El amor en tiempos de redes
Las redes sociales son hoy como una gran araña que atrapa a la gente para consumirla o mantenerla prisionera en sus redes de información, conocimiento, entretenimiento, interacción personal o ruido mediático, sin que nadie pueda escapar de esa compleja e infinita madeja virtual o del ciberespacio.
Lo peor no sería quedar atrapado en esas redes, sino en que ya no es posible sobrevivir fuera de ella, porque afuera no hay oxigeno porque ese monstruo tiene el monopolio de la distribución de todo el aire que solo concede a sus prisioneros.
Es por eso que la familia y la sociedad se mueven conforme a los designios del Internet, sin espacio disponible para desarrollar el pensamiento lógico, que no sea en provecho del mundo virtual en el que literalmente nadie siente ni padece o al menos el individuo no tiene control sobre su propio universo.
Más de seis millones de dominicanos han quedado atrapados en esas redes, siendo Facebook el compartimiento mayor (5,4mm), Instagram (2,6mm), Twitter 1,2mm), LinkedIn (800 mil), Spotify (380 mil), lo que quiere decir que el 60% de la población interactúa con uno o varios proveedores.
Sobre esta realidad virtual se erige una nueva clase dirigente conocida como “los macro- influencers”, que actúan como arácnidos que ejercen influencia sobre sus seguidores, a quienes proveen de información o modo de comportamiento en el propósito de convertirlos en adictos consumidores o adherirlos a nuevas tendencias o propuestas políticas.
También se resalta la influencia de los “micro- influencers”, que se dice crean mejor conexión con los usuarios a un costo menor, aunque en sentido general, este nuevo liderazgo mercadológico maneja entre el 35% al 55% de la inversión publicitaria en las redes.
República Dominicana transita hoy hacia el mundo virtual donde ya están asentadas todas las naciones desarrolladas y la mayoría de las que están a las puertas del desarrollo. Servicios financieros, telecomunicaciones, transporte y comercio encabezan esa gran marcha.
Usted puede realizar una transacción bancaria desde cualquier lugar donde se encuentre, pedir o pagar servicios de todo tipo, rentar un vehículo, una habitación de hotel, comprar o vender cualquier bien o hasta localizar la mujer o el hombre de su sueño a través de internet o de las redes.
El mayor impacto de este mundo virtual se siente en la familia, cuyo núcleo esencial pierde comunicación y se drena el sentido del respeto jerárquico o simplemente los adultos no logran entender el nuevo lenguaje de las generaciones “Milleniars” y “Z”.
Las redes en todos sus aspectos representan el más elevado progreso tecnológico al servicio de la humanidad, pero aún no ha sido posible evitar que se conviertan en retretes donde cotidianamente defecan miles de cretinos, cuya misión parece ser la de embadurnar con sus nocivas excrecencias a los torrentes de aguas limpias.

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