Reflexión para días electorales
Con estas elecciones mis expectativas han estado muy claras en torno a los sucesos en el corto y mediano plazos: batir el cobre a la manera en que lo hemos estado haciendo desde hace mucho.
Luego del 15 y los agónicos días del conteo de votos, todo vuelve a la «normalidad», entendiendo como «normal» el proceso de disolución nacional que tanto anhelan algunos y que se ha tomado un cúmulo de años para llegar a su presente fase.
Debo, sí, aclarar que no me siento pesimista, pues se trata de un reto que tendremos que encarar los pueblos agrupados en estados endebles – como el nuestro- en esta etapa del capitalismo, que a ojos vista y de manera contradictoria, pone en peligro los principales logros alcanzados por la humanidad en este mismo sistema.
En una conferencia dictada en México, hace aproximadamente 20 años, el cientista y pensador social Innmanuel Wallerstein, hace una valoración de la importancia de la agenda, es decir, de la gestión que hagan las sociedades para encarar las circunstancias adversas que nos depara el presente modelo económico. En esa peliaguda cuestión radica el mensaje de esperanza que él ofrece en su discurso.
Particularmente -y de manera fundamental- desde las trincheras de la acción civil, yo abogo porque los dominicanos continuemos fortaleciendo las iniciativas encaminadas a la defensa de nuestros valores esenciales y derechos fundamentales, y a la búsqueda de nuevos espacios económicos y políticos.
¡Nadie puede pedirle a un pueblo que se suicide y que olvide su historia, y es el caso que todavía quedamos muchos dispuestos a recordar lo que es inolvidable y sagrado! No todos en el país nos rendimos al discurso oficial y sus innegables carencias, ni a lo que se entiende de manera aviesa como «políticamente correcto». No todos naufragamos en los argumentos que poseen el dinero y quienes lo manejan, ni tenemos una visión de país adversa a nuestro sentido de comunidad nacional.
¡Indiscutiblemente, llegó la hora de la Patria, y ésa nunca muere!
A SANTO DOMINGO, LA ETERNA
Santo Domingo
ciudad fragmentaria
estallido de rosas y esquirlas
con un tambor de sombras y de átomos ardientes
va cantando en cada esquina
su pasado de leyendas y esqueletos dormidos
en las tumbas de la colonia antigua.
Santo Domingo
Hiroshima de Trópico y espuma
en la mortal soledad de su mundo
presurosa se cambia de dueño
para estrenar el deseo de los nuevos señores.
La ciudad y sus calles de fuego incendiándose
con los cañones oxidados de febrero
con la llama de abril que sepulta el recuerdo
y renace en la mentira de los sueños sin rumbo
hasta hundir su impiedad en los arrecifes.
Este pueblo calcina su historia
en el sol de cada mañana
dinamita de estrellas donde estalla el silencio
en cerrada mentira.
En esta tierra estremece el rugido de un monstruo
tropical y salvaje
que calla su odio desde el mar sigiloso
acechando los pasos de la ciudad esquirlada
en burbujas y acero.
Esta ciudad que se borra en un mar de silencio
transparente e ingrávida
renacerá
rosa ígnea exhumada
de los pueblos antiguos perdidos en el sol
entre tambores de humo
y sus bosques dorados y suicidas.
Territorio sin vendimias
donde duermen los maizales su ceguera verde
y las bestias ya despiertan con hambre en los colmillos
graznando en las gargantas de cada nuevo invasor.
Aquí muero cada día
con la angustia de los ríos que perdieron sus caudales.
Aquí renazco cada día
para negar el olvido
para romper el silencio de este pueblo durmiente
que aún bebe la embriaguez de su espada
y devora indefenso su corona de laureles.
Una ciudad nunca duerme
cuando está cansada de la muerte
cuando se hastía la tierra de esperar por sus volcanes
cuando se cansan los labios de cantar sus imposibles
y arden rocas contra rocas en el vientre del olvido.
Pero las naves van soltando sus amarras
donde no existe el regreso.
Cada flecha ya dispara su dolor en las paredes
y cantan las voces una nueva catástrofe.
Hoy renace la palabra en estallido de aurora y mediodía.
Quema el fuego en cada letra
en cada flecha de plomo
hay amor en toda calle
un alud en las conciencias;
en las manos un misil ha nacido.
Esta fiera ya despierta con un machete entre las manos.
En el carro de sus héroes Santo Domingo corre
ataviada en una nueva armadura de sangre
porque hoy estrena su cosecha de libertades y acero.
Esparta de Trópico perfecto
ciudad eterna
ciudad rugido
¡Santo Domingo
por siempre
y para siempre!
Camelia Michel
Santo Domingo, D.N.
5 de mayo 2014
Derecho reservado
jpm