Por la razón equivocada
Hace un tiempito les expresaba a un grupo de amigos mi total inconformidad con la manera en que en el país se manejan las estadísticas nacionales, en particular las económicas. Empezaba por decirles que el subdesarrollo no es cuestión únicamente de capacidad productiva. El subdesarrollo está donde quiera. En las actitudes, particularmente en ese empeño por retorcer los registros para simular una realidad inexistente. En resolver los problemas en el papel mientras en la realidad empeoran progresivamente. En mentirnos nosotros mismos, en hacer política con lo que debían ser recursos técnicos. Problemas supra (o meta) partidarios, consensos sólidos, acuerdos estables. Pero no, la táctica de la simulación y el engaño está en todas partes. Insisto, en todas partes.
Lo primero, las cifras deben tener sentido evidente. No nos sirve de mucho medir cualquier cosa con una metodología que nadie sabe interpretar. Peor aún, no medir lo que sí es de importancia suprema para la mayoría de la población. Las series deben ser largas para percibir las tendencias y, sobre todo, deben ser coherentes, consistentes. Tienen que cuadrar. Las estadísticas deben ser fácilmente accesibles y no se puede pretender dejar al usuario que descifre todo esto anterior. La entidad que recoge la información no puede tener conflictos de interés con el resultado de la investigación. El proceso debe ser transparente desde el principio y ofrecer formas fáciles y expeditas de comprobación por parte de cualquiera interesado. La entidad ejecutora es la que debe encargarse de proporcionar esta fiabilidad al trabajo de investigación, no pensar que es el ciudadano de a pie el que tiene que comprobar la precisión de los resultados.
Bueno, aquí hacemos todo exactamente al revés de manera que el trabajo de los profesionales en sociales consiste en discutir una y otra vez, ad infinitum y ad nauseam, la cifra exacta de un fenómeno particular (en vez de trazar la estrategia para resolverlo). Cuando debía ser una simple cifra calculada mediante una metodología consensuada. Por la entidad apropiada. En un proyecto transparente a la vista de todos. ¿Cuál es la proporción de la deuda pública (interna y externa) referida al PIB? ¿Sabemos? ¿O casi sabemos? ¿Aproximadamente? ¿Depende? Depende de los números de quien la diga, con lo que tenemos mil versiones de lo mismo. ¿Cuál es la tasa de desempleo? ¿14, 15, 16%? ¿Seguro? ¿Desempleo “abierto”? ¿Y el “no abierto”, el oculto, el medio escondido? ¿Y qué criterio se utiliza para establecer que una persona está empleada?
¿Cuál es la tasa de inflación? ¿6%? ¡No relajes! Bueno, eso es lo que dice el Banco Central. Por aquí venía la conversación cuando le dije a uno de los amigos que iba a escribir un ensayo sobre el tema. El Ensayo (La Alquimia de los Índices Generales de Precio) resultó ganador de un premio del Banco Central (3er. Lugar, 2002). Lo mejor es que cuando uno de los jurados hacía la presentación crítica del trabajo dijo, textualmente: “… pero lo de los índices personales de precio, eso es demasiado…” Pues resulta y viene a ser que lo de los índices personales de precio es exactamente la tesis central del ensayo por cuanto no supe yo, entonces, por qué me habían dado el premio. E insisto en lo mismo, la explicación es bastante simple y directa si se le quita la parafernalia matemática con la que siempren intentan impresionar los economistas:
a) La economía trata sobre los bienes económicos, es decir aquellos que son producidos incurriendo en un coste. Los bienes económicos o mercancías se oponen a aquellos que son proporcionados libremente por la naturaleza (verbigracia, el aire –todavía, debo precisar-).
b) Siendo así, todos y cada uno de los bienes económicos, sin excepción, tienen un dueño.
c) La única propiedad productiva de la mayor parte de la población (aquí y en el mundo) es su fuerza de trabajo, es decir, su capacidad para realizar un trabajo útil.
d) En una economía moderna (especializada) los bienes se producen para y se compran en el mercado a cambio de dinero.
e) Precio absoluto (o monetario) es la cantidad de dinero que tenemos que entregar en el mercado a cambio de una mercancía particular: 1 refresco = 50 pesos, por decir. Precio relativo es la cantidad de otro bien que podemos obtener en el mercado a cambio de una unidad de un bien particular: 1 refresco = 50 pesos y 1 tomate = 25 pesos, ergo 1 refresco = 2 tomates.
f) La inflación consiste en el aumento generalizado de precios que por necesidad modifica los precios relativos (si no fuera así no tendría sentido ni significado). En particular, disminuye el precio relativo del trabajo, es decir, el precio del trabajo medido en bienes salariales. Esto también se dice como que el salario real disminuye, con lo que disminuye el nivel de utilidad (el nivel de vida) de los trabajadores.
g) El Índice de precios al consumidor (Ipc), el único que se mide (o algo así) en el país es un constructo. Esto quiere decir que es un cálculo, un promedio ponderado por lo que no corresponde a la pérdida de poder adquisitivo de ningún agente particular más que coincidencialmente. Por eso la extrañeza de cualquier consumidor particular cuando el Banco Central dice que la inflación en un año fue de 5 o 6%. La estimación subjetiva de pérdida de poder adquisitivo puede ser tan alta como 15 o 20%.
h) De hecho, este mismo autor publicó un artículo (The Dominican Flag Price Index) en que demuestra (con el más simple sentido común, sin grandes ecuaciones y sin encuestadores) que el Ipc no puede ser menor a un 7.5% anual.
i) El Ipc se calcula sobre la población de los bienes de consumo. No todo mundo es consumidor de todos los bienes de consumo. Habrá quienes consuman carne, automóviles y servicios financieros, mientras otros no consumen nada de eso (son vegetarianos, no pueden comprar un carro o les gusta andar a pie, y desconfían de los bancos). La idea es que el vector de consumo se distribuye exhaustivamente (no queda un solo bien sin uno o más consumidores particulares) entre la población consumidora.
j) Consecuentemente, el Índice de Precios Personal (o Verdadero) es el que corresponde al consumo personal de cada quien. A quien no consume carne no le interesa ni le afecta el aumento de precios en la carne. A quien no consume tenis, no le interesa ni le afectan las ofertas de las tiendas de tenis, etc.
k) Pero no hay susto. Al final, sumando el consumo de todos los consumidores, teniendo en cuenta que hay consumos similares (muchas personas distintas consumen carne, como muchas no lo hacen. Muchas personas distintas consumen tenis, aunque otros no, etc.) ¡albricias!, llegamos al consumo total de la sociedad. Es decir, al universo del Ipc (general)
¿Y qué de irreverente tiene lo dicho anteriormente? Nada, salvo lo siguiente:
l) Que el Ipc no puede ser otra cosa que la media (ponderada) de los Índices personales, con la diferencia de que ahora cada agente sí tiene un concepto operativo de lo que es la inflación: su pérdida personal –insisto: personal- de poder adquisitivo. Es decir, la inflación se absorbe mediante una pérdida en el nivel de vida de la gente (no los “agentes económicos”), gente con nombre y apellido. Y la media, por si no lo sabíamos, tiene que estar en el medio. Decir que el Índice verdadero de Juan fue de 12%, el de José del 9% y el de Hugo del 15%, y luego que el Ipc fue de 6% pues es ¡magia! Que no es rara por estos lares. Por eso estamos como estamos.
m) Algebraicamente, el Ipc se tiene que articular con otros índices, en particular con el deflactor del PIB. Y con el Índice de la canasta básica. La canasta básica multiplica su precio… con un Ipc irrisorio. ¿Tiene esto explicación como no sea la incoherencia de las cifras? La idea de fondo es que tenemos precios muy altos (RD es uno de los países más caros de la región) pero ¡sin inflación!)
n) Como ciertamente es difícil compilar los Índices personales, lo mejor sería calcular Índices particulares, lo más cercano posible a consumidores específicos (un Índice de frutas y vegetales, por ejemplo). Aparte, por supuesto, de hacer estimaciones independientes de la variación en el Ipc. Aparte, por supuesto, de quitarle la medición del Ipc al Banco Central por la razón elemental de que es juez y parte.
Esta era la razón correcta. Pero vivimos aquí, en un país indescriptible. En términos de crecimiento, milagroso. En cuanto a los fundamentos de ese crecimiento, misterioso…

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