El derecho de los antiguos egipcios (y 2)

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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo

Si en otra ciudad una banda compuesta por lo mismo, ejercía durante un tiempo tan largo de depredaciones sobre los vivos y no más sobre los muertos, un extranjero no podía creer que ella se libraba a operaciones declaradas ilícitas por la más raras leyes?

En este asunto dos delitos estando reunidos, el robo y la violación de sepulturas; era a menudo igual, pues “a pesar la severidad de las leyes civiles y religiosas que estaban mirando sobre los muertos, esas acumulaciones de tesoros debían tentar a mucha gente.

Una comisión de encuesta fue constituida; ella debía: “1º constatar los daños cometidos en el barrio funerario; 2º juzgar las personas prevenidas de haber realizado o dejado realizar las violaciones en cuyas tumbas habían sufrido. Su acción parece no haber sido directa, ni en uno, ni en otro caso. A petición del gobernador de la necrópolis y tras un examen realizado en determinadas condiciones, «los acusados fueron encarcelados.

Las funciones de juez de instrucción fueron desempeñadas por el comandante de la ciudad, Psar, quien fue a la prisión e interrogó al acusado. Hubo cinco cuyas respuestas eran bastante graves para conllevar la muerte contra ellos. Esas respuestas y la sentencia que los siguió fueron sometidas al faraón mismo o al menos al confidente real.

Al final de su estudio el señor Maspero señala “los hechos nuevos para la historia del derecho egipcio que  se puede sacar de nuestro documento, “y encuentra notablemente ese príncipe que “la familia de los condenados era solidaria de sus crímenes y podía ser sometida a la misma pena”.

No se contaba solamente sobre el temor de los castigos para dominar los ladrones. Las leyes egipcias contenían una disposición que recuerda la de Manou:” Aquel veía en su camino un hombre luchando con un asesino o sufriendo alguna violencia y no le ayudó, cuanto pudo, fue condenado a muerte.

Si había sido realmente, a causa de su debilidad, en la imposibilidad de darle socorro, él debía denunciar los culpables y traducirlos ante el tribunal. Aquel que faltaba a ese deber recibía un número determinado de golpes y era privado de alimentos durante tres días,.” En un país donde los hábitos de robo y pillaje son muy generalizados, es preciso que uno se proteja mutuamente.

La autoridad debía agregar su protección a la que se suministraban los unos a los otros los habitantes igualmente amenazados; para que su vigilancia pueda ejercerse, “era ordenado a todo Egipcio de depositar en el magistrado un escrito indicando sus medios de subsistencia; su vida por medios ilícitos era condenada a muerte.

Según Heródoto, fue ese rey Amasis, ladrón mismo en su juventud, quien fue el autor de esta ley: “Solón el Ateniense, agrega el historiador, toma prestado de Egipto y la establece a Atenas donde ella es siempre en vigor, porque ella es sabia y que no se puede encontrar nada a tomar.

Si es necesario creer a Diodoro de Sicilia, el vencedor y el sucesor de Amasis, Actisan, quien venía de Etiopía, quería apresar el bandidaje. En lugar de condenar a muerte aquellos que allí se dedicaban a ello, él les hizo cortar la nariz, los relegó en el fondo de un desierto y le hizo construir una ciudad llamada Rhino Lure, nombre derivado del suplicio que ellos habían sufrido; así ellos no podían más dañar a los honestos ni aun mezclarse a ellos sin ser reconocidos;  el lugar donde ellos eran condenados a vivir sin ser reconocidos; el lugar donde ellos eran condenados a vivir era absolutamente desprovisto de recursos.

Los esclavos que cometía robos eran castigados por sus amos, al menos, sin duda, cuando era en perjuicio de estos: “Uno de esos cuadros (encontrados en los hipogeos de Beni-Hassan), hoy desgraciadamente borrados, atestiguar que el robo doméstico entraba en la competencia de esta jurisdicción patriarcal.  El jefe de los pastores denunciaba al guardián de las vacas, que había matado un becerro.

El acusado se defiende con energía; pero los miembros del animal eran producidos, los testigos oídos, y el pastor infiel, confundido por esas pruebas, recibía, un poco más lejos, en presencia del amo, la pena de su travesura “. Thonissen agrega, en nota: “El mismo procedimiento era figurado, en otro cuadro, por un esclavo que había robado uvas durante la vendimia.”

Pero, cual que fueren los medios empleados por el legislador para desviar del robo, Por mucho que los habitantes de Egipto estuvieran dispuestos a ayudarse unos a otros contra toda violencia, cualquiera que fuera la vigilancia de la policía, y tal vez no siempre era necesario contar con ella, cualquiera que fuera la severidad de los castigos, al menos en los casos en que la calidad de las El objeto robado agravó el crimen, la opinión pública parece haber sido indulgente con los ladrones y el ejemplo tal vez se lo dieron los propios reyes.

«Rampsinito sentía por él (el superviviente de los dos hermanos) tal admiración que le regaló su hija en matrimonio, considerándolo como el más hábil de todos los hombres, porque sabía más que todos los egipcios, que también son más ingeniosos que todos los demás pueblos: «Es cierto que la historia de Rampsinito es extraña en todos los sentidos. No solamente los robos de Amasis no lo impiden de llegar al trono, sino no parece que después  haber alcanzado, haya buscado hacerlos olvidar.

“El desprecia los dioses que lo habían declarado inocente, no toma ningún cuidado de sus templos, no pensó ni en repararlos ni en adornarlos, y no quería hasta allí ir ofrecer sacrificios, juzgándolos indignos de todo culto, porque ellos no tenían sino falsos oráculos; tenía, al contrario, la más grande veneración por aquellos que lo habían convencido de robo, mirándolos como siendo verdaderamente dioses y haciendo sólo verdaderos oráculos.

jpm-am

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