El cambio es ahora

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EL AUTOR es abogado y político. Reside en Santo Domingo.

 

 

Nos encontramos a escasas horas para que el pueblo dominicano ejerza nuevamente su derecho al sufragio, haga efectivo aquel pedacito de soberanía popular que en puño y letra de Rousseau representa un “derecho que nadie puede quitar a los ciudadanos”. Pero que además, en la teoría de SieyËs, constituye una función ciudadana en cuanto los electores, lejos de una prerrogativa particular, cumplen con una tarea política de asistir a la nación en la escogencia de sus autoridades gobernantes. Como si fuera poco, es considerado como un deber, una cuasi obligación jurídica que el Estado impone a sus ciudadanos (en su emisión no en su contenido) con el objetivo de lograr la conformación de gobierno o congreso.

El término sufragio proviene de una voz latina, “suffragium”, que para sorpresa de muchos, quiere decir ayuda o auxilio. Y es que el individuo con potestad de ejercerlo, al hacerlo colabora con su comunidad, con la sociedad y con el Estado. En ese tenor, los dominicanos deberemos hacer lo propio este domingo, culminando así con un proceso donde se han propuesto dos opciones con inmediata vocación de poder claramente definidas, una que representa una continuidad del actual estado de cosas y otra que presenta la plataforma de un cambio político, que deberá repercutir en lo institucional, en lo social y en lo económico.

No albergo ninguna duda de que la continuidad del presidente Medina nos llevaría a cuatro años más en la acelerada carrera de endeudamiento público, en más despilfarro de recursos, sin una reorientación en la calidad del gasto público y en el continuo deterioro de los servicios de salud. Nos sometería a una nueva reforma fiscal para gravarnos con más impuestos, seguiríamos sin políticas efectivas, ni estructurales ni coyunturales, que nos proporcionen mayor seguridad ciudadana. Pero tampoco, sin la voluntad política de luchar contra el cáncer de la corrupción administrativa, sin una disminución sustancial de los niveles de desempleo, sin agregar calidad al sistema educativo, con una perniciosa concentración de poderes, y quizás lo peor, sin traducir el crecimiento económico sostenido de las últimas décadas en desarrollo humano, reducción de la pobreza, de la inequidad y la marginalidad social.

Del otro lado tenemos, el cambio que representa Luis Abinader Corona, joven economista, empresario y político, de sobradas condiciones y capacidades, quien aspira a transformar el agotado modelo político imperante sobre la base de una serie de reformas estatales, unas inmediatas y otras graduales, pero todas perfectamente aplicables en un cuatrienio, que marquen las pautas de lo que debe ser un Estado moderno, transparente, funcional y garantista de oportunidades igualitarias para sus ciudadanos. Una amplia tarea que descansa sobre los hombros de un emergente liderazgo nacional, impulsado por el Partido Revolucionario Moderno, con fuerzas políticas y sociales aliadas y el apoyo de una formidable vicepresidenta como Carolina Mejía Gómez, que se unirán al ejército municipal nacional encabezado desde la capital por el emprendedor David Collado y un congreso liderado por el senador Alberto Atallah.

Las propuestas de gestión de gobierno de Luis Abinader, con políticas públicas ampliamente difundidas, constituyen una extraordinaria oportunidad para alcanzar una etapa de transición política en la República Dominicana, que sienten de una vez por todas, las bases para el fortalecimiento democrático e institucional y el desarrollo social y económico. Con voluntad y determinación, empecemos a hacerlo realidad este próximo domingo. No esperemos más. El cambio es ahora.

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