Qué fueron las Ordalías (y  3)

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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo

Incluso accidentes como una realeza o brujería. Accidentes como ahogamiento o muerte ocurridos en la guerra, provocados por la caída de un árbol, un rayo o la acción de un animal feroz. Todo esto, de la manera más obstinada e irrazonable, siempre se atribuye a la magia negra. Alguien ha hechizado a la víctima.

Lo mismo ocurre en caso de epidemia que diezmó a los nativos o de su ganado, sequía, invasiones de langostas que destruyan las cosechas, etc. Los indígenas, aterrorizados, atribuyen esas desgracias, a los maleficios de los brujos y buscan a poner aquellos a todo precio en la imposibilidad de continuar dañando.

En la Nigeria del Sur, según Talbot, ordalías en masa tienen lugar y, en tales ocasiones, de treinta a cuarenta por ciento de la población perecen.  Todos los brujos o brujas mueren o dejan la ciudad donde ellos se sienten en peligro.

Otro testimonio de mesonero habiendo asistido a las ordalías colectivas debidas a la obsesión de la brujería, igualmente citado por Levy-Bruhl., dice: Un rey, en el distrito de la misión Basilea desde Ndaba, hizo que sus sujetos bebieran el veneno de prueba, para descubrir a quienes practican magia negra.

Cuando los germanos implantaron su dominación en Galia y en las otras provincias romanas, ellos introdujeron todo el sistema de las ordalías que practicaban desde tiempos inmemoriales. Se llega a ciertas regiones, en Borgoña, por ejemplo, a preferir la ordalía  la prueba por testigos usada en tiempos del derecho romano. Se vive entonces las prácticas del juramento purgatorio.

Los conjuradores y las ordalías ganan terreno y suprimen la evidencia testimonial. Esta no puede, por otro lado, funcionar eficazmente en los países policiacos y pacifistas donde el poder público asegura y protege la libertad del testimonio en justicia.

El empleo de la prueba testimonial deviene peligrosa, y hasta imposible, cuando el poder del Estado es aún rudimentario, o bien se debilita al punto de que los individuos se organizan en grupos autónomos, a fin de asegurar su seguridad mutua. En efecto, por solidaridad forzada, dice Esmein, jamás un hombre no testimonia contra un miembro de su grupo.

El no testimonian tampoco con alegría contra un miembro de un grupo distinto, por temor de represalia viniendo de ese otro grupo. En un parecido medio, el sistema del juramento purgatorio et de los conjurados da mejores resultados que la prueba por testimonios propiamente dicha. Gregorio de Tours en su “livre des Miracles”, describe una ordalía ocurrida en el sur de Francia en el siglo VI:

Una mujer que fue acusada por su marido sin tener pruebas, el juez la condenó a la prueba del agua fría. Se le ató al cuello una enorme piedra y fue arrojada al Ródano desde una nave. Ella rogaba el auxilio del santo mártir e invocando su nombre, decía: “San Genésio, mártir glorioso, que nadando en estas aguas las santificaste, líbrame por mi justa inocencia”, al instante, comenzó a sentirse sobre las aguas.

Los que estaban mirando, la cogieron y subieron al bote y la llevaron sana y salva a la santa basílica. Nunca más fue requerida por su marido ni por el juez. Desde los siglos X al XII hubo quien tuvo que sufrir la prueba del fuego, poniendo la mano en un brasero, andando con los pies desnudos sobre carbones encendidos o atravesando con los pasos contados el espacio entre dos hogueras.

Otros sufrieron la prueba del hierro candente, para lo cual se enrojecen al fuego unas nueve o doce rejas de arado, otras un guantelete de armas, donde el acusado debía meter la mano y otras una barra de hierro. La ordalía o prueba judicial se realizaba en la Iglesia. A un lado estaba el agua hirviendo, en una caldera puesta al juego, y al otro una gran cuba donde se echaba agua fría.

Las iglesias donde se ejecutaba la prueba caldaria recibían este privilegio del señor dominante del territorio. Los acusados pagaban al fisco de la iglesia el derecho exigido por la prueba,  y el agua fría estaba reservada para los villanos o pecheros.

Si la acusación era simple, debían meter la mano en el agua hirviendo hasta la muñeca; pero si era compleja, debían sumergir el brazo hasta el codo y se envolvía la mano, el juez colocaba un sello y al tercer día se examinaba el resultado de la prueba. Si la quemadura sanaba, el acusado era inocente;  si había gangrena era culpable.

El juicio de la Eucaristía estaba destinado a los eclesiásticos, habiendo sido sustituido por el juramento en el concilio de Atribuir o Rebur, pero más de una vez se usó con los juglares. En las actas de concilio celebrado en Worms se encuentra cuanto se pueda desear conocer acerca de las fórmulas observadas por este procedimiento, ya que a veces se cometen robos en las fórmulas observadas por este procedimiento, ya que a veces se cometen robos en las abadías.

El canon XV dispuso que en tales casos se cantase una misa solemne por el abad o un religioso designado por él. Toda la comunidad debía acercarse a la sagrada misa y, al revivir cada monje la eucaristía, confesar su inocencia y definir en voz alta lo siguiente: Corpus Domini sit mihi ad probationem hodie. El suicidio del Espíritu Santo está sacado de la historia eclesiástica.

jpm-am

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