Haití el país sin destino

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El autor es periodista. Reside en EEUU El autor es periodista. Reside en EEUU

La pobreza es la epidemia que corrompe la dignidad de los haitianos y dista desde el desembarco de sus primeros pobladores, ocupantes de la trinchera occidental de la Hispaniola, quienes de acuerdo con la historia llegaron a la isla hace varios miles de años, antes de Cristo y a pesar de las cuantiosas inversiones económicas realizadas a nivel macro, el país se encuentra inmerso en un rito desolado, donde sus habitantes emigran y padecen de una hambruna desesperante.

Es una aureola de padecimientos, que a la postre, subyugan la dignidad de seres humanos que urgan en cualquier entorno para garantizar la subsistencia y cometen delitos que riñen contran la moral, convirtiéndolo en «un país sin destino» hacia el desarrollo sostenible y; como talón de Aquiles, el carismático cantante de música popular Michel «Sweet Micky» Martelly, le ha impedido a sus propios ciudadanos que empresarios dominicanos les auxilien con la veda de más de veinte artículos de la alimentación familiar.

Tras asumir la presidencia, el 14 de mayo del 2011, Martelly, al igual que todos los presidentes latinoamericanos llegó al escenario cargado de promesas para restablecer el país, entre ellas, poner en marcha un sistema de orden, disciplina y seguridad jurídica, sin dejar de lado gobernar para garantizar los servicios fundamentales de caminos decentes, agua potable y electricidad en la nación más pobre del hemisferio occidental, dejándolo todo en el olvido.

El descuido imperante de este país tiene su base legal y política en que los gobiernos anteriores y el actual han embarcado las recaudaciones en el desarrollo del centro de Puerto Príncipe, dejando en el zafacón del olvido las tareas prometidas en campaña, cuando la estrategia debería ser dirigida a «reenseñar a los haitianos a vivir juntos», como entiende el novelista Jean-Claude Fignolé, alcalde de un poblado de pescadores en el suroeste de Haití.

Puerto Príncipe, otrora capital de la colonia francesa de Saint-Domingue (1770-1804), cuando Haití logró su independencia y durante el periodo revolucionario que la denominó Port-Républicain, constituye el centro económico, judicial y gubernamental del país con el puerto más importante, sin embargo, los recursos provenientes de las recaudaciones y donaciones externas sucumben, producto del mal manejo de la economía y las ceros inversiones en sus entornos.

Los efectos devastadores de un terremoto sucedido el 12 de enero de 2010, dejaron pérdidas que superan los 7.800 millones de dólares, miles de niños en la orfandad, secuelas de muertos, desaparecidos y 1,5 millones de personas sin viviendas, el más fuerte fenómeno natural, luego del registrado en 1770 que también afectó Cuba, Jamaica y República Dominicana, provocando temor y evacuaciones de primer orden.

Las heridas y pérdidas provocadas por el destructor terremoto son incurables e irrecuperables, visto que las viviendas construidas en el vecino Haití son mínimas, a pesar de que las recaudaciones fueron mayores, aproximadamente 11,000 millones de dólares, mientras las pérdidas rondaban los 7,800 millones, mucho más de lo requerido para su reconstrucción. ¿Dónde fue a parar ese dinero? ¿A caso fue hurtado por el propio gobierno de Martelly?. Eso no lo sabemos, pero sí estamos seguros que el hambre, la miseria y la desesperación son una ecatombe en Haití.

En el marco de la evolución poblacional haitiana, más que un sueño que al despertar se convierte en pesadilla, la recostrucción de Haiti parecería un viaje por un camino sin destino, porque todavía en pleno siglo XXI, padece del más alto porcentaje de analfabetismo, cincuenta por ciento de su población y la más alta tasa de pobreza, 58,5%, el más elevado porcentaje del emisferio, sin preocupación alguna de las autoridades, cuando la solución de estos problemas debieran ser vitales para la subsistencia de cualquier ser humano.

La historia funesta de Haití es un reflejo viviente del maltrato realizado en la época de la colonia, donde la economía tenía sus fundamentos en la esclavitud, al ser importados los primeros negros a comienzos del siglo XVI, los cuales eran obligados al trabajo pesado sin derecho a la comida, por lo que entendemos que la esclavitud, en este país, todavía corre por sus fueros, porque cuando al ser humano se le impide el derecho a la alimentación, salud, educación y un techo digno, también se le somete a la más bulgar esclavitud.

El desarrollo de cualquier nación no tiene su base legal en la inmigración a otros países, muchas veces con el apoyo de gobernates opotunistas, sino en la creación de alternativas que contribuyan a reducir la pobreza. Como dijo Voltaire «no siempre depende de nosotros ser pobres; pero siempre depende de nosotros hacer respetar nuestra pobreza».

mbaezjj@gmail.com

jpm

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