El mundo de los mortales

Los lectores de la obra «La Comedia,» de Dante, lamentablemente niegan una realidad, como lo es la existencia de un infierno; es de fácil comprensión la verdad de los opuestos: cielos e infierno.

Un mundo donde todos, o casi todos, hemos de morir, no constituye una buena esperanza para los que los componen. La muerte es la peor consecuencia y fatal realidad para la humanidad, debido a que pone fin a todos los proyectos humanos y sobre todo a la existencia humana sobre la tierra. Por eso es que, al nacer alguien tiene una posibilidad de vida limitada, y muchas veces inalcanzable, como resultado del pecado y sus consecuencias.

El pecado puede definirse como toda acción que el hombre realiza en contra de la vida del hombre. En tal virtud, el apóstol Pablo escribió: «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron».  «Porque la paga del pecado es muerte;» «Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados» Rom. 5:12; 6:23a; Ef. 2:1 respectivamente.

El mundo de los mortales, no es más que esta realidad que vivimos, en la cual el ser humano es víctima de su propio actuar. No ha habido manera de que el hombre logre contrarrestar la muerte y sus causas. Estamos sentenciados a ese final atroz, del cual huimos sin poder escapar. Esa verdad, ha hecho que el humano, busque mil maneras de salir adelante, pero cada día se muestra más cruel esa realidad fatal del hombre.

Las guerras, la hambruna, las pestes, las pandemias, los conflictos sociales, las enfermedades, las velocidades automovilísticas, el trabajo forzoso y en condición de peligro, entre otras causas llevan a la muerte. Muchas de éstas son productos de la insensibilidad humana, como carencia del amor al prójimo. El problema no está en las cosas, sino en el humano, que a su inteligencia la usado muy mal.

La inteligencia artificial (AI) traerá como efecto más muerte. Sucederá lo mismo que con el desarrollo tecnológico, que desplazó las manos de trabajo del hombre en el campo, y los mandó a formar cadena de miserias en los alrededores de las grandes urbes. Si cualquier herramienta se usara pensando en la humanidad, el resultado fuera bueno, dependería de una buena planificación para beneficio de todos.

Gracias a Dios que, ante un mundo de mortales, determinó destruir el imperio de la muerte, trayendo la resurrección de entre los muertos. Porque por medio de Jesucristo, la muerte perdió su fuerza, está limitada y ha sido vencida. Jesucristo dijo sobre él: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente» Jn. 11:25, 26.

La intervención de Dios, ante la crisis humana de la muerte, fue indispensable como solución a ese temor que se tenía a la muerte. Sin embargo, aunque la resurrección será para justos e injustos, buenos y malos, creyentes e incrédulos no todos tendrán el mismo resultado. Pues, sólo gozarán de vida plena los creyentes en Cristo Jesús, mientras que los demás tendrán su castigo eterno, por no haber creído en Jesucristo.

Por tanto, el mundo de los mortales, es visto de dos maneras diferentes. El fin de la vida humana llega con la muerte, según los incrédulos, mientras que los creyentes sostienen la existencia de la vida más allá de la muerte, por la resurrección, y aun más sostienen que habrá gozo, satisfacción para ellos, y sufrimiento para los incrédulos. Jesús dijo: «E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna» Mt. 25:41.

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