguista, de ínfula europeizada, de exclusión casi total de la población indígena que representa más del 70% de la demografía boliviana, de tipología lacaya, antinacional y entreguista, aliada de los emporios de las grandes potencias para explotar de forma inmisericorde los recursos mineros de Bolivia, cayó en el zafacón de la historia con la aplastante victoria electoral de Evo Morales en las elecciones del año 2005. 

Poco me interesa la ideología política  o económica socialista o capitalista, para reconocer que la obra gubernamental de Evo Morales Ayma, un  indígena pobre y de bajo grado educativo fue eximia, liberadora, filantrópica y humanísticamente redentora, convirtiendo en vergüenza nacional a ex presidentes bolivianos que estudiaron en universidades estadounidenses del prestigio mundial de Harvard y Yale. 

Solo la nacionalización del gas y otros recursos mineros, la reconquista de la soberanía, la independencia y la autogestión del Estado y la sociedad de Bolivia, la expulsión de la CIA, la DEA y las bases militares de los Estados Unidos, eleva a este indígena gremialista al parnaso de los que cultivan el valor como virtud suprema. 

La justicia histórica que representó la declaración de la nación como República Plurinacional de Bolivia incluyendo como segundo símbolo la bandera Wiphala, y la promulgación de una nueva Carta Magna que reconoció derechos proscritos hasta de primera generación a los trabajadores, a los estudiantes y a las mujeres; elevó a Evo Morales a un sitial de honor en la historia de nuestras sociedades. 

Desafortunadamente la maldición del populismo mesiánico sigue acechando a los grandes líderes de América. Impedido por su propia constitución que debió considerar sagrada, Evo Morales recurrió a un referéndum realizado el 21 de febrero, 2016, cuyos resultados desaprobaron su aspiración a un cuarto mandato. Ignoró la voz del pueblo y se habilitó a través de una sentencia del Tribunal Constitucional Plurinacional. 

Juan Jacobo Rousseau, filósofo francés y eximio exponente de la democracia escribió en su obra cumbre: “…el poder viene de Dios al pueblo, quien lo delega en gobernantes por medio de una especie de contrato social no escrito”. 

Coronado de imprudencia concurrió a las elecciones celebradas el 20 de octubre, 2019 y tuvo que renunciar el pasado 10 de noviembre y exilarse en México, presionado por un violento conato de protestas callejeras y conspiraciones militares y policiales que consumaron un sangriento Golpe de Estado. 

El pecado político capital de Evo Morales Ayma no es su condición de originario de la pobreza y la étnica indígena, en tanto que ello no le impidió subir a la cima de la historia de su patria, sino haber ignorado la voz de Dios que es la voz del pueblo, abriendo la puerta del inframundo de los verdugos históricos de la nación boliviana que había cerrado con su proverbial obra hacía casi catorce años. ¡Maldito sea el endiosamiento de los hombres!

JPM

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