La victoria venezolana es cuestión de conciencia

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EL AUTOR es comunicador. Reside en Cotuí.

Las complicaciones del mundo contemporáneo nos reservan de vez  en cuando las más interesantes sorpresas. No sin que les falte en ocasiones el toque incisivo de alguna que otra enseñanza. De algo así nos llega la noticia desde escenarios suramericanos.

 

Mientras Leopoldo López lo tienen en una mazmorra nauseabunda, el pueblo venezolano se sacude de inicio su yugo. Mientras el sacerdote Frei Beto, lanza sus andanas sobre lo que en verdad es –renacuajo putrefacto y mosquito que propaga el dengue de las tiranías por conveniencias–, el Jimmy Carter Domiciano, Leonel Fernández vio como le dan una pela a calzón quitao a los que usurpan el poder. Así les sucederá a los del PLD de continuar su carruaje dictatorial de partido en este país de Duarte, Sánchez, Mella y Luperón.

 

Fernando Belaunde Terry lo dijo muy claro: Todo partido político que reúne las cualidades del continuismo se monta en el vehículo del poder para robar. Belaunde Terry el ingeniero peruano no era judío ni mucho menos teólogo, pero en este sentido apostrofó una verdad. Los gatos y cimarrones siempre se conocen. Todo el mundo conoce que las cooperativas en este país es una maquinaria solapada para que el continuismo prosiga y lleve a tocar fondo a esta tierra que tanto sufre y tanto llora con una dictadura de partido que ya nadie la soporta.

 

Ante las declaraciones en Brasil del comunista Frei Beto que el paraíso que se forjó se le está yendo de las manos y ha confundido lo celestial con lo terrenal regresamos a aquellas declaraciones de Otto Dibelius, cuando creyó que debía decir algo a la altura de su investidura. Dibelus achacaba  el fenómeno a la tremenda absorción política del sistema totalitario, especialmente sobre las generaciones jóvenes, el obispo en aquella ocasión declaró paladinamente que las leyes de Alemania Oriental no eran validas para los cristianos.

 

En aquella ocasión Otto Dibelius con 79 años dio a conocer sus opiniones en momentos muy difíciles de aquella Alemania dividida. Se refirió a un polémico texto de San Pablo en la Epístola a los Romanos.

 

En este aspecto a muchos le despertó sus cosquillas a la mentalidad teutónica, aficionada al árido deporte de la filosofía profunda y espesa. El citado versículo paulino dice nada menos: «Toda alma se someta a los poderes superiores [el estado].Porque no hay poder sino de Dios; y los que existen al poder han sido ordenados por Dios. Quienquiera, pues, que resiste al poder, resiste a las ordenanza s de Dios» [Romanos 13.1] En otras palabras, el cristiano tiene siempre que obedecer al poder existente, cualquiera que sea su naturaleza.

 

En aquel entonces, esta por lo menos es la interpretación a que muchos atribuyen la pasividad con que la mayoría de los cristianos alemanes soportaron a Hitler. Y es a la que se apela siempre que se quiere justificar o insinuar la abstención cívica del creyente. El caso de Venezuela demostró lo contrario. La mayoría del venezolano creyente votó a favor del cambio.

 

Frei Beto es de los comunistas que piensa que pisotear a un pueblo es subyugarlo al estilo Alemania Oriental, Cuba y ahora Venezuela por mencionar algunos ensayos políticos que le dan carta blanca, para recibir el buen dinero de las arcas de esos pueblos supeditados a la miseria y a la traición. Ha pensado que eso es el reino de Dios. En este caso Venezuela anoche se libró del reino de Dios que Frei Beto le gusta que otros países sostengan, pero siempre él de Benefactor, nada de estar preso en una mazmorra como lo está Leopoldo López y un sinnúmero de cubanos en la isla esclava. Frei Beto ni dice ¡ji!, sobre esos infortunados. Como sacó millones de dólares a su libro «Fidel y la Religión», pensaba seguir ordeñando a su Ubre Blanca, pero parece que la leche y miel de esos países totalitarios se les está acabando. Beto aplica el versículo de San Pablo para tratar de subyugar a los creyentes bajo una bota maldita y desgraciada.

 

Dibelius con anterioridad, sin embargo, niega rotundamente que semejante doctrina tenga aplicación en el caso del estado totalitario. Con lo que cual sienta a su vez una audaz y significativa «jurisprudencia» teológica. «Los poderes totalitarios –dice en su declaración—no pueden considerarse entre aquellos de que hablaba el Apóstol, porque en esos estados no  existe el derecho en el sentido cristiano de la palabra.»

 

En aquel entonces como hoy las consecuencias de la actitud del obispo fueron previsibles. La reacción no se hizo esperar.  Muchos de sus colegas en los días difíciles de la Alemania Nazi públicamente dijeron que no estaban de acuerdo con las declaraciones del obispo (los que siempre bailan el son con los que están), luego les salió muy cara esa afirmación.

 

A todo ello Dibelius respondió con un silencio. Los que lo conocieron dicen que en realidad logró lo que se proponía: recordarles a los alemanes el precioso derecho a tener una opinión propia. En suma, una típica cuestión de conciencia como lo demostró en las urnas el pueblo venezolano.

Jpm

 

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