Danilo Medina y las relaciones con China
Es evidente que a una parte muy importante de la colectividad nacional le sorprendió el anuncio mediante el cual el Gobierno daba a conocer, el pasado primero de mayo, el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China, tras la ruptura con Taiwán.
Para muchos pareció abrupto el cese de las relaciones con la que China considera una provincia rebelde, y no han faltado quienes consideren al país como un conglomerado de ingratos y desleales, dada la diligente cooperación que la antigua Formosa tuvo con la República Dominicana. Pero una cosa ni la otra ocurrieron al azar ni de forma improvisada.
En el caso de del rompimiento con Taiwán, el Gobierno dominicano comunicó hace algunos meses a las autoridades taiwanesas su disposición de reducir el nivel de los nexos, una forma de ir dando los pasos para llegar a lo que finalmente se informó al país el Día del Trabajo.
En lo relativo a los vínculos con China, es bueno recordar que durante la campaña electoral de 2012, el candidato Danilo Medina dijo en varias ocasiones que el futuro de las relaciones dominicanas apuntaba hacia el gigante asiático, ya que los intereses de nuestro país en el campo exterior no podían quedar al margen de la nueva realidad en torno a Pekín.
Es decir, que la decisión del presidente Medina no tuvo nada de improvisación sino que más bien obedeció a una convicción que data de años, sin olvidar que el fundador y líder del Partido de la Liberación Dominicana, profesor Juan Bosch, tenía el convencimiento de que el país debía de mirar hacia la China de Mao.
Pero además, en un momento en que China se abre campos cada vez más amplios en América Latina, era hasta cierto punto ilógico marginarse de esa realidad geoestratégica, sólo por el hecho de mantener un agradecimiento.
Y es que así como los líderes de Estados Unidos delinearon muy temprano la política exterior estadounidense sobre la base de que la nación del norte no tiene amigos ni enemigos sino intereses, de esa misma manera la República Dominicana debe perfilar sus relaciones internacionales actuando con el cerebro, no con el corazón.
Estamos claros en que sobre esa premisa fue que se adoptó la determinación de abrirse con China y cerrarse con Taiwán, quizá pensando: «te quiero con el corazón pero el cerebro me indica que lo correcto es aliarme con China».
Luego, si los intereses nacionales tienen más futuro con China que con Taiwán, debe importar poco lo que piensen funcionarios en Washington, si nos remitimos al hecho de que esta es una nación soberana, aun cuando, extrañamente, algunos dominicanos lo pongan en duda

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