De ese dolor… solo Dios sabe

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El autor es periodista. Reside en San Cristóbal.

¡Cuanto duele el dolor!

Cuando es inmensamente, mucho más que eso.

Cuando las lágrimas,  no sólo son lágrimas que nublan los ojos y se deslizan   por dentro y por fuera,  sin  lograr  conjugar ningún verbo, ni describir  palabra escrita que  definan   la  tristeza, o el más grande sentimiento  de pena.

Cuando ni  llorar, ni el  sordo  llanto,

ni el silencio aciago, entre sollozos  y gemidos   amargos

Son capaces de delatar el desconcierto, ni la impotencia, ni la angustia humana, ni el nudo en la garganta, ni el  oprimido pecho, buscando sentido

a un adiós inesperado,

a una partida sin regreso.

Cuando los abrazos resultan  insuficientes, ni cumplen su cometido,

En su intención de dar consuelo

Cuando las palabras de aliento,

Se convierten en un vano esfuerzo.

Cuando no hay respuestas para llenar los espacios vacíos,  los espacios en blanco de los incontables por qué, de vivir con tu ausencia

Se  mira al cielo, al acecho de todo y de  nada, con la esperanza y la ilusión de verte

y de  oír tus “Sión pa”, “K tal todo”,  y ese recurrente, “Dime a ve”.

Caray,   escucharte decir, “Eres el mejor papi del mundo”.

“Te quiero mucho”.

De esa vaina, de lo que se piensa, de lo que se siente, de lo que se vive, de ese no saber que hacer, de ese dolor que abruma,   solo Dios sabe y entiende… al menos eso creo.

Porque  no hay formas de explicar lo que siento, por mas que intento, en todas…me quedo corto.

Con Dios siempre,  a sus pies.

jpm-am

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