Librerías del antiguo Santo Domingo
Cuando me mudé a la capital para estudiar leyes en l962 (¡ay, y me quedé para siempre!), las librerías que funcionaban eran Editorial Duarte del profesor Antonio Cuello, Amengual, El Conde 40, que traía las revistas Carteles, cubana, dirigida por Alfredo T. Quílez y Selecciones del Reader’s Digest.
Compré «La Era de Trujillo», del profesor vasco Jesús de Galíndez, tesis de grado para optar la cátedra de periodismo en la Universidad de Columbia, NuevaYork, que le costó la vida,
Luego la adminstró Papy Collado, que me fiaba, y adquirí casi la colección completa de biografías Gandesa, por cinco y siete pesos, encuadernación en pasta, papel bond.
Escoffet Hermanos, republicanos españoles exiliados, en la arzobispo Nouel entre Palo Hincado y Espaillat, la más completa y surtida del país entonces. Compré entre muchos libros.
Yo investigué la muerte de Trujillo por el doctor Teodoro Tejada Díaz, quien era fiscal del Distrito Nacional cuando se produjo el tiranicidio, editado por Plaza & Janés, S. A.
Librería América, del inolvidable Pedro Bisonó, arzobispo Nouel con Sánchez, que también me fiaba, donde tenía que acudir con una linterna porque las estanterías carecían de suficiente iluminación para identificar las obras, y además muy calurosa por cero ventilación.
Agora, propiedad de Héctor Western, estaba en la Hostos, frente a la estatua gigante del Padre de la Patria y La Nacional del historiador Franklyn Franco Pichardo localizada en la Nouel con Espaillat, que atendía junto a su progenitora, donde conforme a su especialidad, la mayoría de los libros era de historia y muchos de ciencias sociales (comunismo), idéntico a La Nacional. Antonio Lockward Artiles improvisó una librería en el zaguán de su casa en la calle Del Conde, frente al hotel América, donde residí como bordante, toda literatura de la entonces URSS y China, Ediciones en Lenguas Extranjeras. Ahí compré Escucha Yanqui y La Elite del Poder, de C. Wright Mills, Colección del Fondo de Cultura Económica de México.
La Librería Cuello de don Graciliano Cuello, hermano de don Antonio Cuello, en Hostos con El Conde, que en la guerra de abril abrió todo el tiempo y se sentaba en su mecedora frente a su negocio.
La librería de don Fabio Herrera Cabral, pero no el exquisito burócrata padre de Fabio Herrera Miniño, sino hermano de aquel, con el reguero de libros en el suelo, aceptaba todas las rebajas que pidiéramos, y siempre se recostaba de la puerta, mirando la avenida Bolívar, donde estaba situada la librería, entre Uruguay y doctor Báez.
La Trinitaria de Virtudes Uribe en la arzobispo Nouel entre l9 de marzo y José Reyes, con su exlusividad de autores dominicanos y librería Luna, al doblar de La Trinitaria, fueron más recientes, así como la del sótano del parqueo del ADN en Del Conde con José Reyes y la librería jurídica de las Mercedes con Hostos y la callejera de Andrés, Del Conde en el edificio de R. Esteva y en su frente.
La librería de don Julio Postigo en la Mercedes casi esquina l9 de marzo,, propulsor de la colección Pensamiento Dominicano, hito de propulsar a escritores dominicanos, secundando a la Academia Dominicana de la Historia en la época dorada que presidió don Emilio Rodríguez Demorizi; la Sociedad Dominicana de Bibliófilos y la Colección de la Fundación Corripio, estelas luminosas de apoyo a la escritura y escritores dominicanos.
Más adelante, la librería Lope de Vega, en esa arteria, luego trasladada a la Lincoln, donde pereció, del afable Francisco Santos y sus padres. Siempre estampaba en los libros “Cuide el bosque” y “Siembre un árbol”. Le compré centenares de libros a buenísimos precios.
En esas librerías completamos lo que es nuestra biblioteca que, repito, he obsequiado casi toda, primero por falta de espacio y luego, porque al final de la vida mientras menos carga, más confortable y ligero es el trayecto breve que resta..
Este trabajo es consecuencia y motivación del amor que desde muy temprano dispensé al libro, revistas, folletos, todo material impreso, como fuente de conocimiento y prurito por saber para difundir y propalar, que es el interactivo de todo comunicador y escritor, y en homenaje a ellos como perdurables protagonistas difusores de cultura.
jpm