México en la vida de Pedro Henríquez Ureña (2 de 3)

imagen
EL AUTOR es abogado. Reside en Santo Domingo.

Algo a mencionar en estas notas es que uno de los regresos a México de Pedro Henríquez Ureña fue para casarse, el 23 de mayo 1923, con su novia Isabel, una distinguida dama que era hermana del famoso intelectual, político, filósofo y sindicalista Vicente Lombardo Toledano.

Américo Lugo, el intelectual de “clara mente jurídica y patriótica…con dimensiones de prócer” (como lo definió en una conferencia dictada el 7 agosto de 1991 el profesor Francisco Antonio Avelino) se refirió al Pedro Henríquez Ureña que desparramó su saber en México de esta manera:

“Su nombre es glorioso; su modestia, ejemplar, su patriotismo conmovedor…Es tan dominicano, si cabe decirlo, como nuestra Iglesia Catedral, con quien podría comparársele”. (Américo Lugo. Correspondencia.AGN.Vol.381, julio 2020.Pp.337 y 338).

Como educador y gestor cultural multifacético Pedro Henríquez Ureña llevó a cabo en México una intensa labor de lingüista, incursionando en el estudio de diversas lenguas de las etnias que forman parte de ese vasto país del norte de América.

En sus estudios filológicos, leyendo algunas de las novelas del escritor y médico jalisciense Mariano Azuela González, descubrió que la frase habitual o muletilla que en otros lugares de América significa “no más” en México equivale a ¡Justo! ¡Insista! ¡Persista!

También publicó las notables diferencias fonéticas y gramaticales que hay entre México y varios países de la América hispana y regiones de España con, por ejemplo, el uso de la “s”.

Incluso Pedro Henríquez Ureña (leyendo los villancicos que la experta en la macro lengua náhualt Sor Juan Inés de la Cruz le dedicó en el siglo XVII a San Pedro Nolasco) hizo un hallazgo de importancia para la cultura mexicana al referir la existencia de “un tocotín mestizo de español y mexicano”.  (Observaciones sobre el español de México. Octubre de 1934. Pedro Henríquez Ureña).

Es abundante la bibliografía con relación a la fértil actividad cultural que desarrolló en México Pedro Henríquez Ureña, como se comprobará en la próxima entrega; especialmente destacando los aportes del jurista, filósofo y escritor regiomontano Alfonso Reyes Ochoa, ilustre discípulo en Ciudad de México del primer dominicano universal.

Sabiduría

Sobresalientes intelectuales mexicanos (entre ellos el humanista Alfonso Reyes) definieron al entonces veinteañero Pedro Henríquez Ureña como “nuestro Sócrates”, haciendo así referencia a su saber con el caudal de sabiduría del filósofo de la Antigua Grecia que deslumbró al mundo en el pasado remoto, y que fue maestro de sabios del calibre de Platón, Jenofonte, Antístenes y Aristipo.

Fue en México que Pedro Henríquez Ureña reflexionó en profundidad sobre la característica serena de lo clásico, en su definición de plenitud cultural, y la condición inquieta de lo romántico, visto en el significado de sublimidad, con prevalencia de los sentimientos ante la razón, como sustentaron sus opiniones sus creadores a finales del siglo XVIII y principios de la siguiente centuria. Así se comprueba en su obra Horas de estudio, publicada en el 1910, cuando ya tenía cuatro años viviendo en ese gran país de Norteamérica.

Entre Pedro Henríquez Ureña y el ya mencionado intelectual Alfonso Reyes se produjo un gran intercambio epistolar. En el 1911 el dominicano le escribió al mexicano dándole su valoración sobre las mujeres dominicanas, cubanas y mexicanas, lo cual nadie ha refutado. (PHU y AR. Epistolario Íntimo. Tomo I; 1981. UNPHU. Recopilado por Juan Jacobo de Lara).

No todo fueron flores para Pedro Henríquez Ureña en los años que vivió en México. Aparecieron algunos contradictores que se valieron de notas apócrifas o que hablaban por boca de ganso, que se inventaron un circuito de falsedades en su contra, pretendiendo mellar la muralla de sabiduría y verdad que emanaba de la personalidad de ese dominicano excepcional.

Varios de los que en México lo fastidiaron (utilizando en su contra un esperpéntico argumentario) bien pudieron ser pasajeros de Caronte, aquel sombrío personaje de la mitología griega que navegaba en misiones especiales por el río Aqueronte o la laguna Estigia; y que también forma parte de la escatología dantesca que aparece en la obra clásica La Divina Comedia, del genial toscano Dante Alighieri.

La memoria de esos (“perros mordedores” los llamó) reposa en el foso del olvido colectivo de los mexicanos, que en su conjunto siempre han reconocido el gran aporte que hizo a su sociedad Pedro Henríquez Ureña.

Un gran educador dominicano, hijo de venezolanos que se exiliaron en el país, calificó al Pedro Henríquez Ureña que dejó una huella de esplendor en México, y muchos otros lugares del mundo, como un hombre de “preclaro talento…luminosa inteligencia…sabiduría honda…una personalidad en el mundo de las letras hispanas”. (Antología. Carlos Larrazábal Blanco. Editora Corripio, 2005. Pp543, 544).

jpm-am

Compártelo en tus redes:
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.
0 0 votos
Article Rating
Suscribir
Notificar a
guest
0 Comments
Comentarios en linea
Ver todos los comentarios