Uno de los grandes dones y capacidades del ser humano es la perseverancia. Aquel que persevera ya tiene el 50% del objetivo logrado. Sin embargo, hasta para perseverar hay que hacerlo con inteligencia, hay que tener sabiduría.

Hay que tener la sabiduría para poder discernir cuando se ha perseverado lo suficiente, porque en caso de que no seamos capaces de darnos cuenta cual es el momento de parar y reflexionar, analizar, preguntarte a ti mismo: ¿llegó el momento de cambiar? entonces,  continuar ya sería tozudez.

También hay que tener la sabiduría para darnos cuenta de si las acciones que estamos llevando a cabo en el proceso de perseverar son las que se ameritan, o si la forma en la que esas acciones se están llevando a cabo, son las correctas.

Definamos PERSEVERAR:

Ø  Mantenerse constante en la prosecución de lo ya comenzado, sin intención ni disposición alguna a variar (Wikilengua del español).

Ø  Mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opinión (Real Academia de la lengua Española).

Pero ojo, ¡mucho cuidado! Porque las personas que te rodean no siempre tienen la razón al insistir que detenga tu propósito, y en caso de que continúes, entonces te pondrán una etiqueta y te llamarán tozudo, terco, obstinado.

Por eso, si se fijan, mencioné que para ser perseverante hay que tener sabiduría,  no dije conocimiento, aunque el conocimiento puede ayudar bastante a lograr los objetivos cuando se combina con la sabiduría en la perseverancia.

Sin embargo, muchas veces el conocimiento se convierte en obstáculo para lograr el objetivo. El mismo suele ser siempre limitado, y tiende a limitarte a ti, cuando no lo combinas con la sabiduría.

Por ejemplo, después de analizar una determinada situación en la cual se te presenta una disyuntiva, tienes que tomar una u otra decisión para poder continuar. Tu conocimiento limitado de la realidad te señala un cambio de rumbo, pero lo que llamamos intuición te dice que hay que seguir el mismo rumbo.

Los seres humanos tenemos tendencia a no asumir riesgos. Buscamos siempre la seguridad, nos gusta quedarnos en nuestra zona de confort. Salir de ese espacio en el cual nos sentimos confortables, nos provoca temor.

El temor limita la visión del futuro. El temor paraliza las emociones positivas, congela las acciones que te llevan a sobrepasar los límites que te imponen la sociedad y el cerebro programado, te invita a quedarte en lo conocido y te convierte en mediocre, además de robarte la felicidad.

Ahí está el conflicto: Tu conocimiento limitado, tu cerebro y tu programación te dicen: no sigas, cambia de rumbo. Tu intuición, esa casi imperceptible voz interna, que es tu guía y tu brújula interior, te dice: continúa, vas por el camino correcto.

Sumado a eso, tu entorno social, tus cercanos, muchas veces, aquellos que te aman, insisten: No sigas, y te presagian calamidades. Te dicen frases como: no podrás lograrlo, es mucho para ti, es hora de parar; que son una inmensa barrera para el verdadero desarrollo de tu persona.

Ahí entra la sabiduría.  Sabiduría y conocimiento son cosas diferentes.

En mi opinión, la sabiduría es saber discernir si esa voz que viene de dentro de ti, y que te impulsa a tomar una decisión o a llevar a cabo una acción, proviene de tu ego, o proviene de Dios, ya que Dios está a lo interno de nosotros y te habla al corazón.

¿Cómo identificar si esa voz viene del ego o de Dios? En la biblia se habla de la sabiduría en términos que te ayudan a identificar si tu voz interna procede de Dios o no. Por ejemplo en el Libro de Sabiduría se habla de la sabiduría así:

En la sabiduría hay un espíritu inteligente, santo, único, multiforme, sutil, ágil, perspicaz, sin mancha, diáfano, inalterable, amante del bien, agudo, libre, bienhechor, amigo de los hombres, firme, seguro, sereno, que todo lo puede, lo observa todo y penetra en todos los espíritus: en los inteligentes, los puros y hasta los más sutiles (Sabiduría 7: 22-24).

Todo lo que sea contrario a ese espíritu que contiene la sabiduría, no proviene de Dios, sino que proviene del ego. De modo que sabiendo identificar cuando te habla Dios y cuando el ego, está en ti entonces ser valiente y tomar la decisión con sabiduría, aunque en principio te genere conflictos y momentos difíciles.

El conocimiento, en cambio, se refiere a la información que se adquiere del medio o realidad circundante, o que se transfiere por diferentes vías de un individuo a otro, o que llega a las personas por los medios de difusión masivos.

De acuerdo a la RAE, hay cuatro definiciones fundamentales de conocimiento: Acción y efecto de conocer; entendimiento, inteligencia, razón natural; noción, saber o noticia elemental de algo; estado de vigilia en que una persona es consciente de lo que la rodea.

Como se ve, la sabiduría es ilimitada y la tenemos a disposición dentro de nosotros, pero a la vez, tenemos el ego, que junto al miedo se vale del conocimiento para que no nos atrevamos a tomar la decisión que verdaderamente te hará producir un salto cuántico en tu vida.

El conocimiento te da información limitada. La sabiduría te da posibilidades ilimitadas. El conocimiento te invita a mantenerte en lo que conoces, la sabiduría te impulsa a ir más allá. El conocimiento te da satisfacciones efímeras, la sabiduría te da satisfacciones eternas.

El conocimiento hace crecer el ego, la sabiduría disminuye. La sabiduría te invita a no temer, a asumir riesgos, el conocimiento te incita a llegar hasta donde conoces, a disminuir los riesgos, sino eliminarlos, a quedarte en tu zona de confort.

La sabiduría es esencial para la vida, el conocimiento es necesario. La sabiduría te lleva a la plenitud, el conocimiento te mantiene en la mediocridad. ¿Es malo el conocimiento? No; pero el conocimiento sin sabiduría puede llevar al ser humano a ser cruel sin límites, infeliz en extremo. El conocimiento sin sabiduría lleva a la autodestrucción de la especie humana.

La perseverancia se logra entonces, cuando actúas con sabiduría, usando el conocimiento como herramienta que te permite avanzar con cierto grado de firmeza, logrando superar el miedo a equivocarte y a perder lo que crees que tienes.

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