Reinaldo y Camejo están en lo correcto…

No estoy inscripto en su grey de simpatizantes internos (me refiero a Reinaldo Pared Pérez); sin embargo, dos posturas suyas lo han hecho merecedor de mi respeto y valoración: la partidaria-pública frente al caso, mas político-mediático que otra cosa, de Félix Bautista (que, en su opinión, debería tomar una licencia como secretario de organización y seguir defendiéndose en los tribunales) y su apego a lo institucional. Ambas posturas públicas, hay que subrayarlas y proyectarlas en el marco de buenas prácticas de ejercicio ético de la actividad política en dos vías: hacia la sociedad y hacia los partidos políticos.
 
Sí, porque ya es tiempo de que los actores políticos (partidos, líderes y dirigentes) y sociales (sociedad civil, fundaciones y ONGs), comiencen a ajustar sus praxis-discursos a una ética pública divorciada de demagogia, cháchara y politiquería sin transparencia sustentable.
 
Ya es tiempo, de ir creando el marco institucional-legal que haga imposible que cualquier vulgar ratero quiera pontificar sobre ética, transparencia y buenas prácticas de gestión pública exhibiendo bienes y riquezas adquiridos de la noche a la mañana. A esos personajes o delincuentes -de todos los partidos políticos, “sociedad civil, y también, de los poderes fácticos- hay que convidarlos y relegarlos a su hábitat merecido: la cárcel y la proscripción -de por vida- a cargos públicos y de instituciones privadas.
 
En consecuencia, los actores políticos y sociales están obligados a exhibir, en su vida pública y privada, la ética, la transparencia y la moral con la que suelen pontificar en la plaza pública y los medios. Quedando explícito, también, que tal rol público conlleva, además, un pase colectivo, y sin cortapisas, a cualquier indagatoria ciudadana sobre bienes, riquezas y rendición de cuentas.
 
Y sería la única forma de que los actores políticos, fácticos y sociales -con sus contadas excepciones- aminoren el sinónimo universal que le persigue, como mancha indeleble: el de ¡ladrón!
 
Lógicamente, y hay que subrayarlo, el discurso de adecentamiento de la vida pública (reducido solamente, por mansos y cimarrones, a la lucha contra la corrupción pública, ¿y de la privada qué?), de la política y del ejercicio del poder, en nuestro país, ha sido asaltado, con contadísimas excepciones, por una claque mediática-periodística (seudos “hacedores de opinión pública” de una sola vía y carísimo, políticos fracasados, intelectuales frustrados, “izquierda burra” y sociedad civil-Ongs que no han encontrado mejor negocio -económico y de proyección-), en mayoría, periferia de lo que fue el PRD y que se ha bifurcado en dos alas: PRM y Convergencia. Y desde allí (con sus tres candidatos-líderes: Hipólito, Vargas y Abinader), disfrazados, en variopintos colores, manipulan y engañan a tontos y pendejos.
 
En síntesis, bien ha hecho Reinaldo Pared Pérez, en marcar la diferencia y pensar en su partido. Igual, la postura de  Ramón Ventura Camejo respecto al tema de conocer, en el Comité Político del PLD, una iniciativa o propuesta de modificación Constitucional.
 
Para eso, y así los concibo yo, son los partidos políticos: para fijar y propugnar por iniciativas públicas; pero también, para participar en el debate sobre la agenda nacional o, sobre una coyuntura sociopolítica en particular.
 
Finalmente, y en mi opinión, ambos dirigentes (Reinaldo y Camejo) están actuando con responsabilidad política y viendo, como se dice comúnmente, más allá de la curva. Pero además, ¿quién dijo que, en un partido político, debe haber temas tabúes, o peor, que hay que dejar, en el ruedo (por navidad o que ochocuanto), capote y sable? ¡No!
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