Generaciones van y vienen y la mudez protege esos crímenes
Negro fue el hermano “bueno” de Trujillo. Era una gracia cortesana su afición por el dinero y las mujeres, deleite para el cotilleo durante la tiranía. El perfil de Héctor Bienvenido es difuso, casi secreto, porque involucraría la reputación de las agraviadas.
Tan cuatrero como los de la pandilla familiar, pero tras el frac y las señoras, encubría el talante. Joaquín Balaguer escribe en sus Memorias que el hombre tenía una casa en el kilómetro 8 de la autopista de Herrera “para sus expansiones íntimas.” (página 210). Algún resquicio para la cordura tuvo, de piedad imposible, el ADN lo impedía.
Tan bueno era ese padrote que ordenaba sin regurgitar la muerte de los desafectos e insurrectos y con la misma discreción que permitía ocultar sus agresiones sexuales se acallaban los hechos. Es Balaguer que relata cómo Negro, presidente títere, ordenó el fusilamiento de unos rebeldes, miembros del ejército, para complacencia del ilustre hermano que estaba fuera del país mientras ocurría la intentona.
La procreación adulterina fue su impronta, la consecuencia del ejercicio libre de su lascivia. Marcó decenas de dominicanos y a sus madres. Más blancos, menos oscuros, el fenotipo denuncia el instante de concupiscencia y abuso, no para vergüenza sino para orgullo. Sórdidos episodios de la tiranía que jamás se develan.
Como por hechizo, generaciones van y vienen y la mudez protege esos crímenes de alcoba. Estupros, acosos, sin tipificación entonces, considerados como parte del ejercicio de poder.
Aída Trujillo Ricart en una de sus visitas al país reaccionó airada cuando un nieto de una de las amantes provincianas del sátrapa, cuota de la ofrenda pérfida al padre de la patria nueva, le dijo orondo que tenía un tío hijo del jefe.
La infeliz ostentación de genuflexión ética, provocó en Aída una reacción más digna que la del consumado arribista y le espetó: llevo años tratando de compensar los efectos de las tropelías de mi parentela y tú te enorgulleces del tío, hijo de una puta de mi abuelo.
Esa es la historia de la doblez criolla y del respaldo patriarcal a la deshonra. Es lo mismo que sucede entre los apóstoles de la ética y sus serviles en procura de sitiales negociados. Para conseguir lo pactado omiten felonías conocidas.
Infracciones que en el exquisito vademécum de ocasión no figuran. Tranquilos, pontifican, seguros de que ninguna agraviada, en esta delirante ocasión, se atreverá a denunciarlos. Ninguna vocería de las organizaciones de la sociedad civil destacará esas manchas y de nuevo, como en la prehistoria, consideraran indelicadeza, desliz, el delito, porque el propósito es otro.
Esos hipócritas redomados, erigidos en estandartes de la moralidad saben que el acoso a sus estudiantes, a sus empleadas, el piropo en estrado, el insinuante mensaje de texto, no será expuesto. Están convencidos que, en lugar de recibir el repudio, en esta oportunidad, nadie les reclamará por la agresión y la injuria contra mujeres que creen competencia en su afán por ascender socialmente e intentar conjurar el sambenito de beneficiario de fortuna conyugal, de alcahuete por conveniencia para asegurar el futuro de la prole.
En la era de un “me too” de agenda, a ninguno de los que hicieron alardes de corrección política cuando de moda estuvo la caza de los depredadores “made in USA”, se les ocurrió la mención de los acosadores criollos, hoy convertidos en redentores, ciudadanos aptos para resolver problemas institucionales.
En este momento de feria de virtudes, de capacidad expuesta a los cuatro vientos, sorprende que ninguna autoridad cívica ha presentado objeción por violencia, acoso, estupro, contra tanto orador demócrata que aspira transformar, gracias a sus dotes, distintos órganos del Estado. Parece que está en receso la imputación. En un artículo publicado en esta columna -22.01.2018- reclamaba un “me too” criollo, para desmontar prestigios falsos. Para identificar, desacralizar y condenar. Aquí se multiplican los Wenstein.
El silencio los exculpa. Los transforma en simpáticos donjuanes, en impunes aspirantes. Están a salvo, ahora el acoso no es prioridad para los apóstoles de la ética.
JPM
la mudes sigue igualita. en este mismo ano una turba de funcionarios publicos abuso de la senora patria y nadie dijo nada. sabian desde la noche anterior lo que estaba pasando y en la manana salieron a dar declaraciones y ocultando el dano que le habian hecho. no tubieron el valor de decir que hasta pretendian quemarla. esos mudos siguen haciendo dano en el pais.
se inclinó mucho por danilo medina e hizo una porquería de trabajo en la jce. algun dia este mismo escrito de negro trujillo llevará el nombre de carmen imbert
su arti**** es muy bueno y alexionador ,lo peor es que no se ha formado el comite de la verdad para que personeros como un «nieto de trujillo » se pueda pasear libremente distorcionando la historia, peor ahun con honrozas ecepciones si alguien llega al soleo presidencial exibe el mismo comportamiento de los personeros de la familia trujillo con las mujeres para muestra, el ultimo boton.»los errores cometidos lo sufren las generaciones venideras»
un artí**** muy bueno, ahora lo triste es que ella no se enteró de lo que ocurrió en las elecciones frustrada por el poder en febrero pasado, en ocasiones mira hacia otro lado, eso fue lo que ocurrió en esa oportunidad, no sabemos si carmen imbert brugal le tenian la anteojera puesta, para que no se enterara de lo que ocurría en el pleno de la jce, ahora debemos reconocer que es un excelente artí****. lo que no puedo decir de su paso por la jce.
sra. carmen , con el respeto a su educación y sin deseo de polemizar, soy de opinión de que obvio la historia reciente, y que la presente generación está paralizada e indiferente a conocerla. hay crímenes de adversarios y hay crímenes sociales. sea usted el ****.
sin desperdicios, una catedra del buen escribir.
usted escribe bien y me gusta como lo hace,pero me decepciono como miembro de la junta central electoral,que pena que yo era uno de lo creia en usted,la consideraba una de la persona mas independiente que existia en la republica dominicana.