Gobernar no es hablar
Muchas veces se proyecta en los medios de comunicación la torpe concepción de que, gobernar es hablar. Y por lo tanto, el candidato que mejor maneje la palabra es el que para esos equivocados, posee la mayor posibilidad de llegar a la presidencia de la república.
Se confunde el don del verbo que se hace carne de cumplimento y probidad, con la verba hueca y embustera. Prefiero un candidato casi mudo, pero excelente gerente y administrador, a otro con amplia locuacidad, pero mendaz, egoísta y engreído. Advertimos que el discurso elegante y bien construido, en ocasiones es el disfraz de la demagogia.
Observadores del acontecer electoral apreciaron que con hermosas palabras se pronunciaron discursos frente a las cámaras de televisión para acusar a gente honesta de orquestar un fraude, solo por no aceptar una derrota. También señalan que con frases poéticas se borraron cuarenta y tantos años de militancia en un partido, para justificar una salida del hogar que le albergó y le dio los honores que hoy ese señor usa para vender su “exclusiva figura presidencial”.
Con mis labios resecos por el desengaño, proclamo a los oídos de un pueblo que le quieren hurtar su fuerza: gobernar no es hablar. Digo que no es hablar, porque si fuese así, uno de los gobernantes de mayor manejo de la elocuencia y la retórica (Adolf Hitler 1889-1945), fue el autor del genocidio de seis millones de judíos.
Y en el ámbito local, al eminente orador Joaquín Balaguer, se le tilda de ser uno de los mandatarios que más luto le causó a decenas de familias dominicanas, por no frenar con su rica elocuencia a sus “incontrolables”.
Mientras un Antonio Guzmán, carente de un discurso fluido, algunos consideran que hizo uno de los mejores gobiernos del país. Tan grande fue su honestidad o cobardía, que prefirió suicidarse antes de justificar con palabrerías los desaciertos o puntos débiles de su gestión.
La escuela del buen gobernar debería estar en la facultad que forma los administradores y la alta gerencia, no en los cursos de locución y oratoria. No obviemos que, los maestros de la retórica en la antigua Grecia, hicieron de esta técnica, “el arte del engaño legítimo”. Al extremo que un sofista como Gorgias (485 a.C – 380 a.C.), era capaz de pronunciar un discurso a favor y otro en contra, de la misma persona en el mismo escenario.
¡Alerta pueblo dominicano! Cuidado con los maestros del “engaño legítimo”! No olvidéis que, como gobernar no es hablar, los hechos y las realizaciones valen más que las palabras.
JPM

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