Un regalo de Dios

A muchas personas les gusta que les dén regalos, tomando en consideración que éstos proceden de alguien que muestra cierto aprecio hacía la persona destinataria. El regalo es una manera de agradar a quien lo recibe, por eso, existe un previo análisis de lo que puede causar cierta alegría en el receptor de él; se debe reflejar que llenará un vacío en el otro, el cual carecía de lo regalado. Un regalo es un don.

No todo regalo se acepta, pues hay algunos que vienen camuflados de veneno mortal. La intención del regalo debe ser objeto de conocimiento previo a aceptarlo, porque después surgen algunos inconvenientes que causan más daño que el bien producido por él. Una expresión que he oído es «que nadie da algo a cambio de nada». Eso es lo más cruel que he escuchado, y que no lo he considerado justo, pues, demuestra mediocridad.

En verdad, la humanidad necesita cambiar sus actitudes egoístas, para dejar ver un comportamiento sano que siempre induzca al bien de los demás. Debe existir, en cada uno, esa voluntad de satisfacer las necesidades de los demás, siempre y cuando esté a su alcance, y se debe hacer sin esperar una recompensa. El altruismo es lo que embellece la vida de una persona y a la vez, es capaz de producir un bien material o espiritual en aquellos beneficiados.

Dios nos ha enseñado que fue capaz de regalarnos la vida, dándonos total albedrío, lo cual nos hace libres. Esa libertad es obvio que, era para llenar el propósito para lo cual fuimos creados. Sin embargo, incluía el que podíamos por sí mismos decidir no obedecer el propósito que El tenía para con nosotros. De ahí que, los pecados que Eva y Adán cometieron, no contó con la voluntad expresa y total de ellos. Eva fue engañada por la serpiente y Adán, persuadido por su mujer.

Dios nos dio la vida. Pero, Satanás condujo al ser humano al pecado, pues, tenía el conocimiento de que si lo hacían morirían, lo cual incluye no solamente la muerte física, sino la más difícil, la muerte espiritual, lo que es la separación entre el hombre y Dios. Así que, pecando contra Dios, el hombre perdía la vida, y en cambio obtenía la muerte. Ellos no cuidaron el regalo de la vida, no lo valoraron.

Dios, como ser Bueno, buscó la manera de volverles vida a los hombres. El escogió enviar a Jesucristo para que sea él quien asuma la totalidad de los pecados de aquellos que crean en él. El pecado produce muerte, mientras que Cristo produce vida eterna. Es ahí, que encontramos la más perfecta manera de redención para el hombre. Dios no pide al hombre no pecar como forma de salvación de la consecuencia de éste, sino que asume el perdón total de  los pecados.

El apóstol Pablo, quien era del linaje de Sem, hijo de Noé, conocía perfectamente la situación pecaminosa del hombre, incluso sabía lo que Dios había hecho para buscar la salvación de la humanidad creyente. El escribió: «Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) Ef. 2:4, 5.

El segundo regalo que Dios nos ha dado, es la salvación de la condenación, juntamente con la vida eterna. Sin embargo, el mundo religioso, llamado cristiano, no ha entendido que éstos son regalos de Dios. Pablo nos dice: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe»; también escribió: «Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo»  Ef. 2:8, 9; Tit. 3:4, 5.

Siendo que Dios nos regala la vida eterna, debemos aprovechar y aceptar ese importante regalo de él. Todos tienen conocimiento de que el ser humano debe morir, más Dios nos habla de volver a vivir, como garantía nos dio la resurrección de Jesucristo. Es de sabio, profundizar en el conocimiento de ese regalo, pues como Dios nos creó, también tiene poder para dar vida eterna. Aceptar ese regalo de Dios, y cuido de él, es lo correcto. Vivir para siempre, venciendo la muerte.

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