¡Seguiré a caballo, eso dijo el general!
Como la historia se repite, primero como tragedia y luego como comedia, al decir de Carlos Marx -parafraseando al idealista de Hegel- y recogido en su memorable 18 de brumario de Luis Bonaparte; en la isla nuestra, los hechos siempre tienen una segunda versión, aunque sea, en formato de caricatura.
Es así como Ladino Medina, en su destape-respuesta al presidente Leonel Fernández, nos rememora -como farsa- la tragedia de Trujillo, al nombrar a su hermano Héctor Bienvenido como candidato a la presidencia, sabiendo que solamente sería su títere o monigote. Es evidente que hay semejanzas y divergencias en estos dos hechos, distantes unos 60 años en el tiempo.
Lo primero es que Medina no es Trujillo, aunque el primero sueñe con ello e imite sus veleidades desde el poder. Pero Gonzalo tampoco es Negro, que se admite era poco ambicioso y que finalmente se tuvo que casar con Alma McLaughlin, para disipar esas dudas que, para la época, resultaban tan pecaminosas.
A Trujillo se le conoció como buen jinete, un arte fuera de uso en la gente de hoy, mientras que Danilo, como sanjuanero, es seguro que sabe algo sobre “Carrera de Yeguas”. Pero, además, su “caballo político”, Negro, era muy dócil, algo que no se puede afirmar del “caballo” de Ladino, por aquello de la ambición.
En materia de representación, a Negro se le dio el mismo rango que tenía Trujillo: “generalísimo”, y a la hora de discursear, se desenvolvía poco mas, poco menos. Del “Penco Gonzalo”, por su parte, se sabe que es tan mudo como su jefe; que no hablan, pero ejecutan y suman y multiplican adendas en los contratos.
Eso de prestarle “la silla” al Penco, como le prestaron a Negro “el bicornio emplumado”, va a ser un trago muy difícil para el hombre de Arroyo Cano, dado que, los tiempos cambian y las instituciones ya no son iguales que antes. La sospecha de Ladino -aunque haya confianza y se quieran mucho- es que el Penco “se le alce con el santo y la limosna”, una vez le ponga “la ñoña”. Porque es que, “no se sabe quién le debe a quién”.
Lo que mas llamó la atención, fue lo del “penco”. Al margen de los intentos por sacar la pata a tiempo, no se entienden las razones de Ladino para bautizar su delfín con ese nombre tan expresivo. Yen eso, Medina imitó muy bien al Jefe, que se solazaba ridiculizando a sus vasallos. Ojalá que no trate de replicar otras travesuras que Trujillo hacía a sus colaboradores.
Ahora, hay algo en que el sanjuanero nunca igualará al sancristobero. En privado, Chapita era despiadado, vengativo y muy cruel, pero en público, rara vez perdía la compostura. Era un simulador de primera. Algo muy difícil para Ladino, como pudimos notar en su discurso.
Sin embargo, lo mejor de Danilo aún no lo hemos visto. Porque el hombre proclamó a voz en cuello: “yo le voy a ganar”. El problema es que Ladino no es candidato y desde la presidencia, se supone que él solamente puede ser árbitro del proceso.
¿Cuántas leyes violará? ¿Cuántas indelicadezas se cometerán desde el Gobierno, sólo para favorecer al Penco? ¿Cómo trabaja el resentimiento cuando se está perdiendo el poder? Estas son sólo interrogantes mías.
¡Vivimos, seguiremos disparando!

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