La palabra compañero
Me consta, porque fui actor y testigo de esa historia, que Juan Bosch luchó hasta el último momento por evitar aquella división que sufrió el Partido de la Liberación (PLD), a principio de 1979, cuando decenas de dirigentes, encabezados por el secretario general, Antonio Abreu, renunciamos a la organización.
En la Conferencia “Ho Chi Ming”, celebrada meses antes en la sede que hoy ocupa el Ministerio de Cultura, don Juan habló sobre el valor de la unidad partidaria basada en la observancia de los principios cardinales del Partido y de sus métodos de trabajo.
Aun así, en esa actividad se selló la división del PLD porque, conscientes o no, todos nos encargamos de fomentar el grupismo y el sectarismo y nos olvidamos de las enseñanzas del líder, sobre espíritu de cuerpo, centralismo democrático, disciplina y conciencia política.
La mayoría de los que renunciamos al PLD nos guarecimos en el falso argumento de que combatíamos a una facción de derecha, pero la verdad era que la frustración nos arropó por los resultados de las elecciones del 78, y porque Juan Bosch exigía trabajar día y noche, hasta que se agoten las fuerzas para seguir de pie.
En ese tiempo, un miembro del PLD era en la práctica un cuadro político a tiempo completo, con responsabilidades tan complejas como las de dirigir Círculos de Estudio, comité patrióticos y populares, venta y cobro de Vanguardia del Pueblo, discusión con sus lectores de los artículos de Bosch, además de participar en su propio organismo y cumplir otras tareas.
Tan fuerte e intenso era el compromiso con el Partido que el Comité Político disolvió los organismos estudiantiles en la UASD y en los liceos para evitar distracciones en sus cuadros juveniles, porque la condición mayor de un peledeista fue la de miembro, la que no se alcanzaba tan fácilmente.
Hoy, 37 años después, el PLD, en su etapa de partido mayoritario, parece amenazado con sufrir un crack interno de naturaleza irracional, porque sería producido por un desbordamiento de ambiciones o por equivocada visión de la presente coyuntura político electoral.
En 1978, la irracionalidad política llegó tan lejos que ni Juan Bosch pudo contener la tormenta, pero hoy sus alumnos más aventajados convertidos en líderes y dirigentes, tienen la obligación de promover e imponer la unidad, a cualquier costo, sin importar sacrificios personales o grupales.
En una ocasión, Juan Bosch advirtió a dirigentes de mi Comité Intermedio que “si guerra quieren guerra van a tener”, a lo que humildemente le respondí: “compañero presidente: usted nos enseñó a tener y defender espíritu de partido”, tras lo cual acogió el planteamiento que le formulamos.
Ante el desafío que enfrenta el PLD, Danilo Medina y Leonel Fernández están compelidos a promover unidad en la diversidad, espíritu de partido y recrear aquel poema de Amiro Cordero Saleta, que resalta “la palabra compañero”.