¿Somos anti-reeleccionistas?
No lo niego, la pregunta-título de este artículo, desde hace un tiempo, me viene martillando la cabeza y de ser cierta la hipótesis significaría un hallazgo sui géneris, pues habremos conjurado, como sociedad, lo que Juan Bosch definió como una de nuestras “arritmia” históricas -o recurrencia histórica-cultural- de la que ningún líder-Presidente contemporáneo -quizás dos- no se vio, de una u otra forma, tentado por aquello de la famosa “Soledad del poder”, el continuismo o, de que el Gobierno no sufriera merma en su dinámica-operativa institucional.
Sin embargo, no deja de resultar extraño el hecho significativo que, en término de activismo social y político, lo que copó la atención pública nacional o ciudadana fue, por dos años (2017-19), el ya desaparecido movimiento Marcha Verde que tenía como consigna: ¡fin de la corrupción y de la impunidad!; de donde se podría inferir que estas dos variables ocuparan la percepción pública o ciudadana más alta en las encuestas o estudios sobre aspectos sociopolíticos. Pero no, pues resulta que la variable –percepción-ciudadana- con más alta tasa de rechazo viene a ser, según todas las encuestas (incluida la más reciente “Zogby” o Zombi), la variable reelección o modificación de la Constitución.
Tal “hallazgo”, como ya dijimos, luce extraño si sabemos que los fenómenos de raigambre histórico-estructural (herencia, en este caso, del caudillismo) solo se conjuran a largo plazo y generalmente luego de amplios consensos entre los actores sociales, políticos y fácticos en una sociedad. Y más raro resulta -el “hallazgo”-, si lo que se estuvo aireando en las calles, por dos años, fueron, repetimos, dos consignas que, ni por asomo aludían a la referida recurrencia-arritmia histórica.
Alguien, con ínfula de sabelotodo, me dio una respuesta: me dijo que todo obedecía a que el tema electoral ya era el centro del debate nacional, es decir, que, según esa lectura, lo coyuntural desplazaba lo histórico-estructural y también el tema-movimiento Marcha verde. ¡Magnifico! O mejor, de antología.
No obstante, sigo con varias curiosidades-perogrulladas: si se dice que no existen los votos para pasar una reforma, entonces, ¿cuál es la preocupación y activismo de los anti-reeleccionistas –otrora reeleccionistas-?
Y esta otra: ¿Por qué una minoría partidaria prefiere dilucidar el tema de una posible reforma constitucional en el ámbito de la opinión pública -con pasmosa cobertura-mediática- y no en el seno de su partido? ¿“Las minorías” imponen la democracia?.
Ante tantas dobleces, me voy a permitir coincidir con el abogado Mario Vinicio Castillo que, en el 2008, se pronunció por la reelección indefinida (o más reciente-2010, por un “referéndum-aprobatorio”). Ello resolvería el asunto, pues el problema iría donde se genera: en los partidos y sus líderes…
SP-AM

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