Reflexiones ante un encuentro familiar y comunitario

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El autor es escritor. Reside en EU

Ésto debió de ser el texto de una Invitación. Más bien, la reiteración de un llamado que ya fue pronunciado, para conocimiento de familiares, amigos y relacionados. Tan solo eso.

Pero, el rocío matutino, los efluvios de un café reforzado con nuez moscada (‘anemocada’, diría Vitalina) y el amargor de un apreciado Cabernet que, para más señas, lleva Frontera como nombre, amenaza con trastocar el espíritu de estas letras y conducirme por senderos que, para algunos, podrían parecer frívolos, livianos y, hasta irreverentes.

Con todo y ello y empantanado como ya me encuentro, con Anthony Santos a todo volumen en el altavoz, he de seguir, con profundas plegarias a las ánimas del purgatorio y a mis ilustres ancestros –todos-, para ver hasta dónde llega ésto.

Antes de nada he de aclarar -para quien aún no lo sabe y a pesar de lo machacón que soy con estas cosas-, que, en la frontera dominicana, Villa Vitalina es lo más parecido a un paraíso. De aquí soy, -aunque no nací en estos lares- y mi sangre toda hierve con el calor y el candor de esta tierra, sus paisajes y su gente.

-Y ya que de gente hablamos, déjenme decirles que aquí, en el caserío de Pueblo Nuevo, Capotillo, a menos de dos kilómetros de la frontera con el hermano país de Haití, se estableció una atípica familia, hace más de 7 décadas, … y aún permanece apegada al terruño y a la nostalgia.

Reyes Jiménez son sus credenciales. No enarbolan rancios abolengos ni amasadas fortunas. -Ni siquiera la botija del abuelo ha sido encontrada, todavía! -. Pero ostentan un encanto, un candor, un orgullo y altivez que les coloca, en mucho, por encima de cualquier otro apellido.

Como diría Nena, la más conspicua del clan, ‘en Pueblo Nuevo solo hay Reyes Jiménez; lo demás es monte y culebra’.

(Aunque se enojen algunos!).

Así como ella pensaba Alberto, el más tosco, rústico –y tierno- de los hijos de Hipólito y Vitalina. Padrote por antonomasia en la frontera. Querido y temido por muchos y dueño –así, en itálica- de más de una alcoba, a la vez.

Manuel, un discreto padre de familia que solo exacerbaba su espíritu cuando estaba bajo los efectos del incesante y acompasado sonido de los cueros y el atabal, y quien paseó la música de los palos fronterizos por una gran parte del territorio dominicano, para orgullo nuestro y de los múltiples sucesores que tuvo en esos afanes.

Santiago, con más bagaje y libertades que los anteriores, se mantuvo fluctuando entre la frontera, el Cibao Central y otros puntos del país –y hasta del mundo-, en asuntos de familia, de negocios,… y de faldas.

(Una significativa y apreciada descendencia de este epónimo hijo de Hipólito y Vitalina esta regada por el mundo y, en cierto modo, también ellos se sienten orgullosos del legado que llevan a cuestas).

Ercilio, el más irreverente de esta abigarrada prole, más que sangre, llevaba en las venas las notas y el candente sonido del acordeón y, unas veces solo y otras acompañando a Manuel, encandiló gente y corazones, haciendo honor a sus calenturientos apellidos.

Mario, nuestro amado loquito, ejemplo de trabajo y azote de malacrianzas, fue y sigue siendo uno de mis personajes favoritos, porque junto a el crecí, con sus ejemplos me forme y con la contundencia de sus correctivos me fui forjando en los senderos de la honradez y la rectitud.

Sergio Antonio, mi padre, la luz de mis ojos y el origen de mi orgullo por llevar prendida en el corazón la estampa de dos apellidos que queman como el acero ardiente y que a todos nos cuesta mucho ostentarlo con el mérito y la decencia que la raza nos impone.

Y qué decir de Nena, Esperanza y Rosita, las continuadoras de Vitalina, que supieron ser madres más que tías y que, en su momento, pudieron colocarse al lado de sus hermanos para defender con uñas y dientes el valor de nuestra raza.

Como antes dije, solo pretendo reiterar la invitación a un gran encuentro familiar que hemos de celebrar el próximo 7 de enero de 2023, en Villa Vitalina, la casona de nuestros abuelos y donde tienen cabida todos los descendientes que se sientan orgullosos de serlo.

Aquí, en este escenario, con el rocío dominando en lontananza y mientras espero que caliente el sol, llegaron estos pensamientos en tropel y quise hacerles coparticipes. A USTEDES que, en mayor o menor medida, podrían coincidir conmigo en estas cuitas y tribulaciones.

Salud, familia! En Villa Vitalina, con el ardiente espíritu de los Reyes y Jiménez, les esperamos.

jpm-am

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juan bosch
juan bosch
1 Año hace

Sergio si puede ve a la garrapata y enciende una velita a la virgencita por darte en privilegio haber disfrutado esa zona,hermosa con tu familia, ah y no intente ir a guayajayuco porque te cobran un papel de seguridad si eres dominicano,si ere hermano de aquel lado te puede llevar todos los pinos,y hasta la tierra de las lomas que la estan depredandando en rio limpio,a proposito estan reparando la carretera