La brecha salarial ensancha la inequidad social

No hay que ser un economista experto, ni un sobresaliente analista de las ciencias sociales, tampoco un profeta, para adelantar que una concertación de voluntades de todos los sectores productivos del país, incluyendo el Estado, tendente a cerrar progresivamente la brecha salarial, nos traería grandes beneficios a todos, al tiempo que nos ahorraría buena parte de las tantas   penurias que nos abaten.

Nuestro país vive sobre grandes y graves contrastes. Uno de ellos es la amplísima –y onerosa– brecha salarial. Se trata de un tema discutido innumerables veces, tanto en sus implicaciones técnicas como también sociales, pero sobre el que, a pesar del sostenido crecimiento de nuestra economía, se ha avanzado muy poco.  Inexplicablemente cada día la brecha salarial se hace más amplia sin reparar que esta situación, que afecta primaria y directamente a una gran mayoría, en sentido general, termina afectándonos a todos.

Una brecha salarial tan amplia y desproporcionada como la nuestra nos da de entrada   un diagnóstico poco esperanzador. La desigualdad salarial nos afrenta y nos perjudica a todos. En un país como el nuestro que vive sobre permanentes y cada vez más agudas tensiones sociales que, aunque no terminan expresándose en términos capaces de alterar o amenazar las estructuras y el clima político, si tienen otras repercusiones   preocupantes que dañan la vida colectiva.

Esas insatisfacciones tienden a volcarse en violencia, en desconocimiento a las normas de orden público, en delincuencia y desorden que, luego buscamos contener emitiendo leyes o tomando medidas de fuerza, cuando estos ímpetus pudieran ser atenuados con iniciativas más eficaces, duraderas y sostenibles.

Todos estamos preocupados por la delincuencia y la violencia a la que hemos tipificado en diversas modalidades: domestica, de género, juvenil, pero no hemos tipificado ni le hemos puesto calificativo a lo que debe llamarse la violencia salarial.

Las mujeres también son víctimas de violencia salarial, pues tal como se ha demostrado, en un alto porcentaje, reciben pagos menores a los hombres, aun cuando realizan el mismo trabajo y tienen el mismo rendimiento.

Acercar más social y económicamente a los sectores que componen la sociedad es contribuir a un clima de mayor seguridad, es extender para el disfrute colectivo el bienestar social capaz de garantizarnos un estado de mejor y mayor convivencia que se traduciría en menos ira social acumulada, menos miedo, menos estrés colectivo, menos histeria y espanto entre otros daños sicosociales que nos abaten.

Cerrar la brecha salarial debe ser una preocupación de todos. En nuestra escala salarial hay sueldos cuyos altos niveles   solo son sostenibles y explicables sobre la base de un estructura social, política y económica injusta.  Igual sucede con los llamados salarios mínimos, como si la vida humana unos pocos la pudieran vivir al máximo, a costa de una mayoría que está obligada a vivirla en los límites mínimos de la sobrevivencia, un mínimo que estrangula y reduce la existencia a la más precaria de las posibilidades.

Esto nos indica que vivimos en una sociedad que tiene estructuras institucionales que minimizan la vida de las grandes mayorías, y la amplían a excedentes sin límites para unos pocos. Esto nos conduce a una revisión de los valores sobre los cuales definimos y concebimos la vida.

No es admisible que una minoría pequeña se haya apoderado de las estructuras y de todos los mecanismos de orden social para imponer un modelo tan despiadado e injusto. Tenemos una élite que disfruta de abundancias insospechadas conviviendo con una amplia franja de la sociedad que mal vive carencias insoportables en situaciones   tan minimizadas y reducidas como los salarios que le pagan.

Se podría alegar que este es un patrón muy universal y que responde a principios básicos del capitalismo. Pero esto no debe ser justificado; todo lo contrario, son estas tendencias negativas que los pueblos pobres como el nuestro deben revertir con voluntad y determinación.

Comenzar a hacer esfuerzos serios de parte de todos los sectores productivos de la nación es una manifestación de inteligencia social y política que nos beneficiaría a todos. Es un esfuerzo de entendimiento colectivo en el que nadie sale perdiendo.

La clase poderosa que sostiene esta estructura salarial tan desigual, ni siquiera se motiva por la teoría que expone que cuando el poder de compra de las clases más necesitadas aumenta, la producción y el comercio también crecen, y en consecuencias las ganancias también se multiplican.

En los países donde la brecha salarial es más cerrada, los beneficios sociales (seguridad, salud, educación, alimentación) son mejor aprovechados por todos. Es seguro que, si ponemos voluntad para construir una sociedad más justa, tendríamos un país más grande, más seguro y también más feliz.

jpm

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Joel Thomas
Joel Thomas
7 Años hace

Excelente

Emilio
Emilio
7 Años hace

Muy buen análisis, solo difiero en dos puntos.,1ro. el cerrar esa brecha es preocupación de todos.( los políticos- congresistas-funcionarios-los empresarios-) esos “buenos dominicanos “ no están preocupados. 2do. quizá no haríamos una Patria más grande pero si más Segura y más Feliz. Permítame agregar que los Grandes cambios los hacemos Nosotros,los que estamos en el fondo de esa Brecha.