La Carta Pastoral en la problemática dominico-haitiana y de la nación

Juan Bosch, en su libro «Composición Social Dominicana», en los capítulos VII Y VIII, narra la espeluznante miseria en que vivían los dominicanos a lo largo de siglo XVII y posteriores.   En esos capítulos, Bosch trae a colación los escritos de Sánchez Valverde, que dan cuenta de aquella miseria: «En Santo Domingo las personas pasaban hambre, iban descalzos y harapientos, no había comercio con dinero, sino con trueque, las viviendas tenían pisos de tierra y las letrinas eran el uso, no había escuelas, ni servicios de salud, en fin, el país era la misma imagen del atraso».

 

 

A estas revelaciones de Valverde, Bosch añade: «esta miseria se prolongó e incrementó hasta pleno siglo XX» y corrobora al respecto, con la información siguiente: «En el 1968, puede afirmarse sin el menor temor a exagerar, que en realidad, lo que sucedió en el siglo XVII siguió sucediendo a lo largo de nuestra historia y siguió sucediendo en la segunda mitad del siglo XX, excepto para una minoría de dominicanos.  En ese año-continua Bosch- los habitantes de los barrios más pobres de las ciudades vivían en ranchos tan miserables, como los que sin duda ocupaban los esclavos de las estancias y de los hatos en el 1650; los campesinos de la región fronteriza del Sur se hallaban en un nivel de miseria, que no puede ser más alto que el de los campesinos que había en el 1670 en los campos de Cotuí.   Podemos estar seguros, que relativamente la población del país tenía mejor vida en el 1668, que la que tenían los pobres en 1968.

 

 

La mayoría de los dominicanos- continua Bosch- está viviendo en 1968, tal como vivía la totalidad hace trescientos años.  Sin duda ha habido cambios, pero no básicos.  Para unos dos millones de dominicanos no hay ni escuelas ni medicinas ni trabajo remunerado ni esperanzas de cambio, tal como sucedía hace tres siglos para la totalidad de los habitantes de la Española.  En suma-acota Bosch- por lo menos sesenta veces más dominicanos viven en la segunda mitad del siglo XX en el nivel en que vivía nuestro pueblo trescientos años atrás.  En puros términos estadísticos, pues, nos hallamos sesenta veces en la situación de 1668.

 

Este relato de Bosch, podemos ampliarlo y enriquecerlo con vivencias propias, pues cuando en mayo de 1961 ajusticiaron al satánico de Trujillo, yo tenía apenas 11 años de edad, sin embargo, esa corta existencia no fue impedimento para que no me diera cuenta de la paupérrima e inicua situación  por la cual atravesaba nuestro pueblo.   Yo vi con mis propios ojos, cómo la mayoría de la gente que residía en nuestros barrios y campos, vivía exactamente como la describe Bosch.   Los barrios eran aglomeraciones de casuchas rusticas, construidas con hojas de yagua, pedazos de latas y de cartón, con pisos de tierra, y una letrina maloliente en el patio.  Todas estas viviendas estaban sin acueducto y energía eléctrica, y las calles y callejones, carecían de asfalto, de contenes, y de sistemas de alcantarillado y cloacas, por lo que cuando llovía, aquellos barrios se convertían en un puro lodazal, semejantes a las pocilgas.

 

A lo tétrico de este guético panorama, de gente descalza y famélica por la mala alimentación, y muchas veces desdentadas, venía a sumársele un atraso espiritual e ideológico grave, concretado en un analfabetismo e incultura, aterradores y por un habla de muy reducido léxico y mala pronunciación, y para remate, todos eran trujillistas y católicos a morir.

 

En ese «periodo medieval» de nuestro pueblo, ese atraso y fanatismos, se mostraban con orgullo; al efecto, los cuadros y placas de Trujillo se colgaban en el amasijo de yaguas podridas, cartones desvencijados y laminas viejas, que hacían de paredes.  Allí permanecía impávida una foto del tirano, franqueado por una placa que decía: «En este hogar Trujillo es el jefe».  Para completar esa obra surrealista que pintaban esas miserables existencias marginadas de la evolución y de un trato humano, el espacio libre dejado por la parafernalia del jefe, era ocupado por láminas y cuadros, tanto del Sagrado Corazón de Jesús, como por decenas de vírgenes y santos del santoral católico, en lo que no faltaban la Virgen de la Altagracia y la Virgen de las Mercedes, aquella que en marzo de 1495 se «apareció» en el Santo Cerro para ayudar a «los buenos de los españoles» a derrotar a los «malvados indios».  Estos cultos paganos, hasta el día de hoy, se han incorporado y asimilado a la cultura de nuestro pueblo, en razón de la imposición de estas advocaciones, por los españoles, durante el proceso de colonización de nuestra isla.

 

Volviendo al relato de Bosch, la cuestión es, que en el 1968, el país apenas tenía siete años que había salido de la dictadura de Trujillo, que como es bien sabido, restringió a su máxima expresión, la enseñanza y difusión científica del conocimiento ideológico plural, con la agravante, de que ésta cruzada opresora y embruteciente, se dio con la confabulación de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, en una sociedad, con más del 90% de analfabetos, con siglos de atrasos y extremadamente pobre, tal como la describe Bosch.  El Concordato y sus engendros, son pruebas palmarias de esa confabulación.

 

En esa era, que los intelectuales al servicio de Trujillo, llamaron «gloriosa», los que tenían la suerte de poder asistir a una escuela primaria, posteriormente a un liceo y a una universidad, se desenvolvían en una atmósfera de restricciones al conocimiento ideológico y al debate de las ideas, en lo que la Iglesia y el Estado, mancomunados, optaban por una enseñanza dirigida a la formación de un tipo de individuo, que al salir de las aulas, estuviera programado para adherirse fanáticamente al régimen y al catolicismo.

 

Con el tiempo, pese a esta educación, fueron muchos los que escaparon al lavado de cerebro que inculcaba la versión católica y trujillista de ver y concebir el universo, nuestro planeta tierra, la creación en general y la política. En consecuencia, se desarrolló la subversión que permanecía latente en el pecho de gran parte de la juventud dominicana; la cual se hizo efectiva, con la invasión de Maimón, Constanza y Estero Hondo, entre otras manifestaciones posteriores de rebeldía al oprobioso régimen de Trujillo.

 

Aquella educación desvirtuada e imcompleta impidió, que nuestro pueblo marchara al ritmo del desarrollo de otros pueblos, a los cuales, las ideas del Siglo de las Luces habían llegado, trayendo consigo el uso de la razón.  En este contexto, se educaba, en todos los casos, para que creyéramos los que otros pensaban por nosotros.  Así, por ejemplo, cuando en un aula se solía abordar- digamos- el fenómeno de la creación, era obligado aceptar la concepción bíblica, pues quien optaba por la evolución de Darwin, corría el riesgo de que se le estigmatizara de comunista, cosa que era sumamente peligrosa, para la vida misma del individuo, así tachado.

 

Es decir, ese régimen tiránico y teocrático de Trujillo, impidió de manera sostenida durante 31 años, el desarrollo material, científico y cultural de nuestro pueblo.  Los que fuimos criados en esa gran cárcel que fue la República Dominicana durante esa dictadura, con ese adoctrinamiento, fue mucho lo que posteriormente tuvimos que luchar para sacar de nuestras mentes, todas las supersticiones y tonterías religiosas que nos habían metido en la cabeza con un catecismo medieval, que sumió en el oscurantismo a varias generaciones.  Aquello fue un daño irreparable.

 

En definitiva, la pobreza material e intelectual que acota Bosch, la veníamos arrastrando desde los inicios del siglo XVII y se extendió hasta el 1968 sin mayores cambios, primero, por razón del colonialismo vigente, en que las guerras entre las potencias europeas, principalmente entre España, Francia e Inglaterra repercutían negativamente en nuestro territorio, que para ellas, era botín de guerra.  En esta aciaga circunstancia, el país se debatía en la búsqueda de una identidad nacional, en la que muchos fenómenos ocurridos en ese interregno, impedían que en el país hubiera un clima de paz propicio al desarrollo.  De esos fenómenos podemos resaltar, las devastaciones de Osorio y las muchas guerras libradas por la Independencia y la Restauración.

 

Posteriormente, después de 1844, el caudillismo local más el poder eclesiástico, concomitante con la alternabilidad de dictaduras (Báez, Lilis, Trujillo) y de otros malos gobiernos, que aunque no eran dictaduras, tampoco eran democracias en el sentido etimológico de la palabra, tampoco les interesó la alfabetización de nuestro pueblo, ni cambiar sus condiciones materiales de vida; eso sí, el territorio nacional estaba sembrado de Iglesias, mas no así de escuelas.

 

Por esto, en 1968, a nuestro país, del Siglo de las Luces, del uso de la razón, solo habían llegado ráfagas a algunos de los pocos intelectuales que tenía el país ; y en general, el pueblo desconocía  la enciclopedia de Diderot, lo mismo que los nuevos planteamientos filosóficos  de Descartes, Voltaire, Spinoza, Newton, Jacobo Roseau, Montesquieu, Buffon, Carlos Marx, Lenin, Engels, Hegel, Jefferson, Paine, entre muchísimos más; pero si  conocía, el catequismo de la Iglesia católica, cuyas edificaciones, superaban por mucho el número de escuelas construidas en todo el país.

 

Por las razones expuestas, nuestros profesionales y el pueblo en general, tuvieron una pobre formación en el campo de la filosofía y de las ciencias políticas y sociales, valga especificar, en economía política, historia, sociología, etc., y hasta en las aéreas científicas del saber, imprescindibles para el desarrollo industrial y tecnológico de un país.  Éramos pues, y lo seguimos siendo en gran medida, unos castrados, en los campos del conocimiento.

 

En un medio así, es lógico, que el desarrollo de un país permanezca estancado;  por ejemplo, en este punto cabe traer a colación, que en la dictadura de Trujillo, el debate de las ideas no era posible, debido a la falta de libertad, e irrespeto a  los derechos humanos y a la extrema represión, que en aquellos tiempos era tan seria, que estaba prohibida la venta, difusión y lectura de todos los libros que contraríasen al régimen, o los que le oliesen a socialismo o comunismo, bajo pena de cárcel, tortura y muerte, como en los mejores tiempos de las Cruzadas y la Inquisición.  El oscurantismo y la opresión de aquellos días fueron tan manifiestos, que la misma Iglesia prohibía la lectura de la Biblia editada por otras sectas religiosas.

 

Pues bien…mis lectores se estarán preguntando ¿qué relación tiene toda la ponencia anterior, con la problemática dominico-haitiana, la nación en general y con la Carta Pastoral, emitida por la Iglesia católica, el pasado 14 de enero, como preámbulo a la celebración del pasando 21 de enero de la fiesta de Nuestra Señora de La Altagracia?

 

Veamos a donde quiero llegar…

 

Observando la foto de los obispos y demás jerarcas de la Iglesia, que firman la aludida Pastoral, se puede llegar a la conclusión, que todos ellos rondan por los 75 o más años de edad.  Es decir, todos nacieron entre los años 1935 y 1940, cuando ya Trujillo estaba plantado en el poder, por lo que, cuando ese tirano fue ajusticiado, estos obispos tenían, unos 26 años de edad, y otros 21, por lo que se puede deducir, que muchos de ellos ya eran sacerdotes, formados en un sistema de adoctrinamiento religioso, similar a como forman sus sacerdotes (imanes), los musulmanes y otras religiones.

 

Como ya explicó Bosch, en los años que estos obispos nacieron, la miseria era paupérrima.  En esas condiciones, la juventud de aquellos tiempos, acorralados por la pobreza extrema, tenía pocas posibilidades de lograr movilidad social y superación económica, siendo lo más común para sortear aquellas taras, ingresar a la carrera militar de cualquier institución o decidirse por meterse al seminario para hacerse sacerdote.  Cierto, que muchos lo hacían por vocación, «respondiendo a un llamado», pero la realidad es, que la mayoría lo hacía, como una medida con la que podían salir de la marginalidad y de la pobreza obscena en que vivían.

 

Así, algunos de los individuos que llegaron (y siguen llegando) a jerarcas militares, provenían de familias muy pobres, que ingresaban (e ingresan en la actualidad) a sus hijos en la carrera militar para buscarle una salida a la terrible indefensión e indigencia de sus vástagos.  En este contexto socio-económico, estos militares eran y son (hoy en menor medida) adoctrinados para apoyar dictaduras o semidemocráticas.  En este tenor, es historia, que cuando Bosch llegó al poder en 1963, muchos de los generales de esa época, apenas sabían leer y escribir, eso sí, sabían mucho de anticomunismo y del catecismo, por adoctrinamientos orales.

 

Por iguales motivos (como ya se ha referido), otros jóvenes entraban en algún seminario, donde por 12 años eran adoctrinados, en un cristianismo totalmente divorciado de los principios primigenios de Jesús.  Señalo lo del cristianismo divorciado, porque ha de recordarse, que con el emperador Constantino en el 423 d.C., el cristianismo perseguido, pasó a ser perseguidor y que retomó las viejas enseñanzas en la que imperaba un Dios cruel y castigador que nos manda a un infierno por secula seculorum; pero que además, es un «cristianismo» que perdió la mística de luchar por los pobres y la justicia social, proceso en el que esta Iglesia se  transformó en pagana y adquirió un poder terrenal terrible, donde los nuevos sumo sacerdotes (papas) y jerarcas eclesiásticos en general, se hacían de enormes fortunas y poder, así como también, socios de los más pudientes y apoyo de regímenes criminales, bestialmente totalitarios y opresivos de los pueblos.

 

La historia, al día de hoy, con el papado de los Borgias y de otros papas, que fueron la reencarnación del mismo demonio, con sus bestiales acciones, dan cuenta de lo que ha sido ese vuelco del cristianismo primigenio.  También viene a colaborar con esta historia de un cristianismo desviado, la historia de Las Cruzadas, la infernal Inquisición, el cruel papel jugado por esta Iglesia en la «cristianización de América» y el posterior rol de ésta, apoyando dictaduras y defendiendo los intereses de los ricos y lo que es peor, asumiendo un adoctrinamiento embrutecedor en pueblos analfabetos y paupérrimos, para que permanezcan en el oscurantismo, haciéndolo así, presas fáciles de sus opresores y del poder de los llamados «Príncipes de la Iglesia», quienes a la vez, según ellos, son representantes de Dios sobre la tierra (Cualquiera que tenga el poder de hacerte creer idioteces, tiene el poder de hacerte cometer injusticias).  Los hechos más recientes de esta naturaleza, los encontramos en el apoyo que Juan Pablo II le dio al dictador chileno Augusto Pinochet, y a las demás dictaduras que azotaron al Cono Sur y a otras regiones.  De esta situación, bien saben los que la vivieron en carne propia, valga decir, los argentinos, guatemaltecos, hondureños, salvadoreños, ecuatorianos, bolivianos, venezolanos, nicaragüenses, haitianos y dominicanos, entre otros, pues la lista, si la hacemos extensiva a nivel mundial, sería kilométrica.

 

En este recuento histórico, no debemos soslayar, que el papa Juan Pablo II en su pontificado, protegió a miles de pederastas, y de manera muy especial al psicópata mexicano Marcial Maciel, quien hasta incesto llegó a cometer con varias de sus hijas.  Hablo de un supuesto vicario de Cristo, que además de todo lo anterior, le dio la espalda a monseñor Oscar Arnulfo Romero y que se confabuló con Ronald Reagan y unos cuantos gobernantes europeos, para contribuir al desmembramiento de la Unión Soviética, por lo que, el mundo quedó a merced del capitalismo neoliberal, que hace cada vez más rico a los ricos y más pobres a los pobres.  Tampoco debemos soslayar, cómo este papa sepultó la Teología de la liberalización y marginó a sus sustentadores.

 

En esta vorágine de acontecimientos subterráneos, de falsedades y contradicciones, se da en la mayoría de los casos, el que muchos de estos jerarcas, han llegado a comprender la falsedad de su institución religiosa, de sus doctrinas y dogmas, pero como con ella, se han empoderado, logrando escalar socialmente y resolver materialmente sus vidas, antaño miserables; aseguran ese status, permaneciendo en ella, porque no todos tenemos el valor, de renunciar a una militancia que nos asegura una vida material con holgura y seguridad.  No son muchos los que tienen el valor de renunciar a tantos privilegios burgueses para seguir los lineamientos del Cristo. Son escasos, los Camilos Cien Fuegos, los Che Guevara, los seguidores de la Teología de la Liberación, lo mismo que un Montesinos, Las Casas, Córdoba o un Fray Juan del Valle.  Los que nos ganamos la vida fuera de ese contexto, sabemos lo arduo que hay que trabajar, las vicisitudes que hay que enfrentar, y las cosas que hay que aguantarles a los patrones, para llevar el pan a casa.

 

La vida es más fácil y hasta de holgura y glamour para obispos y cardenales en ese mundo eclesiástico de privilegios y de connivencia con los poderes facticos.  De ese grupo de obispos dominicanos, los hay, quienes a despecho de los votos de castidad de la Vida Consagrada, se sabe, han tenido amantes e hijos, tal como en el pasado los tuvo el arzobispo Fernando Arturo de Meriño.  En este capítulo cabe destacar el caso del padre Napoleón Andrickson, quien en Bonao finalizando el siglo XIX, había procreado 30 hijos, que reconoció tuvo con 13 mujeres. Este fue, y sigue siendo el caso de muchos otros sacerdotes.   También, de ellos hay quienes han llegado a ser prósperos empresarios, contrariando los votos de pobreza de la Vida Consagrada.   Ser un verdadero legionario de Cristo entregado a esa vida no es nada fácil.  Por eso abundan entre nosotros los falsos profetas, aunque tener hijos, no lo tengo como un indicativo de falsedad, sino más bien, como un ejercicio pleno de la condición humana y si hay pecado en ello, no lo seria por el acto de la procreación en sí, sino por el modo furtivo e irresponsable de ejercerla.

 

De las atrocidades citadas, nuestra República Dominicana no ha quedado exenta.  Es historia patria de cómo esta Iglesia fue un ente clave, para que la clase más reaccionaria del país se hiciera del poder con Pedro Santana a la cabeza, en lo que concomitantemente, condenaron al destierro perpetuo y a la excomunión a todos los trinitarios, decisión ésta última, dada a conocer por Carta Pastoral leída por el arzobispo Tomás Portes en la Catedral Primada de América el 28 de julio de 1884.

 

También son actos deleznables de ésta Iglesia, el Concordato y su injerencia en los asuntos del Estado, así como también, su macabra alianza por largo tiempo con Trujillo y la burguesía explotadora y posterior seguimiento, hasta la actualidad, de ésta política, con los gobiernos que le han sucedido a aquel régimen de oprobios.

 

Otra muestra fehaciente de esa política desaprensiva seguida por los jerarcas que en línea sucesiva han venido a caer como jefes supremos de ésta Iglesia, lo constituye el derrocamiento en 1963 del gobierno democrático de Juan Bosch, barbarie que hicieron en alianza con los militares de turno y la clase reaccionaria gobernante, justificando esa execrable acción, acusando a ese gobernante de comunista y que la nueva Constitución del 1963, era también de corte comunista.

 

Es ya un tema debatido hasta la saciedad, que el deterioro socio-económico, la corrupción y la degradación moral a la que ha llegado nuestra nación tiene su orígen en ese nefasto golpe de estado; pero, de esa criminal responsabilidad, ellos (obispos, jerarcas militares y clase dominante) aún no se dan por enterado, incluso, al día de hoy, todavía justifican su participación en esa conjura, pese a ver lo demoledor en que ha devenido para el país, aquel machetazo a la democracia.

 

En el caso de los obispos firmantes de la Carta Pastoral en referencia, el señalamiento de que aún ellos no se dan por enterado, de todo el daño que le han infligido al país y a su propia Iglesia y que aún les siguen haciendo, se puede constatar con la Carta Pastoral, que nos ocupa.  En sus páginas podemos descubrir, que estos obispos, todavía no se dan cuenta, de que sus pensamientos, acciones, dogmas y doctrinas, responden a tiempos medievales; que siguen de espaldas al pueblo y que sus vidas son la negación del Cristo que dicen seguir, en lo que también ponen en práctica el fenómeno de ignorar los propios yerros, para solo ver la paja en el ojo ajeno; es decir, escurren el bulto de los pecados propios, para de manera insostenible, ver inconductas solo en el otro. Por suerte que el nuevo papa Francisco se está ocupando de señalarles esas desviaciones y poner la casa en orden.

 

Por la brevedad que exigen los periódicos para este tipo de publicación, me voy a limitar a solo hacer algunos comentarios de esa Carta Pastoral, extrapolando los mensajes que considero puntuales de la opinión de los obispos sobre la realidad social, política, y económica del pueblo dominicano que ellos exponen en ese documento.  Al efecto, cito y analizo:

 

Extrapolaciones a la Carta Pastoral

 

La primera contradicción que encuentro en esta Carta Pastoral es su párrafo alusivo a la descomposición familiar: «En los actuales momentos estamos asistiendo a un mundo y una sociedad enferma, donde la más perjudicada está siendo la estructura familiar con el detrimento de sus más sanos valores, causa a su vez, del deterioro de la misma sociedad» (133i).  Este párrafo llama la atención, porque de esa enfermad ellos y su Iglesia se excluyen.  O sea, según ellos, en lo que les corresponde, lo han estado haciendo bien de bien, todo el tiempo, como si  no hubiesen tenido responsabilidad en esa enfermedad social que acusa nuestro pueblo y que ellos denuncian en su Carta Pastoral.

 

En este tenor, en nuestro país, ellos pasan por alto esa alianza, que como ya establecimos, fue fraterna hasta con tiranos diabólicos como Trujillo; y olímpicamente, aún están ignorando que el recrudecimiento de esa enfermedad social referida, en nuestro tiempo tiene su origen en el golpe de estado a Juan Bosch, que ellos auspiciaron en 1963, en confabulación con las fuerzas más cavernarias de la nación.  Esto es tan así, que aún no se disculpan ante la nación de aquel crimen de lesa patria.

 

Pero también, es como lavarse las manos como Pilatos, el no reconocer ellos ser parte de esa enfermedad social, cuando han tapado los casos de pederastia y abusos sexuales cometidos por varios de sus conspicuos miembros, pese a que han hecho juramento de Vida Consagrada, con opción de votos de castidad.

 

Sigamos con el análisis de otros párrafos:

 

“En la Iglesia llamamos Vida Consagrada: A una forma estable de existir en la cual hombres y mujeres bautizados, llamados por Dios Padre a vivir de una manera particular y radical los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, siguen más de cerca a Cristo bajo la acción del Espíritu Santo y se dedican totalmente a Dios como a su amor supremo, entregados por un nuevo y peculiar título a su gloria, a la edificación de la Iglesia y a la salvación del mundo. Lo hacen unidos en una comunidad fraterna inspirados en el carisma de su fundador o fundadora para responder a unas necesidades concretas de la Iglesia y de la sociedad” (5).

 

«En la Vida Consagrada, se asume, el no poseer, para ser más libre en la total disponibilidad para Dios.  «El consejo evangélico de pobreza, a imitación de Cristo, que, siendo rico, se hizo indigente por nosotros, además de una vida pobre de hecho y de espíritu, esforzadamente sobria y desprendida de las riquezas terrenas, lleva consigo la dependencia y limitación en el uso y disposición de los bienes, conforme a la norma del derecho propio de cada instituto” (21)

 

Bueno… ¿la vida y accionar de estos obispos y la de sus amigos empresarios y banqueros, se corresponde con esta vida consagrada que ellos describen? ¿Viven ellos en pobreza, castidad y obediencia? ¿Realmente están sus vidas inspiradas en Cristo y para la salvación del mundo? ¿Han optado ellos por la opción preferencial por los pobres a la que aluden?

 

Reanudemos…

 

“Así, ante una cultura hedonística que busca en la sexualidad sólo el placer egoísta y sin ninguna norma moral objetiva, promoviendo una especie de idolatría del instinto, la vida consagrada responde con la práctica gozosa de la castidad perfecta, como testimonio de la fuerza del amor de Dios en la fragilidad de la condición humana… Sí, ¡en Cristo es posible amar a Dios con todo el corazón, poniéndolo por encima de cualquier otro amor, y amar así con la libertad de Dios a todas las criaturas!» (40).

 

¿Tiene esta Iglesia, la reciedumbre moral para hablar de sexualidad en esta forma moralista, ignorando que taparon los pederastas que tenían en su seno, y las promiscuas actividades sexuales de muchos de sus obispos y curas? En este punto, no debemos pasar por alto que esta criminal conducta, dio lugar a que en el seno de esta Iglesia se creara una especie de escuadrones de pederastas que abusaban de miles de niños en todo el mundo y de violadores, cuyas acciones eran tapadas con el soterrado propósito de no dañar el prestigio de la Iglesia.

 

Prosigamos…

 

«El reconocimiento de la dignidad de la mujer, de su aportación específica a la vida, a la sociedad y a la acción pastoral y misionera de la Iglesia desde el Evangelio y con una visión global sin dejarse conquistar por concepciones unilaterales» (133b).

 

Este párrafo es totalmente contradictorio, con lo que ha sido el trato a la mujer, por parte de esta Iglesia. Comenzando por el evangelio de Pablo, que bíblicamente le da a las Evas, categoría de inferioridad frente al hombre y ante la Iglesia misma, que no las considera aptas para ser ordenadas a los mismos niveles eclesiásticos que el hombre.

 

En este párrafo se habla del reconocimiento a la dignidad de la mujer, principio este, que paradójicamente, esta Iglesia les ha negado de manera brutal a nuestras mujeres en nuestra patria y hasta de manera universal.   Obrar para que en la Constitución de la República se imponga una normativa antiaborto terapéutico, que en muchos casos condena la mujer a morir, no solo es brutal, sino también algo abusivo, de caverna y sobre todo de irrespeto a los derechos humanos y a la propia dignidad, no solo de la mujer, sino de todo el género humano.

 

Continuemos…

 

Ante «un materialismo ávido de poseer, desinteresado de las exigencias y los sufrimientos de los más débiles y carente de cualquier consideración por el mismo equilibrio de los recursos de la naturaleza, la respuesta de la vida consagrada está en la profesión de la pobreza evangélica, vivida de maneras diversas, y frecuentemente acompañada por un compromiso activo en la promoción de la solidaridad y de la caridad” (No. 41).

 

“Ante el individualismo que se promueve con nueva fuerza que divide y crea discordia, la vida consagrada responde con la vivencia de la fraternidad en una comunidad concreta como el lugar privilegiado para discernir y acoger la voluntad de Dios y caminar juntos en unión de espíritu y de corazón reconociendo en quien la preside la expresión de la paternidad de Dios y el ejercicio de la autoridad recibida de Él, al servicio del discernimiento y de la comunión” (No. 45).

 

Analicemos…

 

¿Ha llevado esta Iglesia y sus jerarcas, principalmente su jefe, monseñor Nicolás López Rodríguez, una vida consagrada en la profesión de pobreza evangélica?

 

¿Promueve el cardenal, la vivencia de la fraternidad en una comunidad concreta y está al servicio del discernimiento y de la comunión?

 

Hablo del mismo cardenal, que cuando se ha referido a la delincuencia juvenil, plantea a la policía que actúe con mano dura, lo que equivale a que los maten… «a que le den pa´bajo”…que la policía se tome la justicia en sus propias manos.  Esta actitud la asume el cardenal con la gente pobre de los barrios, mientras hace vida social con los nuevos ricos que han hecho fortuna robando al erario, y que con esto han creado las condiciones, que ha llevado a la juventud a ser acorralada en una pobreza extrema, que la ha enfermado mental y espiritualmente, en lo que delinquir es la única forma que han encontrado para sobrevivir.  En consecuencia, la fórmula que el cardenal propone para enfrentar a nuestros jóvenes delincuentes, no tiene nada de científica, mucho menos de cristiana y evangelizadora.

 

Igual conducta cavernaria han asumido el cardenal y los obispos firmantes de la Carta Pastoral frente al gravísimo problema inmigratorio haitiano, que sus amigos empresarios agrícolas, banqueros codiciosos, constructores de obras de Estado e ingenieros privados y gobiernos irresponsables han creado.  Esta inmigración viene de lejos, la misma dista de unos cien años atrás, por lo que el origen, causas y efectos de esa problemática, no es ajeno a personas como ellos, que para los cien años, si es que sobreviven, les quedan pocos.

 

A consecuencia de lo planteado anteriormente, estos eclesiásticos sabían, digamos, por lo menos, desde hace 50 años de la explotación inmisericorde a que eran sometidos los haitianos, dominico-haitianos y dominicanos, en los ingenios de Trujillo, los Vicini, Central Romana Corp. y otros; pero, de esta explotación y del problema futuro que la traída de braceros haitianos iba a crear, porque nadie se ocupaba de repatriarlos, los eclesiásticos en cuestión se hicieron de la vista gorda, mientras sus amigos empresarios del azúcar, todos muy buenos auspiciadores económicos de la Iglesia, se beneficiaban en grande de esta explotación inhumana.

 

Todos habían permanecido callados ante aquella indignidad, de la casi esclavitud de «sus hermanos», hasta que el problema explotó; pues sucede, que cuando se extinguieron los ingenios, quedaron más de doscientos mil, dominico-haitianos, sin trabajo, vegetando, sin que nadie se ocupara ni les importaras la suerte de ellos, incluso, llegándose al colmo, de negarles la pensión a la que tienen derecho, por más de 30, 40 y hasta por 50 años de duro trabajo. (Me refiero a la gente que había nacido en el país, y que por el jus soli le tocaba la nacionalidad dominicana),

 

En la alianza descrita, la jerarquía eclesiástica, hemos visto, siempre ha optado, por la connivencia con los de arriba, permitiendo a sus vistas, golpear los de abajo.

 

En esta situación, cuando ya los colonos no necesitaban los braceros de ningún tipo- consideraron- principalmente a los dominico-haitianos, una carga para el país, entonces, se inventaron la sentencia 168/13, para deshacerse, de los que ellos consideran «escorias humanas».  Lo más bestial de todo esto es, que nuestro cardenal, haya apoyado esta funesta sentencia de manera desaprensiva. Y en cuanto a los obispos, unos se han quedado al margen de la discusión, y otros han optado por no darse por enterados.   Ninguno de estos obispos, ha salido a denunciar las injusticias y atropellos, que en transcurso de un siglo se ha llevado a cabo contra estos desdichados seres humanos, tal como lo hicieron en su tiempo, Montesinos, Las Casas, Córdoba o a un Fray Juan del Valle.

 

En esta cruzada antidomínico-haitiana, que el cardenal considera patriótica, él, al igual que los «nazionalistas» niega que haya dominicanos de ascendencia haitiana; pero lo peor es, que en vez de invocar para que haya una salida civilizada a la excesiva inmigración haitiana que han creado sus amigos de la clase gobernante, mejor prefirió, al igual que un grupo de pseudos-intelectuales, dedicarse a sembrar cizaña, llamando a ejercer la violencia con formulas trujillistas para solucionar ese problema.

 

Hablo del mismo cardenal, que en la homilía de navidad pide al pueblo mantenerse unido, y que se ore por el cese de las guerras y las confrontaciones mundiales, a la vez que declara esta época propicia para que todos los seres humanos se amen y cesen todos los odios y los malentendidos entre los hombres y las mujeres de de la Tierra.

 

En esta celebración altagraciana, el cardenal, una vez más, dio muestras de sus contradicciones: le pide a la Virgen de la Altagracia, que cuide a este pueblo y que lo libre de todos estos bandoleros, criminales, atracadores y violadores, y de tanta gente que piensa sólo en maquinar el mal, en corromper y pervertir, para que ellos no continúen haciendo fechorías. Todo esto lo dice, abrazándose y haciendo vida social, precisamente, con todos los que el pueblo tiene en esas categorías, de hombres y mujeres, que han vendido sus almas al príncipe de las tinieblas.

 

Las contradicciones entre prácticas y discursos de estos eclesiásticos, principalmente de su venático cardenal, son más que evidentes.

 

Para finalizar esta parte…traigo a colación, como en esta pastoral se evade tratar directamente el asunto de la inmigración ilegal y la desnacionalización de los dominico-haitianos, para hacerlo subliminalmente; con lo que siguen escurriendo el bulto, para hábilmente, quedar bien con Dios y con el Principe aquel…!Testimonien!- nos dicen en esa Carta Pastoral- que es posible crear un mundo de hermanos viviendo una enriquecedora relación entre personas de diferentes culturas, teniendo en cuenta que sus comunidades se hacen cada vez más internacionales (125).  Para esto será necesario que cultiven la comunión fraterna al estilo de la primera comunidad cristiana que tenían un solo corazón y una sola alma. (114)

 

«Por eso, la opción preferencial por los pobres es parte de la vida consagrada ya que la  búsqueda de la belleza divina mueve a las personas consagradas a velar por la imagen divina deformada en los rostros de tantos hermanos y hermanas, rostros desfigurados por el hambre, rostros desilusionados por promesas políticas; rostros humillados de quien ve despreciada su propia cultura; rostros aterrorizados por la violencia diaria e indiscriminada; rostros angustiados de menores[que no cuentan con el amor y el cuidado de una familia]; rostros de mujeres ofendidas y humilladas; rostros cansados de emigrantes que no encuentran digna acogida» (43)

 

Como, vimos estos obispos, una vez más, optaron por lo genérico…por las generalidades…por lo conservador.  No enfocaron directamente el abuso de la desnacionalización, ni la ignominia de no pagar las pensiones a los miles de braceros que mueren de hambre y enfermedades en su sórdida vejez, pero tampoco trataron el asunto de los bajos salarios, que en general afectan a todos los trabajadores dominicanos.

 

Conclusiones

 

Al llegar hasta aquí con mis elucubraciones, confieso con cierto rubor, que al leer la Carta Pastoral en cuestión, por lo incoherente del discurso con la práctica de sus autores, se me antoja, compararla con los «textos morales», que de vez en cuando, a lo largo de los últimos años han venido publicando numerosos personajes de nuestra codiciosa y corrupta fauna política, como son los casos de Leonel Fernández y los trujillistas, Vincho Castillo y Euclides Gutiérrez Félix, entre muchos otros.

 

Cierto, el mundo, la sociedad dominicana y la estructura familiar están enfermos, gravemente enfermos moral y espiritualmente; pero ellos (los eclesiásticos que nos ocupan) al parecer se excluyen de padecer de esta enfermedad y de su responsabilidad en la ocurrencia de la misma,  pues se supone, que ellos son los doctores espirituales del mundo y de nuestro pueblo en particular, llamados, preventivamente, a evitar que esta sociedad dominicana, ellos mismos y todos nosotros, nos enfermáramos tan letalmente.

 

En cuanto a la gravedad que reviste el caso de la inmigración haitiana, y de la injusticia que ha tomado cuerpo, de querer mediante la Sentencia 168/13 despojar de la nacionalidad dominicana a más de 200 mil dominicanos de ascendencia haitiana, es lamentable, que esta barbaridad haya contado con el apoyo abierto y decido o la indiferencia de ellos.  Por mas 50 años ignoraron la explotación a que eran sometidos esta gente en los campos de caña.   Se hicieron sordos y ciegos a los padecimientos de ellos, a la violación de los derechos fundamentales de eso seres humanos, a quienes por lo que veo, no consideran ovejas del rebaño de Cristo.

 

En estas atrocidades, estos sacerdotes que dicen ser «siervos de Dios» se confabularon con los explotadores, a cambio de canonjías para sus Iglesias y de un disfrute social, incompatible con el peligroso trabajo de Cristo, a quien han traicionado, pues no los veo como a defensores de los desvalidos, sino cómo mediatizadores o evasores de la misión de justicia encomendada a ellos por el Altísimo, aunque la misma, se ventile, los llevarían a ser sacrificados en el Gólgota como al Cristo.  En cambio, estos han preferido llevarse bien con los muchos Poncios Pilatos, que paradójicamente, el cardenal López Rodríguez, alude como bandoleros, criminales, atracadores, violadores, corruptos, pervertidos, que se las pasan maquinando el mal y haciendo fechorías, contra nuestro pueblo.

 

Hablo de unos obispos, que desde sus púlpitos sermonean contra la impunidad, la corrupción, y la injerencia de otros estados en nuestra política interna, señalamientos estos, que hacen, resaltando nuestra soberanía.  Pero !oh paradojas de la vida!, hablan de impunidad y corrupción, cuando ellos las ponen en práctica, encubriendo a sus pederastas y siendo aliados y amigos de personajes de gobiernos y clases corruptas en su máxima expresión. Sobre las injerencias de otros estados en nuestros asuntos internos, lo hacen obviando que ellos son súbditos, del Estado Vaticano, cuya injerencia en nuestros asuntos internos es conocida por todos.

 

Hablo de una Iglesia y su cardenal, que cuando alguien de su grey, constituido en un Montesinos, denuncia como aquel en su tiempo, los abusos de explotación de los poderosos, contra los mas infelices para enriquecerse con el sudor ajeno, estos en vez de oír esas denuncias, para tratar de corregirlas, mejor se vuelcan contra el denunciante, hasta que lo revientan, tal como sucedió, con el sacerdote anglo-español Christopher Hartley en abril de 2012, quien por sus responsables denuncias de la explotación bestial, robo de sudor, y maltrato de todo tipo, a que eran sometidos los haitianos, dominicos-haitianos y dominicanos en los campos e ingenios de azúcar del país.

 

Esa denuncia, el cardenal López Rodríguez la evaluó como un descretito al país, y por ende, una acción indigna ante la Iglesia.  Solo esperamos que al día de hoy, el papa Francisco reconsidere que cosa es indigna para la Iglesia, porque si todavía esa defensa del padre Christopher Hartley, siguen siendo una indignidad, entonces estamos perdidos y desamparados, hasta de Dios.

 

Las alusiones del cardenal, resultan paradójicas, ante el hecho, de que es muy amigo de Milton Ray Guevara, el hombre que en el gobierno de don Antonio Guzmán trajo al país 29 mil haitianos y los dejó a su suerte, para que más tarde sean parte del problema inmigratorio que estamos enfrentado y que por ironías de la vida, según el mismo Guevara, con la Sentencia 168/13, se le está dando solución al grave problema inmigratorio que gente como él, desaprensivamente, han coadyuvado a engendrar.

 

En este laberinto, tinglado de confabulaciones, servidumbres y maquinaciones, el señor Guevara, con un cinismo inconfesable, se declara adalid de la defensa de la soberanía nacional y de la identidad nacional, cuando él- como ya expusimos- ha sido parte importante en crear este problema.  ¿Qué cantidad de dinero se agenció con aquella trata?  No lo sabemos, pero si calculamos, que se buscara un dólar por cabeza, estamos hablando de 29 mil dólares, una cantidad, nada despreciable, para quienes el dinero, es un manjar… un regalo de los dioses, que bajo ningún pretexto y circunstancia se puede despreciar.

 

¿Se acordara alguien de este pedido a la jerarquía eclesiástica?

 

«Los dominicanos deben exigir una jerarquía, y en particular un cardenal que tenga menos relaciones con la gente poderosa (! tantas veces corrupta!), y aproximarse más a la gente pobre. Es muy lamentable la imagen que él ofrece, con el añadido, de que no solo se desprestigia a sí mismo, sino a toda la Iglesia del país. Dominicanos: ha llegado el momento de dejar oír la voz de los católicos responsables.»     Padre Manuel Sole   Dr. en teología

 

Vistas las anteriores reflexiones, dejo al lector que arribe a sus propias conclusiones, conjugándolas con el supuesto: «monseñor Nicolás Rodríguez, papa», para preguntarnos: ¿qué sería de esta Iglesia, de nuestro mundo y de nuestra patria, teniendo en esa posición de mando supremo, a este personaje, antítesis del papa Francisco?

 

Enlace de la Carta Pastoral.  https://conferenciadelepiscopadodominicano.com/noticias/946-carta-pastoral-21-de-enero-del-2015-la-vida-consagrada

 

Posdata: el dato de que Milton Ray Guevara trajo 29 mil haitianos en el gobierno de don Antonio Guzmán y los dejó a la suerte, está muy bien documentado, pero para dar certidumbre a esta información, remito al lector al testimonio al respecto de un periodista serio como Huchi Lora.

 

https://santiago30caballeros.blogspot.com/2013/11/milton-ray-guevara-contrato-29-mil.html

 

Posdata: El sermón del padre Manuel Bodenlle

 

Al terminar el trabajo anterior, para alegría y regocijo de mi alma y de muchos, me encuentro en la prensa con la publicación del sermón del sacerdote diocesano Manuel Bondenlle, párroco de la Iglesia San Pablo Apóstol del Distrito Nacional, quien ha sido sacerdote especialmente en sectores marginados como Gualey.

 

Los periódicos, de este sermón reseñan lo siguiente:

 

El padre Manuel Bodenlle es diocesano y ha vivido en la República Dominicana en los últimos 43 años.

 

El padre Manuel Bodenlle acusó al gobierno y a las autoridades de la Iglesia de traicionar los principios básicos del pueblo dominicano para lograr una sociedad humana, vivible, solidaria y menos corrupta.

 

Declaró que si Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez se levantaran de sus tumbas tomarían un látigo y echarían hacia fuera a quienes traicionaron sus principios, incluido al Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, a los obispos y a él mismo, como sacerdote.

 

Dijo que la riqueza queda repartida en un grupito de personas y no en el conjunto de la sociedad, algo que es una injusticia y que nunca fue lo que soñaron los líderes políticos a los que hizo referencia.

 

Criticó a los que se aferran al poder, “porque lo hacen no para servir al pueblo sino para servirse a sí mismos, incluso obispos y sacerdotes, quienes se convierten en funcionarios religiosos que exhiben toda clase de lujo”.

 

Citó directamente al Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez y a los demás obispos del país, criticándolos como traidores de los principios básicos, que garantizan una humanidad más justa, en la que nadie esté por encima de los demás.

 

Acusó a la Iglesia Católica de mantenerse en el pasado y de patrocinar su primer mandamiento de “callar”, el segundo de “votar”, para justificar que se “robe”, y el tercero es “construir”.

 

El padre Manuel Bedenlle entiende la realidad de la sociedad dominicana, y en particular el tema de corrupción que arropa a todos los sectores, en especial al gobierno. Pidió a la Virgen que “nos ayude a salir a los dominicanos de tanta corrupción, que lo permea todo, hasta la religión. Queremos honestidad, honradez, pulcritud y sentido común, que es el menos común de los sentidos”.

 

Y disparó el padre Manuel contra el clientelismo tan en boga en la política dominicana. Se olvidó de la solemnidad del recinto eclesial. Pidió “que se acabe la maldita fundida para siempre”.  Que cuando llegó al país, hace 43 años, pensaba que esas dádivas terminarían cuando se acabaran los gobiernos de Joaquín Balaguer.  Sin embargo eso sigue, y ahora con más intensidad.

 

Definió la repartición de fundidas como una traición a los postulados del profesor Juan Bosch. Lo que debía hacer el gobierno que se precie de boschista es crear empleos con salarios dignos.

 

Y para terminar con broche de oro este excelente sermón, el padre Manuel Bedenlle, definió a los políticos como “politiqueros traficantes de promesas falsas

 

Después de leer este sermón del padre Manuel Bondenlle, me retracto de mi pesimismo anterior y confieso: no estamos perdidos; sí…hay esperanzas.

 

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