El invisible hombre verde
Con la caída de bloque comunista en Europa del este y el bajo interés en inversión ideológica por parte de las potencias de occidente, se gestó la mayor crisis de inestabilidad de partidos políticos en Hispanoamérica, iniciada a finales del siglo pasado y acrecentada durante el actual. República Dominicana no escapa a esa realidad.
La salida del escenario político de los tres caudillos partidarios principales, segregó las estructuras ideológicas hasta convertirse en meras facciones defensoras de los intereses más bajos e impuros por encima de las letras, símbolos y banderas.
La llegada tarde de un movimiento social no partidista, gestado desde 2011 y actualmente con visibles muestras de simpatía ciudadana, no logra aún concebir una idea clara y precisa sus acciones en el corto, mediano y largo plazo que permitan ser una plataforma de un cambio radical en el contrapeso político del manejo de la cosa pública. La renuencia expresa a convertirse en fuerza electoral, los conmina al recurso de la confrontación política frente al gobierno y poderes de decisión, más que seguir siendo un picnic dominical de desahogo socio-emocional.
Este quinto bloque de masas, encuentra una clase política dividida con fisuras críticas dentro de sus organizaciones, serias imputaciones de corrupción, poco apoyo de sectores sociales y una gran indefinición en los sectores económicos. Aunque imperceptibles pero reales, existen alianzas cruzadas en torno a las posturas frente a la amenaza verde. Desde el partido de gobierno, un grupo apuesta al descrédito y la desintegración mediática y otro a usar el movimiento como elemento de presión para forzar al gobierno a ceder la “antorcha” en 2020.
Desde la acera del frente, un lado juega al neutralismo como muestra de “portarse bien”, mientras que sus contrarios se ufanan en la riesgosa estrategia de postrarse como carnada con la misión de la caza de ese gran tiburón. Claramente no entienden que los adeptos de su parcela sufren la mala enfermedad de enamorarse de las ideas y a la hora de cantar bingo, ya su corazón estaría bombeando sangre verde.
La sociedad dominicana aun no logra alcanzar la madurez para convertir en acción política, esa actitud cívica y ciudadana que nos cedió el 4% del PIB para la educación hace unos años y que ahora se enfrasca en una lucha más larga, peligrosa y empedrada.
Este nuevo empuje social iniciado en 2015 como “cadena humana”, trata de arrancar de cuajo los males de un sistema, que no sería posible sin la consigna radical del cambio total. Los países latinoamericanos que han podido vivir esa experiencia una y otra vez, tienen ideas más claras de cómo enfrentar las acciones del poder y por otro lado, de cómo defender las cuotas de representación, una vez alcanzadas.
Al leer el título, es probable pensar en una película de terror o alguna serie animada sobre extraterrestres. No. Es un esfuerzo por entender la problemática de convulsión social actual, un poco más allá que ser fanático del béisbol o aceptar el hecho de corra sangre de un color distinto por las venas.
jpm

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