Música, delincuencia y política
El director de la Orquesta Sinfónica Nacional, José Antonio Molina, asume una crítica bizantina y propia de un simple aficionado a la música, cuando afirma que el género urbano contiene veneno. Pareciera que, en República Dominicana, forzosamente, hay que danzar a contratiempo, o al modo sincopado del ritmo que pretendan imponer nuestros conspicuos cultores musicales. Molina, quien es un concertista conocedor de los grandes clásicos, bien pudo llamar a la moderación sobre las letras de composiciones de los que hoy representan el género urbano. De seguro que, viniendo de un cultivador de exquisiteces musicales como él; estos muchachos hubiesen validado con justezas razonables sus sabios consejos, y respondido con más respeto y moderación. Tan prestigioso músico, bien debe saber que la cultura per se, no sólo se corresponde con las bellas artes y gente por demás eruditas e individuos ilustrados; que los jóvenes que representan esos ritmos, poseen un talento condicionado a sus avatares y exclusiones sociales. También en sus contornos se cultiva el talento cual que sea su categoría y, como consecuencia, éste deviene en cultura, aunque no la aceptemos. Al igual que Molina, como exigentes melómanos; no sentimos ninguna delectación por el género musical en discusión. Y vamos más lejos; todavía no digerimos, la hoy aventajada bachata. Y eso que con el clientelismo político, hay bachateros gubernamentales y también este ritmo, ya ha penetrado a los augustos salones del Teatro Nacional. Pero qué podemos decir de nuestros barrios, donde la mayoría (entre ellos personas con estudios superiores) desprecia la bachata rosa de Juan Luis Guerra, y prefiere la muletilla musical o estribillo que dice: “me gusta esa vaina”. Es decir, que la bachata tradicional, aunque la rechacemos, supera en audiencia a la interpretada por tan notable músico. Recordemos que en sus inicios, el tango del inmortal Carlos Gardel fue rechazado, y tuvo como base la habanera de Cuba, introducido en Río de La Plata, Argentina, en el año 1850. Quién sabe si en tiempos por venir el género urbano será importante plataforma de algún trascendente ritmo caribeño. Nuestro merengue alguna vez fue rechazado y considerado vulgar y lesivo. Pero así como hay que admitir que nadie se baña dos veces en el mismo río y que todo fluye; la música al igual que los idiomas y otros entes sociales, tiene vida propia y tiende a cambiar según los estadios históricos. En este caso el estilo es el hombre y, en consecuencia, los jóvenes que hoy experimentan con otras tonadas calificadas por algunos como “violencia”; manifiestan sus frustraciones, amores, desamores y demás sentimientos e inquietudes. Es decir, colocan en relieve sus conocimientos y cultura que, necesariamente, no es la nuestra. Lo demás respecto a esta parte ya lo ha dicho en otro artículo, el sociólogo y folklorista, Dagoberto Tejeda. No necesariamente la sociedad toda tiene que sentirse orgullosa de que surjan géneros musicales como el de marras. Pero mucho de que los hemos tenido la oportunidad de incursionar en la música, bien sabemos que, en estos momentos, no sólo es el alma de los pueblos; también constituye un muro de contención que detiene nuestra intempestiva delincuencia actual. Por ejemplo, con sus excepciones, por lo menos don Miguelo y otros merengueros urbanos cuyos nombres se nos escapan, tal vez mal escriban sus composiciones, pero es evidente que no protagonizan ni engrosan las estadísticas de delincuentes que azota a la nación dominicana. LO QUE Sí ES INDETENIBLE VIOLENCIA Aunque tanto Molina, la presidenta de la Fundación Vida Sin Violencia, Yadira Fondeur de Fernández y el Ministro de Cultura, José Antonio Rodríguez, han dicho que las letras de las composiciones que se corresponden con la música del género urbano generan violencia, por lo menos el público que la rechaza, tiene la opción de no oírla, forzosamente. La violencia que inexorablemente tenemos que aceptar, es la que imponen nuestros gobiernos y políticos que, aunque indirectamente, generan las composiciones de muy peculiares cantores urbanos. Tenemos que aceptar, sin ningún tipo de silbido y ritmo alguno que nos distraiga; los abusos en las cargas impositivas; los altos precios de los productos de primera necesidad y, por si fuera poco los conductores o choferes, deben comprar la gasolina a casi 300 pesos, porque no pueden optar por llenar de agua u otro líquido el tanque de sus vehículos. Por ello, abusivamente el gobierno devenga por cada galón, unos 150 pesos. Don Miguelo y sus colegas no nos obligan a oír su música, mientras que el director de Aduanas, Fernando Fernández, refiriéndose al cobro de impuestos por el internet con la compra que alcancen menos de 200 dólares, nos amenaza y dice que eso va. Y sabemos que tras estas amenazas, con su cara de pendejo, está la decisión del presidente Danilo Medina. Tal vez, aparte de estos abusos y medidas inconstitucionales aplicadas arbitrariamente, es que estos muchachos del género urbano se rebelan y hacen canciones irrespetuosas calificadas de venenosas. Simplemente, ellos responden según su cultura, a los abusos de los gobiernos que siempre los han excluidos. Sólo que ellos, nos dan la opción de defendernos no escuchándolo y haciendo caso omiso a su interpretaciones; pero lo mismo no ocurre con el gobierno, representado por un presidente indiferente que ya nos ha embarcado en una deuda de 31 mil 500 millones de dólares. En torno a las composiciones en las que se maltrata y ofende a la mujer dominicana, no estamos de acuerdo con esa práctica, pero entendemos que la violencia es generalizada y que se ha utilizado el feminicidio como sainete, para ocultar ciertas crudezas. Hay una violencia generalizada, y se podría decir que, aunque no estemos de acuerdo con los asesinatos de nuestras mujeres, las estadísticas demuestran que el número de asesinatos de hombres, en los que se incluyen hasta niños, sobrepasa al de nuestras féminas. Finalmente, le hacemos un llamado al Ministro de Cultura, José Antonio Rodríguez para que en vez de dedicarse a criticar la música del género urbano, oriente a estos muchachos; implemente una verdadera política de cultura; reanude otra vez-si le compete- la retreta en los parques y emprenda una cruzada nacional tendente a educar a estos inquietos jóvenes, tanto en lo musical como en artes auxiliares. Tal vez obtenga nuestro total y humilde apoyo. Si implementara otros nodales de cultura y música de pueblo y se tornase tan creativo como los muchachos del género urbano, de seguro tendría todo el apoyo del pueblo dominicano. Porque hasta ahora, el pueblo sólo lo recuerda como un cantante de un chorrito de voz, que trataba de emular a Joan Manuel Serrat. Es decir, que sin crear nada, como los intérpretes del ritmo del género urbano; hoy, ocupa una posición que tal vez la merecieron otros con más capacidad y creatividad. Eso también es violencia. Y reafirmamos que no nos gustan esos aires musicales, ni la misma bachata, por lo tanto, no ganamos nada con estas consideraciones.