Todas y una más
No importa lo que digan las autoridades a cargo ni otros
especialistas en el área de que se trate: ante cada situación, nuestra
gente se forma su propia opinión, la propaga como verdad irrefutable y de ahí
nadie la saca. Igual opina de política y corrupción—que caminan de la mano—como
de religión, economía, de béisbol; o en
este caso tan actual de salud pública: de la
Chikungunya.
En parte estos veredictos populares, que se propagan
impregnados de anécdotas, historias y rumores,
se deben a que cuando la
información oficial viene a tocar la primera base, la del pueblo ya hace rato que anotó carrera. Una información que muchas
veces las autoridades envían tardía e incompleta por los medios de comunicación, sin importar
la emergencia y magnitud de la
situación.
Ante esta epidemia
es lamentable que muy pocos crean—comprobado con encuestas—que se deba a
la picadura de un mosquito, y esta desinformación tan peligrosa para la
propagación del virus, es compartida en todos los niveles sociales, no solo en
los más humildes. Será porque nadie ve operativos masivos y constantes de
fumigación, ni reparto gratuito de los medicamentos que recomiendan para tratar
los síntomas; medicamentos estos
que no aparecen o escasean en los hospitales públicos y boticas populares, y cuyo su precio ha sido triplicado en las
farmacias del país.
Sabemos que varios miles de casos ya han ocurrido; los hospitales
no dan abasto; las enfermeras reclaman ayuda ante la avalancha de pacientes, y
se dice que la mayoría de la población se verá afectada más temprano que tarde;
siendo las más perjudicadas aquellas
personas mal nutridas, embarazadas, muy
mayores, enfermas y las hacinadas en lugares marginados. Pero
aun así, no se nota un activismo real y eficiente de los organismos oficiales a
cargo de la salud pública, que vaya acorde con la magnitud de esta epidemia
viral.
Entonces, ¿ por qué
debe extrañarnos que circule toda suerte de rumores, como el de un
doctor en medicina que ha sido víctima de la chikungunya y dice que
esto no es por picadura de mosquito, que más bien parece una intoxicación con algunos de los
síntomas de la llamada “ciguatera”; o las declaraciones del comunicador Miguel
Ortega, allegado al PLD, interno en un hospital desde don gravó un video que subió a su muro en facebook y
pide a las autoridades que digan la verdad de lo que considera es un envenenamiento?
O que otros lo
relacionen a aguas contaminadas con material toxico, supuestamente echado en
nuestras costas con el consentimiento de autoridades corruptas; o por
contaminación de ríos por la explotación minera; etc, etc.
La población esta confundida y no cree en la versión
oficial. Pero como tanta desinformación no
es contrarrestada, debida y
oportunamente, por las autoridades competentes, la misma vox populis,
dividida en sus opiniones expresa
que: “ni ellos mismos saben lo qué es esta vaina”; o, “ellos sí saben
pero no lo van a decir; serán pendejos”.
Estamos en la era de la propagación del temor y del
pánico colectivo a nivel mundial. Por cualquier vía posible y a cualquier
costo. Ya nadie cree en la buena fe de la industria farmacéutica ni en políticos que comercian
con la salud pública. Se habla de la “siembra” experimental de nuevos virus en poblaciones tercermundistas con la
doble finalidad de exterminio masivo y
de comercialización de nuevas vacunas. Y los fanáticos de sectas religiosas, en
un proselitismo oportunista, se encargan
de atemorizar diciendo que estos virus son las pestes del fin del mundo de que
habla la Biblia en el Apocalipsis.
Pero no todas son noticias agoreras; a contrapelo de
los intereses mercuriales de la industria farmacéutica, se habla también de
descubrimientos recientes de la cura del cáncer y de otros grandes avances en
el área de la investigación médica.
He escuchado a “la botica popular” aconsejarle a los afectados de la Chikungunya tomar, –además de los ya indicados Acetaminofen
y complejo B– el té de la hoja
llamada “Juan Primero”, silvestre en el país y de venta en nuestros mercados y tiendas naturalistas; así
como ingerir mucho liquido, y volver al médico
si persisten síntomas como vómitos, dolores del vientre, convulsiones o
dificultad para respirar.
En tanto, rodeada de algunos vecinos afectados, no es
que vaya a decir que de esta agua no beberé, pero lo que si he tomado son medidas de protección sin caer en el pánico,
tratando de extraer lo mejor de la
medicina tradicional, de la alternativa y de la complementaria. Y sigo adelante
con mi Coleopterapia que eleva mi nivel inmunológico y contribuye a calmar toda
suerte de dolores corporales, razón por
la que la demanda y distribución gratuita de mis “gorgojos,” ha aumentado en
estas casi dos semanas desde mi regreso al país.
Y dentro de todo este marco referencial y de rumores,
disfrutamos de la creatividad y del
sentido del humor del dominicano, que ya hasta canciones ha grabado con el tema y que, además, se lamenta de que “el mosquito del aguijón
múltiple, como bolígrafo de varios colores”, no sea más selectivo eligiendo a
sus víctimas. ¡Y ya se imaginan ustedes a quienes les desean que reciban
sus picaduras.
Ayer escuché decir a una empleada de una heladería que la
ausencia de tres de sus compañeras de trabajo se debía a que habían sido picadas por “el moquito que picó
al demonio”. Y es que el dominicano se las sabe todas y una más; con excepción de una sola cosa que no
acabamos de aprender: dejar de bailar, cada cuatro años, al son de la misma
música que nos tocan los mismos y
aburridos combos.
elsapenanadal@hotmail.com.