Crímenes por venganza

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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo

Con respecto de los crímenes de sangre cometidos en un propósito de venganza, recordemos que ese sentimiento de venganza reside en el hombre como una manifestación fundamental y primitiva de su instinto de conservación y de esta derivación que llamaremos el instinto de defensa-ofensa.

Se puede pensar, teniendo en cuenta del hecho que el desarrollo del sentimiento de venganza está estrechamente ligado al grado de evolución alcanzado por toda la personalidad, que este tiende a ser siempre menos intenso a medida que la instintividad fundamental evoluciona y se sublima en un sentido social.

Se comprende, de este modo, como ese sentimiento es particularmente desarrollado en los sujetos cuya evolución ha sido deficiente y en los pueblos menos avanzados. En algunos pueblos, en efecto, la venganza es tan extendida y es tan habitual, que ella es considerada como una norma de la existencia y como una regla a la cual hay lugar de obedecer, como se haría con un imperativo categórico.

Todo esto es la consecuencia del hecho que en esos pueblos toda actividad criminal es, ante todo, orientada hacia la defensa de la tribu y de la familia, falta de una justicia colectiva organizada; por lo tanto, la venganza se considera un deber o un derecho en relación con condiciones raciales y étnicas particulares (Von Hentig).

Los estudios que realizamos en colaboración con Crisafulli sobre la criminalidad en Albania en 1941 confirmaron plenamente lo que afirmamos anteriormente, especialmente en lo que respecta a las venganzas de sangre, cuya frecuencia se debe precisamente a que el individuo, como resultado de numerosas circunstancias (humedad, secuestro, seducción, adulterio, difamación, violación de juramento, etc.) está obligado a recurrir a él, no sólo para asegurar su propia defensa, sino también para obedecer una tradición que tiene fuerza de ley moral.

De donde el desarrollo de una larga serie de venganzas que, a veces, perturban la existencia de muchas familias pertenecientes a diferentes tribus. Recordemos que esta misma mentalidad se encuentra igualmente en todo los individuos que presentan una evolución psíquica defectuosa.

Ciertos individuos, en efecto, se hacen fácilmente culpables de crímenes y van hasta cometer uno o varios homicidios, precisamente en consecuencia de una tendencia neta y persistente a la venganza que se despierta todas las veces que ellos creen ser atacados en su honorabilidad y haber sido ofendidos.

Se trata de individuos que no saben olvidar la ofensa, y, menos aún, perdonar; sobre todo porque a raíz de la ofensa recibida se dejan dominar fácilmente por la ira y el odio.

Naturalmente, se trata de sujetos dotados de una receptividad criminógena particular, generalmente monovalente, que hace nacer en ellos un tormento emotivo y afectivo profundo, que le hace apreciar la realidad a su manera, que le hace, a veces, presentar-sobre todo cuando el defecto de poder crítico se hace más fuertemente sentir –de verdaderos tormentos interpretativos, que, en los casos particularmente graves, se acercan de los estados sub delirantes.

Ellos son generalmente de temperamentos paranoicos. Otra forma de tendencia a la violencia, en general, y al homicidio, en particular, es la que se encuentran en ciertos sujetos que presentan caracteres de crueldad grave y persistente, y que gozan haciendo el mal, provocando sufrimientos y en cometiendo homicidios, pero sirviéndose de medios orientados de preferencia hacia el engaño.

Esos criminales son llevados a cometer uno y a veces varios homicidios sirviéndose preferiblemente de venenos, a menudo sobre familiares, a veces hasta sobre sus hijos o sobre sus padre y madre. Los estudios  realizados sobre los envenenamientos aun puesto netamente en evidencia que estos poseen una personalidad en la cual se encuentra frecuentemente notas de hipo evolución psíquica, acompañada de caracteres a veces esteroides y a veces paranoides.

Particularmente importante es la circunstancia que la génesis de esas formas de homicidio no violento se encuentra, a menudo, en los individuos alcanzados de graves perversiones instintivas y afectivas, acompañándose de un sentido de placer y de goce que tiende a devenir siempre más profundo y a transformarse en un estado obsesivo-ansioso, a medida que se manifiestan los primeros síntomas de envenenamiento, y que el deceso se acerca.

Una forma no menos importante de crimen contra las personas es la que tiene lugar de atribuir al sentimiento de celo, ligadas de una parte al instinto sexual, y, de otra parte, al instinto de propiedad. Ese sentimiento, que es la expresión de una tendencia a la posesión exclusiva de la mujer, se encuentra en todos los pueblos.

Se confunde a menudo celos y envidia, y, peor aún, se confunde a menudo los celos con ese sentido de apego a la persona amada que es una manifestación natural del amor. Pero, hay lugar de recordar que el amor, cuando es sano y puro, consiste en un sentimiento de simpatía sincera y de atracción espiritual que no se aleja jamás del respeto, de la devoción y de la estima hacia la persona querida.

jpm-am

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