De la libertad a la censura

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El autor es comunicador. Reside en Nueva York

POR LUIS M. GUZMAN 

Cuando la libertad de prensa y de expresión se debilita y las redes sociales comienzan a ser controladas mediante algoritmos que filtran y moderan contenido, lo siguiente que podría esperarse es un ciclo de mayores restricciones a otras libertades fundamentales.

Este proceso tiende a tener varias implicaciones preocupantes. Los algoritmos son como recetas de cocina, pero para computadoras, son un conjuntos de instrucciones precisas que les dicen a las máquinas qué hacer paso a paso.

En el mundo digital, los algoritmos son fundamentales para todo, desde las recomendaciones de Netflix hasta las búsquedas en Google. Pero su uso específico es para la identificación de patrones, clasificación de contenido, ocultar el contenido, eliminar el contenido y más. Los algoritmos son herramientas poderosas que pueden ser utilizadas para moderar y filtrar contenido en línea, pero también pueden ser utilizados para censurar y manipular la información.

La censura puede extenderse más allá de la moderación de contenido en línea, alcanzando otros ámbitos de la vida pública. Los gobiernos y grandes corporaciones pueden empezar a controlar la narrativa dominante no solo en los medios digitales, de los cuales ya forman parte, sino también en los tradicionales, como la televisión, radio, y prensa escrita. Esto limita las voces disidentes y críticas, lo que crea un ambiente de conformidad y temor a expresar opiniones contrarias.

Propaganda y manipulación de la información

Cuando la verdad se convierte en una víctima de la guerra de narrativas, el vacío informativo es llenado por propaganda, noticias falsas o manipuladas, y campañas de desinformación. La información manipulada puede moldear la opinión pública y utilizarse para justificar políticas autoritarias o represivas. El público queda más vulnerable a ser influenciado por discursos que limitan el pensamiento crítico y las alternativas democráticas.

Una vez que la censura se convierte en una norma, el siguiente paso a menudo es la persecución de quienes aún se atrevan a alzar la voz. Periodistas, activistas y ciudadanos críticos pueden enfrentar represalias, como arrestos arbitrarios, amenazas, o la imposición de leyes restrictivas que criminalizan la protesta o el activismo en línea. En regímenes más autoritarios, estas medidas se acompañan de vigilancia masiva, aumentando el control estatal sobre la población.

Restricciones en la participación política

Cuando la libertad de expresión se deteriora, la capacidad de los ciudadanos para participar de manera informada y activa en la vida política se ve gravemente afectada. La desinformación y el control de los medios limitan la diversidad de ideas, lo que lleva a elecciones menos competitivas y, en última instancia, a la consolidación del poder en manos de élites políticas o económicas. Esto se traduce en una democracia más frágil o en el establecimiento de regímenes autoritarios.

A medida que se aceptan mayores niveles de censura, se abre la puerta a una mayor normalización de la vigilancia masiva. Los gobiernos y empresas tecnológicas podrían justificar la supervisión continua de la actividad en línea bajo el pretexto de la seguridad nacional o la lucha contra el terrorismo, lo que erosiona aún más la privacidad y otros derechos civiles.

La censura y la manipulación de la información pueden alimentar la polarización política y social, creando una atmósfera de “nosotros contra ellos”. Los grupos disidentes o minoritarios pueden ser deshumanizados, lo que facilita su persecución y la implementación de políticas que restringen aún más sus libertades. La fragmentación social es un paso peligroso hacia conflictos más profundos y la pérdida de cohesión en las sociedades democráticas.

El control de la información y la censura alimentan una creciente desconfianza en las instituciones. La población puede volverse cada vez más escéptica de los medios de comunicación, los gobiernos y las corporaciones tecnológicas. Esta desconfianza puede fomentar el auge de teorías de conspiración y la radicalización de ciertos sectores sociales, lo que socava aún más el tejido democrático y la estabilidad social.

La restricción de la libertad de prensa y de expresión es solo el comienzo de un ciclo que puede llevar a una erosión más amplia de las libertades civiles, la consolidación de regímenes autoritarios y un aumento de la vigilancia y represión. La sociedad corre el riesgo de perder su capacidad para autogobernarse de manera efectiva, lo que lleva a un retroceso en los avances democráticos.

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