El ciclo político-electoral de los liderazgos presidenciales
Nuestra historia -post 1844- ha sido, en cierta forma, una suerte de noria que ha girado en torno de grandes líderes: unos de pensamiento y acción -Juan Pablo Duarte y Los Trinitarios, Ulises Francisco Espaillat, Gregorio Luperón, Pedro Francisco Bonó-; y otros -Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Heureaux- de acción, instinto y entreguismo; y, desde ese paralelismo histórico, podemos auscultar dos corrientes ideológicas: la liberal -independentista-
Por ello, nuestra historia política está signada por ciclos políticos-electorales -de casi tres décadas- marcados por líderes (y sus satélites o subalternos): Pedro Santana, Ulises Hereaux, Rafael L. Trujillo, Joaquín Balaguer, Juan Bosch -el único que se manejó con ideas-, José Francisco Peña Gómez -populista, pero con visos de socialdemócrata-, Hipólito Mejía, Leonel Fernández -un conceptualizador que pudo llegar a genuino demócrata y facilitador de liderazgos (y me hago la autocrítica, pues, en algún momento, lo asumí como un demócrata)-, y Danilo Medina -probablemente, nuestro mejor armador político contemporáneo y programático por excelencia que, en el ejercicio del poder y en el aspecto de la agenda social fue el más próximo, hasta ahora, a Bosch-. No obstante, todos (“luces y sombras”, post-1961), lo repetimos, contradictoriamente, sucumbieron al continuismo y, de alguna forma, le impregnaron, a su ciclo político-electoral, a excepción de Bosch y Peña Gómez, el Balaguer subconsciente cultural que campea en nuestra clase política y que, parece, al fin -y de cara al 2024-, cerraremos; aunque subyace una amenaza latente que se sostiene y alimenta de un egoísmo generacional y un pecado capital: “acumulación” rápida de riquezas de nuestra clase política en mancuerna empresarial-oligárquica que hoy se expresa y domina con más crudeza; además de otros agregados antisociales, de un tiempo hacia acá -más de dos décadas de penetración o maridaje-, de peligrosidad para una gobernanza que repele de actores, en los podres públicos, nocivos (por ese resquicio, en proyección, podríamos caer en una suerte de Estado sui géneris o “delincuencracia”).
En consecuencia, la coyuntura política-electoral 2024, se nos proyecta como una suerte de ruptura definitoria: o rompemos con ese modelo de gobernar y hacer política o, sencillamente, posponemos el reemplazo de cerrar el ciclo histórico-político-electoral que han ejercido y siguen ejerciendo: Trujillo-Hereuaux-Balaguer y sus herederos (la “escuela” balaguerista) y seguimos la noria histórica-política, nada democrática, y ausente de relevo presidencial -aunque con la excepción-inflexión 1978 y 1996 (ocaso, relevo o cierre político-electoral de los grandes líderes: Bosch, Balaguer, Peña Gómez)-.
Desde esa perspectiva, de ruptura, tendríamos dos opciones de cara al 2024: seguir donde estamos -con sus antecedentes históricos- o, contrario, optar por el relevo en democracia (Por ejemplo: Francisco Domínguez Brito, podría y se proyecta como la contraparte o canal natural de esa ruptura).
Otra opción -un outsider- no se vislumbra, pero está latente y puede irrumpir -ojalá que no-. Sin embargo, lo que si esta claro es que: nuestro sistema de partidos -anquilosado y hegemonizado por figuras o líderes poco democrático, más la narrativa anti-partido- está en crisis o agonizante (a pesar de seguir siendo -aun- referente electoral).
jpm-am
Si tú crees que vas a recuperar tu botella en Washington se te pelo el billete
El ciclo politico se cerró para la asociación de malhechores Partido LADRONES Dañilistas PLD.
Pusiste tremendo huevo cuando refiere a Dominguez Brito como relevo.
Ese insípido hipócrita ni ética ni moralmente está apto, por ser parte la clase política en crisis.
El PLD fue desnaturalizado por uds los danilistas sectarios, grupistas traidores e ingratos.
Dominguez Brito un pusilánime del grupejo utilizado por el trujillito de Arroyo Cano como papel de baño.
Pienso que el autor tiene más capacidad de analizar, Pero no tiene sentido lo que escribe
Que desastre de artículo