De ese dolor… solo Dios sabe
¡Cuanto duele el dolor!
Cuando es inmensamente, mucho más que eso.
Cuando las lágrimas, no sólo son lágrimas que nublan los ojos y se deslizan por dentro y por fuera, sin lograr conjugar ningún verbo, ni describir palabra escrita que definan la tristeza, o el más grande sentimiento de pena.
Cuando ni llorar, ni el sordo llanto,
ni el silencio aciago, entre sollozos y gemidos amargos
Son capaces de delatar el desconcierto, ni la impotencia, ni la angustia humana, ni el nudo en la garganta, ni el oprimido pecho, buscando sentido
a un adiós inesperado,
a una partida sin regreso.
Cuando los abrazos resultan insuficientes, ni cumplen su cometido,
En su intención de dar consuelo
Cuando las palabras de aliento,
Se convierten en un vano esfuerzo.
Cuando no hay respuestas para llenar los espacios vacíos, los espacios en blanco de los incontables por qué, de vivir con tu ausencia
Se mira al cielo, al acecho de todo y de nada, con la esperanza y la ilusión de verte
y de oír tus “Sión pa”, “K tal todo”, y ese recurrente, “Dime a ve”.
Caray, escucharte decir, “Eres el mejor papi del mundo”.
“Te quiero mucho”.
De esa vaina, de lo que se piensa, de lo que se siente, de lo que se vive, de ese no saber que hacer, de ese dolor que abruma, solo Dios sabe y entiende… al menos eso creo.
Porque no hay formas de explicar lo que siento, por mas que intento, en todas…me quedo corto.
Con Dios siempre, a sus pies.
jpm-am