La educación sexual, una espada de dos filos

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El autor es educador. Reside en Carolina del Norte, EE.UU

POR JOSÉ PRADO JIMÉNEZ 
La propuesta de llevar la educación a las escuelas luce muy atractiva.  No dudo de la buena intención del ciudadano Victor Terrero al formularla.
Ya antes alguien había propuesto la distribución de condones como una manera de ayudar a prevenir las enfermedades infecciosas de transmisión sexual, lo que causó gran revuelo.  Gracias a Dios, que tal negocio fue frustrado.
Este aspecto de la educación es más complejo que cualquiera otro en el componente de la formación integrar del educando, por todo lo que éste comporta.  Precisa no sólo de buenas intenciones.  Es necesario un plan muy bien elaborado, que responda a inquietudes, tales, como: ¿Qué enseñar? ¿Para qué enseñar? ¿Cuáles medios o recursos se han de utilizar? ¿Quiénes van a enseñar?
Reconozco el valor de la educación.  Soy maestro, y es lo que más amo hacer.  No siento pesimismo.  Si, preocupación.
En relación con la educación sexual,  en las escuelas de New York, consulté a un hijo acerca de cómo había impactado dicha orientación a los jóvenes en su escuela. La respuesta fue:” Unos decían entre compañeros:”Eso debe pensarse, otros, se sintieron movidos a experimentar”.
Estuve en una escuela de la misma ciudad, sustituyendo al maestro regular en una clase del Grado 10 (segundo año de la educación secundaria en República Dominicana). En el sistema ya se había autorizado la distribución de condones.  Los estudiantes eran jovencitos de ambos sexos que oscilaban entre las edades de 15 y 16 años.  Por coordinación entre las autoridades  de educación y las de un departamento de salud, técnicos de este último, llegaron y después de orientarles, y darles seguridad de la privacidad con que serían tratados los resultados de la prueba a que se someterían, les instruyeron tomar unos frascos de laboratorio para obtener muestras de orina, para determinar que ellos estaban libres de infecciones de transmisión sexual.  De unos dieciocho jóvenes, no recuerdo que alguno se quedara sin ir por la muestra.  Saque usted su conclusión.
Es que, la educación sexual que recibieron, más la entrega de condones previamente autorizada, sólo sirvió para despertar anticipadamente el apetito sexual.  Cabe preguntar, ¿sería diferente en República Dominicana?
Asimismo, para que un programa de educación sexual pueda rendir algún resultado estimable, es necesario realizar un saneamiento del contenido de algunos programas, y novelas.  Esta responsabilidad  corresponde al Estado; habría que conocer si está el coraje que demanda el enfrentar del desenfreno de varios programas de televisión y de radio, que de seguro cuentan con los defensores de la mal interpretada “libertad de expresión”.
Como podemos ver, el asunto resulta complejo; mas, no imposible.
Considero que arrojaría mejores resultados, un programa de moral y cívica, donde sea resaltado el respeto a la dignidad humana.  Y, aunque para muchos, a los muy adelantados de la época, les resulte obsoleto y consideren un indicio de atraso, esa educación sexual daría mayores  y mejor garantizados resultados, si llegara a contemplar en su contenido la enseñanza del temor de Dios; esto es, respeto.  Pues, ya lo había hecho conocer Agustín de Hipona: “La perfección del hombre no es posible alejado de Dios”  (perfección relativa).
Lo religioso− no el fanatismo− no interfiere con la educación sexual.  En la iglesia estamos preocupándonos por ese aspecto tan importante en la formación integrar de las personas.  Pero tratamos de una sexualidad sana.  No ese acto animal movido sólo por el placer carnal, sino de esa  en la cual la copulación es un acto de pareja entre los esposos, movidas por el amor.  Una educación sexual con ese fundamento, no precisa de una distribución de condones, como se trató en una ocasión pasada.
Debo agregar, que la enseñanza que propongo, no viola el derecho de los jóvenes, y si los prepara para un sexo responsable, en su tiempo.  El sexo responsable, es mucho más que la prevención de enfermedades; que también es muy importante. Ninguna persona sin desarrollo realiza un sexo responsable; mucho menos, un jovenzuelo en edad escolar.
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