Impuestos transitorios que nunca se fueron (2)
POR RAFAEL RAMIREZ MEDINA
En la primera parte de este artículo analizamos cómo el sistema tributario dominicano ha sido moldeado por impuestos transitorios que se volvieron permanentes.
En esta segunda entrega, profundizamos en otro tipo de incoherencia igual o más dañina, aquella que castiga sin medida al contribuyente que cumple y premia con indulgencia al que incumple.
Pagar impuestos debería ser un acto de responsabilidad ciudadana, no un castigo. Sin embargo, la manera en que el Estado gestiona las sanciones tributarias ha convertido la relación con los contribuyentes en una dinámica de desconfianza. En lugar de promover cumplimiento, el sistema impone temor, porque incluso los errores menores son tratados como faltas graves.
Un ejemplo claro de esa desproporción es la mora tributaria. Si hoy no pagas un impuesto a la DGII y lo haces mañana, la penalidad será la misma que si lo pagaras treinta días después. No hay criterio de proporcionalidad ni sentido de justicia. Esa práctica convierte la administración tributaria en un sistema punitivo, no educativo, donde el fin es recaudar sin mirar las causas ni los contextos.
En un país donde los ingresos promedio son bajos y la liquidez empresarial es limitada, ese tipo de sanción inflexible es más un obstáculo que un incentivo. Lo lógico sería que la mora se aplicara de forma progresiva, proporcional al tiempo de atraso, y no como una penalidad uniforme que asfixia tanto a individuos como a pequeñas empresas.
Esa rigidez demuestra que el sistema no está diseñado para acompañar al contribuyente, sino para exprimirlo. Mientras tanto, los grandes evasores y deudores logran acuerdos, facilidades o condonaciones.
La desigualdad en la aplicación de la ley tributaria se ha vuelto una constante que debilita la credibilidad del Estado.
Pero el problema no termina en las tasas ni en las moras. Lo más preocupante es la ausencia de liderazgo cívico en este debate. No vemos a los economistas, contadores ni académicos motorizar un movimiento ciudadano que exija proporcionalidad, transparencia y rendición de cuentas en materia tributaria. El silencio técnico se ha vuelto cómplice del descontento social.
El pueblo está cansado de pagar caro por servicios mediocres, de soportar impuestos que se justificaron como temporales y que hoy son permanentes, y de ser sancionado con dureza mientras el Estado dilapida sin consecuencias. Esa es la raíz de la evasión moral, la gente no evade por rebeldía, evade por frustración.
El sistema tributario dominicano necesita más pedagogía y menos castigo. La educación fiscal debería ser parte de una política pública sostenida, no solo una campaña de recaudación.
Un ciudadano informado y consciente paga por convicción, no por miedo a la multa. Pero para eso, el Estado debe demostrar que sabe administrar con ética lo que exige con severidad.
Una administración tributaria moderna no se mide por cuánto recauda, sino por cuánta confianza genera. La justicia fiscal no depende solo de las tasas, sino de la coherencia del trato.
Castigar a todos por igual, sin distinguir intenciones ni magnitudes, es una forma sutil de injusticia institucionalizada.
Si el Estado quiere fortalecer la cultura del cumplimiento, debe empezar por dar ejemplo, devolver a tiempo, compensar los errores propios y aplicar las reglas con proporcionalidad.
Solo así podrá recuperar su autoridad moral para cobrar, porque la legitimidad no se impone, se gana.
La verdadera reforma fiscal no está en nuevas leyes ni más impuestos, sino en restaurar la confianza. Mientras no cambie la lógica de castigo y silencio, el sistema seguirá alimentando la evasión que dice combatir.
jpm-am

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Peor aún es que hemos permitido un asalto a los negocios por parte de Impuestos Internos que actúan como dueños de los negocios cuando instalan sistemas que registran las ventas en los cajeros de las cadenas de Supermercados, conociendo en detalle cada venta en al momento. No duden que esa información sea vendida a competidores por personal que maneja ese sistema
Cuánta verdad, dicha con demasiada decencia intelectual. La mayoría de ciudadanos quisiéramos vociferar nuestra frustración con palabras más groseras y altísonantes😡
Interesante artículo. En mi opinión el sistema tributario dominicano ha sido un desastre desde hace muchos años. Seguirá siendo un desastre hasta que llegue un gobierno que haga una reforma integral que incluya la pena de cárcel por evasión de impuestos y sobornos. en las calles se escucha el rumor permanente que los colmadones, almacenes y bodegas se quedan con los impuestos que pagan los consumidores .