La Victoria de Trump y sus riesgos

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El autor reside en Santo Domingo

POR JS CAMPO GUTIERREZ

La victoria de Donald Trump subraya una paradoja inquietante en la democracia: que el voto popular puede utilizarse para golpear los mismos valores que promete defender. Este triunfo no solo representa un éxito personal para Trump, sino que también legitima un discurso basado en la desinformación, la xenofobia y la misoginia.

En efecto, la victoria parece haber indultado públicamente a Trump de los 34 cargos criminales que pesan en su contra, como si el respaldo electoral borrara de golpe cualquier responsabilidad.

George Orwell advirtió en 1984 sobre el poder de la manipulación: “El que controla el presente, controla el pasado”. La desinformación que permeó esta campaña, desde ataques contra Kamala Harris hasta promesas de soluciones mágicas para conflictos globales e inmigración, convirtió la mentira en una herramienta electoral, donde la verdad parecía ser solo una molestia más.

Paradójicamente, muchas de estas promesas fueron las mismas que Trump no cumplió en su anterior mandato, en el que se limitó a lanzar amenazas sin concretar soluciones reales.

Con el Senado y, posiblemente, la Cámara de Representantes bajo su control, Trump tiene un margen amplio para maniobrar y debilitar los mecanismos de rendición de cuentas.

Esta situación plantea serias dudas sobre el sistema de pesos y contrapesos en Estados Unidos y pone en evidencia la incapacidad de las instituciones para proteger la democracia de líderes que, desde adentro, buscan minarla.

El proceso electoral también mostró el poder destructivo de una propaganda que distorsionó la imagen de Kamala Harris, retratándola como una especie de anticristo y alimentando el miedo y la desconfianza.

Este tipo de manipulación refleja una estrategia que divide en lugar de construir y amenaza con profundizar las fracturas sociales, creando una sociedad cada vez más polarizada y menos comprometida con la verdad.

Claro, el reciente proceso electoral pone en evidencia la necesidad de proteger el derecho a la información veraz. Como advierte el sociólogo Zygmunt Bauman, “la democracia se alimenta de la verdad”. Si esta premisa es violada, el sistema comienza a perder su capacidad de responder a las necesidades reales de la población, y las decisiones se basan en ilusiones en lugar de realidades.

Por último, la atmósfera de esta elección, absurda por momentos, ha dejado a muchos ciudadanos sensatos preguntándose si estamos frente a un ciclo de oscuridad política o una calma tensa. En un sistema donde las mentiras pueden ser disfrazadas de “hechos alternativos” y los ataques a las instituciones democráticas encuentran eco en sectores amplios de la sociedad, el futuro se torna incierto.

Para aquellos que valoran la democracia como una estructura que debe ser protegida y cuidada, los próximos cuatro años serán cruciales. Quizá esta sea una pausa que precede a un replanteamiento profundo sobre cómo evitar que las herramientas del sistema se usen en su contra.

Sin embargo, también persiste la inquietud de que esta “calma” pueda ser solo un preludio de más tensiones. El camino dependerá, en gran medida, de que el compromiso ciudadano y la responsabilidad de las instituciones encuentren una vía para mitigar los efectos de una política que, de seguir así, continuará bordeando el absurdo.

jpm-am

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