El poder y el silencio: los intelectuales del canon

Al observar los fenómenos de la descomposición social en la sociedad dominicana, la degeneración ética y moral de los actores políticos, la sofisticada red de la complicidad para crear impunidad a favor de hechos criminales que lesionan los intereses del Estado y el método al que se ha recurrido para la acumulación exagerada de grandes riquezas en manos de un grupo reducido de individuos y de empresarios ligados a la política. Debido a esta impresión, se teme que en el país pueda lograrse cambios importantes en la educación a pesar del 4%; esto me ha llevado a leer la obra del escritor chino Dai Sijie, «Balzac y la joven costurera china», tratando de encontrar pautas y lineamientos en éste y otros autores que ayude a darnos luz para evitar que el encubrimiento de los intelectuales y el Estado pueda obstruir un posible plan verdadero de reeducación de la sociedad dominicana. Los hechos ha que está sometida la sociedad dominicana invitan a su reeducación para tratar de reencausar la vida de los ciudadanos y así mejorar o transformar la calidad de los futuros actores políticos aplicando la teoría epistemológica del falsacionismo del filosofo judío, Kart Popper, para intentar refutar un comportamiento amoral manifiesto mediante un contraejemplo. En ese sentido Sijié narra en la obra citada lo siguiente sobre la reeducación: » Dos adolescentes chinos son enviados a una aldea perdida en las montañas del Fénix del Cielo, cerca de la frontera con el Tíbet, para cumplir con el proceso de «reeducación» implantado por Mao Zedong a finales de los años sesenta. Soportando unas condiciones de vida infrahumanas, con unas perspectivas casi nulas de regresar algún día a su ciudad natal, todo cambia con la aparición de una maleta clandestina llena de obras emblemáticas de la literatura occidental». Continua explicando el cineasta y novelista chino,—quien tiene una novela monumental titulada: «Le complexe de Di»—, en Balzac y la joven costurera china, lo siguiente: «Así pues, gracias a la lectura de Balzac, Dumas, Stendhal o Romain Roland, los dos jóvenes descubrirán un mundo repleto de poesía, sentimientos y pasiones desconocidas, y aprenderán que un libro puede ser un instrumento valiosísimo a la hora de conquistar a la atractiva Sastrecilla, la joven hija del sastre del pueblo vecino». Por qué he traído en este trabajo la obra, Balzac y la joven costurera china, es porque la narración es un emocionante impulso al poder de la palabra escrita y al deseo natural de libertad, lo que sin duda explica el fenomenal éxito de ventas que obtuvo en Francia el año pasado, con más de cien mil ejemplares vendidos apenas dos meses después de su publicación. En una entrevista que se le formuló al filosofo, escritor y pedagogo colombiano, Estanislao Zuleta, sobre el tema de la responsabilidad social del intelectual, éste explicaba lo siguiente: «Siempre se ha creído que la responsabilidad del intelectual es un comportamiento compulsivo; que el intelectual no tiene responsabilidad sino con el conocimiento, con la investigación, con el pensamiento y que sus efectos sobre la historia se derivan de su inte­gridad como pensador y no de sus propósitos políticos». Y, continua explicando el fenecido intelectual colombin «De alguna manera es así. Reconozco que hay efectos de la cultura que están muy ale­jados de los propósitos conscientes de un autor y que pueden ser incluso más profundos y más eficaces que aquellos que son conscientemente buscados». Zeleta es autor de varias obras interesantes, como, «Thomas Mann, la montaña mágica y la llanura prosaica», publica en 1977 y «La poesía de Luís Carlos López» (1988). Zuleta es puntual cuando plantea en la entrevista de marras la fuerza transformadora que tiene el intelectual, siempre y cuando ese intelectual no pertenezca al canon o que este escribiendo para el canon de escritores pagados por un gobierno para confundir los verdaderos propósitos por los que debe ser encaminada la vida de una sociedad. Dice el intelectual colombiano citado anteriormente: «Tomemos el caso colombiano y un ejemplo sencillo. Algu­nas obras de poetas colombianos, que fueron muy popula­res y que en cierto modo lo siguen siendo, no tenían propósitos políti­cos. Pienso, por ejemplo, en el Nocturno III de José Asun­ción Silva, o en algunos poemas de Barba Jacob. Sin embargo, su manera de valorar la vida, de considerar el amor, la muerte, el destino, tuvieron y siguen teniendo un efecto disolvente sobre la cultura patriarcal católica de la sociedad colombiana, proba­blemente más poderoso que la obra de Vargas Vila, quien se proponía directamente anticlerical». Tratando de discernir sobre al papel de los intelectuales y la cultura dominicana vigente, me gustaría transportar este trabajo a lo que escribe el intelectual dominicano, Fernando Valerio-Holguín en un enjundioso ensayo titulad «Clase política, compadrazgo y hampa cultural en la formación del canon». Con este trabajo el lector culto podría entender cuál es el papel de la llamada «clase política», que ejerce la supremacía a través del Ministerio de Cultura, veamos lo que dice Valerio-Holguín, quien es actualmente profesor de Colorado State University, en EE.UU.: «En la República Dominicana, a partir de criterios políticos, no solo son canonizados los libros sino también los autores. El prestigio social del autor se transfiere metonimicamente a la obra. En otras palabras, el “campo estético” de la creación se confunde con el “campo político”. En algunos casos, la “concepción de la ‘creación’ [se inscribe en la] expresión irreducible de la ‘persona’ del artista, o la utopía…de un ‘mandarinato intelectual’, que tiene por principios un aristocratismo de la inteligencia (Bourdieur 25)». Resulta sumamente interesante continuar glosando las ideas de Valerio-Holguin, pues ella nos podría dar una visión más amplia y precisa sobre lo que es ese ‘mandarinato intelectual’, dice el citado autor: «Desde sus despachos, los mandarines de la cultura dominicana otorgan “canonjías”, premios, condecoran, ordenan publicaciones y otorgan pensiones a intelectuales integrados a la clase política». Y, más adelante, en el subtitulo de la misma obra citada: “Los intelectuales y el Estado dominicano’, Valerio-Holguin expone que: «El intelectual mandarín o cortesano no está interesado ni en el conocimiento, ni en la verdad, ni en la interpretación de la sociedad en que vive, a menos que le convenga de algún modo para sus propósitos personales, grupales o partidistas. En ese sentido, Gramsci expresa lo siguiente: “Cuando el Estado quiere iniciar una acción poco popular empieza creando la opinión pública adecuada, es decir, organiza y centraliza determinados elementos de la sociedad civil”. Antes de demarcarme de las concepciones sociológicas de Valerio-Holguín para entrar en otras ideas de otros autores que describen el poder de los intelectuales en el proceso formativo del canon literario, debo agregar un último juicio suyo, dice el autor citad “la ‘opinión pública’. . es el punto de contacto entre la ‘sociedad civil’ y la ‘sociedad política’, entre el consentimiento y la fuerza”. De ahí que la radio, la prensa, el cine, la televisión e Internet puedan crear, inmediatamente antes o después de alguna acción del Estado, “sensaciones”, “emociones” y representaciones que manipulen las ideas, con fines de crear un consentimiento entre las clases subalternas”. Leyendo a Michel Foucault, historiador de las ideas, filósofo y teórico social francés, sobre una entrevista que se le hizo del tema “microfísica del poder”, éste manifiesta lo siguiente: «Me parece que la politización de un intelectual se hace tradicionalmente a partir de dos cosas: su posición de intelectual en la sociedad burguesa, en el sistema de la producción capitalista, en la ideología que ésta produce o impone (ser explotado, reducido a la miseria, rechazado, «maldito», acusado de subversión, de inmoralidad, etc.); su propio discurso en tanto que revelador de una cierta verdad, descubridor de relaciones políticas allí donde éstas no eran percibidas. Estas dos formas de politización no eran extrañas la una a la otra, pero tampoco coincidían forzosamente. Había el tipo del «maldito» y el tipo del «socialista». Andrea Revuelta, del Partido de los Trabajadores de Uruguay, en un ensayo titulad «Los “Intelectuales” y el poder», explica lo siguiente: «Las funciones que desempeña el “intelectual” lo colocan en una situación ambigua y en muchos casos contradictoria: tanto puede volverse abiertamente un ideólogo del poder que elabora representaciones cuyo objeto consiste en hacer que el individuo “interiorice” las relaciones de dominación existentes, esto influye sobre el imaginario social, instituyendo valores, creencias, signos que tienen como fin institucionalizar la relación de poder a través de un consensus; puede asumir como tarea el análisis critico que impugna al poder instituido, luego denuncia sus mecanismo enajenantes y opresivos». La citada autora hace un retrato al carboncillo sobre la enorme capacidad de los intelectuales adheridos a la maquinaria del poder, a lo que aquí en el país ha dado llamarle, “trepadores” o “arribistas”, Veamos lo que la autora plantea: «Si por una parte el saber sirve al “intelectual” como instrumento que le permite enjuiciar críticamente la realidad (conocer los diversos elementos que la conforman, la manera como estos últimos se interrelacionan, se interpenetran e influyen recíprocamente; las tendencias implícitas así como lo esencial de lo secundario); por otra parte, el conocimiento le sirve como medio para hacer una carrera, labrarse un estatus.» Siguiendo a Andrea Revuelta sobre los intelectuales, no debo terminar este ensayo sin dejar de mencionar otro aspecto importante de su examen, cuando dice: «…la elevada imagen que tiene (el intelectual) de sus propias capacidades lo lleva fácilmente a creer que por ello merece honores y privilegios, buenos empleos y buenas retribuciones. La naturaleza de las relaciones entre el “intelectual” y el Estado; complicidad y complementariedad o disidencia y contrapoder». Hoy los intelectuales transformados en veletas con sus excepciones; y fascinados por el poder de los partidos políticos que alternan el poder cuatrenio a cuatrenio, o se prolongan mediante trampas ordinarias y clientelitas; este espejo de los intelectuales del poder, acostillados de la otra Eva, son animales de granjas conformistas, incapaces de impulsar cambios o de hacer aparecer en una montaña la maleta mágica de la reeducación, distante a la sociedad de la parafernalia. Los intelectuales dominicanos subordinados a los cánones del poder nunca le van a responder a Valerio-Holguin de manera pública porque parte de su estrategia es el silencio. Mucho mejor es recibir emolumentos y azucaradas canonjías palaciega.

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