OPINION: Conversaciones con la diáspora
Por KARIN LOPEZ
FILADELFIA.- La historia de Jesenia De Moya Correa revela una verdad que rara vez se cuenta: la biculturalidad no es un adorno identitario, sino una manera distinta —y más aguda— de leer el mundo. En su tránsito entre dos patrias, ha convertido la fractura de pertenecer a ambas en el fundamento de un periodismo que escucha primero a la gente y luego interpela al poder.
Existen personas que no nacen en un solo país, sino en el espacio ambiguo entre dos latidos. Ella, como una de esas personas, lo sabe, lo ha vivido, y lo formula con una claridad casi ceremoniosa: “Yo no soy dominicana solamente…también soy estadounidense. Soy dual”. En esa palabra, dual, abre un universo entero. Porque la biculturalidad no es, para ella, una etiqueta: es un método de lectura del mundo. “No tengo una manera estandarizada de interactuar con la gente. No la tengo y punto”. Ahí empieza todo. Jesenia De Moya Correa pertenece a ese territorio incierto, esa franja donde la identidad se vuelve bilingüe, donde la memoria es doble y la pertenencia se fractura para luego recomponerse.
En Jesenia, la biculturalidad no aparece como privilegio, sino como revelación. Cuando regresó a Estados Unidos ya siendo adulta y decidida a ejercer en ese país el tipo de periodismo ella sentía no podía ejercer en un país caribeño, se descubrió reconociendo gestos y mentalidades que siempre había creído dominicanas, siendo en realidad pertenecientes a esa mitad suya todavía dormitando en silencio. Lo recuerda con una mezcla de ironía y ternura: “Ciertas formas de ver el mundo…yo creía que eran mías. Y eran de aquí”. Ese reconocimiento la partió en dos. Y en esa fractura descubrió su oficio.
Porque una persona bicultural ve aquello que otros no perciben: la tensión microscópica entre las promesas de un país y su real ofrecimiento, las fisuras entre la narrativa y la experiencia, la suave violencia del desencanto cuando la fantasía se rompe. “Me di cuenta de que los Estados Unidos es también un país en desarrollo”, dice, desmontando en una frase la pesada mitología caribeña sostenida durante décadas: esa de un país perfecto, poderoso, inalcanzable. Una nación, a los ojos de muchos, existente más como mito que como geografía.
Jesenia no viene a repetir mitos. Viene a estudiarlos, a ponerlos bajo luz dura, a entender por qué siguen vivos. Su mirada es, a la vez, escéptica y compasiva. Y esa combinación define en su criterio el periodismo comunitario, que ella practica desde hace más de diez años en zonas como Philadelphia, New York, Washington D.C., Delaware y New Jersey.
No lo explica desde la técnica, sino desde la ética. “Primero escucho lo que a la gente dice afectarles en su diario vivir”. Puede ser el DJ saliendo de trabajar a las tres de la mañana queriendo llegar a su casa en una sola pieza, la dueña del salón de belleza haciendo magia en el pelo de sus clientas, un pastor preocupado por sus feligreses o un negociante cuyo mes se destroza por una ley mal diseñada.
Luego, con esas voces aun vibrándole en el pecho, va a las instituciones públicas a pedir cuentas. “¿Preguntaron a la gente antes de pasar esta ley? ¿Sí o no?” Ese es su método: escuchar abajo antes de cuestionar arriba. Lo que parece sencillo es, en realidad, revolucionario.
Esa capacidad de escuchar desde abajo también le permite desmontar con bisturí muchas narrativas incompletas sobre los latinos perpetuadas durante décadas. Jesenia conoce estas narrativas demasiado bien; las ha enfrentado en redacciones, reportajes y hasta en su propia piel: “Que, si los latinos son pobres, que, si no participan cívicamente, que vienen a delinquir, que todos vienen por dinero…”
Ella desarma en su trabajo cada premisa no desde la opinión, sino desde la realidad vivida. Recuerda esa señora venezolana migrando por amor y estudios y no por necesidad. Recuerda a las familias que mantienen sistemas de salud duales, “porque aquí el sistema público no funciona para ellos”, los negocios nacidos entre dos países, las riquezas construidas simultáneamente en ambos lados del mar.
“Una cosa es decir ‘gente pobre’ y otra cosa es decir ‘gente que vive en condiciones de pobreza’. Son dos cosas muy distintas”. La precisión no es un capricho: es un acto político.
Para quien nunca ha habitado la biculturalidad desde dentro, la comunidad latina es un bloque monolítico. Pero para Jesenia, es un archipiélago, en el que ve fracturas, aspiraciones, heridas, estrategias de supervivencia, belleza dentro del dolor. Y esa mirada la convierte, más que en periodista, en una cosmopolita de la fractura: una ciudadana de los fragmentos.
Esa visión alcanza su forma más poderosa en su deseo de fundar un medio propio. No lo dice con altivez; lo dice con cansancio lúcido. “Los modelos de negocio para el periodismo están todos quebrados”, afirma, “debemos hacer periodismo con lo que se tiene a mano, y hacerlo ya”.
Su futuro medio no sería una institución tradicional en el sentido de la palabra, sino un laboratorio de realidades latinas. Un espacio donde la historia no venga dictada por editores desconectados, sino por la vida misma desarrollándose ante sus ojos. Quiere hablar de salud, de microeconomías transnacionales, de liderazgo latino, de cómo la gente vive entre dos sistemas, dos monedas, dos patrias. “Estoy apostando a Jesenia: la que da la noticia, la que hace el análisis, la que recauda la información”. No es ego; es convicción. Es la certeza depositada en historias necesitando una voz traduciendo no hacia arriba, sino hacia adentro.
Y lo más conmovedor es que, sin darse cuenta, o tal vez sí, me da la impresión, ella ya es ese medio. Camina, pregunta, acompaña, sostiene, teje. En su manera de escuchar hay algo parecido a una forma de fe: la creencia en la gente, sintiéndose otorgada de espacio, siempre dirá la verdad.
Quizás por eso, cuando le pregunto qué le diría a un joven dominicano o latino queriendo abrirse camino en Estados Unidos o algún otro lugar lejos de su patria, su respuesta nace desde las entrañas: “No tengas miedo a pasar vergüenza. Aprende. Atrévete. Hazlo con lo que tengas. Get yourself out there”. No son consejos profesionales: son coordenadas espirituales. La biculturalidad, me dice ella, es incomodidad permanente, pero también posibilidad. Es habitar múltiples mundos sin pertenecer por completo a ninguno. Es moverse entre códigos sin perder la voz propia.
Jesenia es, en esencia, una viajera sin nave, una mujer caminando por dos países incluso cuando está sentada en silencio. Una heredera de dos naciones que nunca la reclaman del todo, pero al mismo tiempo la necesitan más de lo sospechado por ellas mismas. Esa es la fórmula para su periodismo, naciendo de la grieta luminosa que une esos mundos.
Me quedo de despedida con una imagen imborrable en mi memoria: Jesenia caminando por una calle de Philadelphia, inclinando con reverencia la cabeza para escuchar mejor una voz no percibida por otros. No busca escándalos; busca vidas. Busca lo que el sistema pasa por alto. Busca, en el ruido del día, la vibración íntima de una comunidad en eterna resistencia.
Ese gesto silencioso, esa disposición a escuchar primero, sostiene toda su obra. Porque ella no cuenta la diáspora: la interpreta, la analiza, la nombra y la desarma, para luego devolverla al mundo con la dignidad que siempre ha tenido.
Ahí exactamente reside su poder y su belleza.

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La ley de la inercia,establece que un cuerpo no puede estar en dos lugares a la misma vez.
La Biblia dice que no se puede servir a dos Reyes a la misma vez.
Por décadas los dominicanos emigramos con el sueño de hacer unos ahorros y luego regresar,hoy eso ha cambiado,por varias razones,seguridad ciudadana en R.D.,hijos y nietos que nacieron en USA,padres y abuelos murieron en R.D.,etc.
Esa es una realidad.
Exitos Jessenia.Just in time.
Con todo respeto,una pregunta que Jessenia debe formular siempre,cuando entreviste políticos dominicano es:Que usted está haciendo,para que los dominicanos,cuando regresan de vacaciones con sus hijos y nietos,muchos ciudadanos estadounidenses/ dominicanos,se sientan seguros en R.D y para que sus bienes e inversiones allá les sean garantizados y protegidos por el Estado Dominicano???
Break a leg Jessenia.