Magnicidio del Presidente Ramón Cáceres

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EL AUTOR es abogado e historiador. Reside en Santo Domingo.

POR TEÓFILO LAPPOT ROBLES 

El general Ramón Arturo Cáceres Vásquez  fue uno de los principales protagonistas  del magnicidio del dictador Ulises Heureaux (Lilís), ocurrido el 26 de julio de 1899 en la ciudad de Moca.

Doce años después, el 19 de noviembre de 1911, en pleno ejercicio de la Presidencia de la República, contra su persona se cometió asesinato en el área costera de Güibia, en la capital dominicana, constituyendo ese trágico hecho el punto de partidas para años de incesantes convulsiones en todo el país.

El presidente de la República Ramón A. Cáceres Vásquez, popularmente conocido como Mon, fue asesinado la tarde grisácea del  domingo 19 de noviembre de 1911, cuando tenía 44 años de edad.

El ataque mortífero lo hicieron más de 10 hombres armados, provenientes de diversos grupos políticos, ninguno de los cuales tenía como centro de su accionar un sentimiento patriótico, sino ambiciones particulares unos y resentimientos personales otros.

Luego alegaron  que su objetivo inicial era secuestrar al primer mandatario del país para obligarlo a renunciar de su elevado cargo. Nunca presentaron pruebas de ese decir utilizado como un simple alegato de defensa.

Ramón Cáceres-Ulises Heureaux

El magnicidio se produjo cerca de la playa de Güibia, al sur de la capital dominicana, mientras la víctima disfrutaba un paseo en su coche tirado por un caballo y con la sola compañía de su valiente cochero José Mangual, apodado Cachero y del jefe de su escolta, el  cobarde y desleal coronel Ramón Pérez, quien al primer disparo de los conjurados puso pies en polvorosa.

El principal magnicida de Cáceres Vásquez fue Luis Tejera Bonetti, un general que no llegaba a los 30 años de edad, hijo del fecundo historiador e ilustre ciudadano  de “relieve apostólico” Emiliano Tejera, quien era amigo del presidente  y lamentó la tragedia.

Los alegatos del impetuoso Tejera para  cometer el crimen se resumieron en rumiar resentimientos por la influencia que ante el mandatario asesinado tenía su rival en los cuarteles, el también joven general Alfredo María Victoria.

Sobre ese magnicidio, y el trágico final del asesino, narra Joaquín Balaguer en su obra Los Carpinteros lo siguiente: “…el ilustre historiador don Emiliano Tejera, fiel amigo del Presidente Cáceres, es fama que desahogó su dolor en estas palabras que envolvían una desaprobación a la conducta de su hijo y otra a la sevicia conque su cuerpo fue descuartizado: “Bien muerto, pero mal matado.”1 

La muerte alevosa de Cáceres causó hondo pesar. Hubo un gran repudio por tratarse de un gobernante que dio demostraciones de que lo animaba el buen deseo de producir avances sociales, económicos y políticos para los dominicanos. Dicho eso al margen de algunas decisiones gubernamentales inclinadas a favorecer a cárteles económicos estadounidenses.   

El hombre y el gobernante  

Para poner en perspectiva detalles básicos sobre el general Ramón Arturo Cáceres Vásquez es preciso señalar que fue uno de los más prominentes caudillos militares y políticos de la primera década del siglo pasado dominicano.

Llegó al estrellato de la vida pública nacional cuando tenía 32 años de edad, por ser el autor directo del magnicidio del dictador Lilís, ocurrido en la ciudad de Moca el 26 de julio de 1899.

Esa intrépida acción llevó al filósofo, jurista y escritor Pedro Troncoso Sánchez a escribir que “Ramón Cáceres entró de golpe en la historia.”2  

En su condición de vicepresidente de la República le correspondió asumir la primera magistratura de la nación cuando el 12 de enero de 1906 renunció el titular Carlos Morales Languasco, luego de una rocambolesca retirada a Haina, víctima en gran medida de los horacistas y de los acreedores internacionales del país.

Hay una corriente historiográfica que califica a Cáceres de dictador, especialmente por las acciones de la Guardia Republicana que comenzó a desarrollarse durante su gestión gubernamental y cuyos actos con relieves criminales en la Línea Noroeste han sido objeto de mucha controversia. Era la llamada Guardia de Mon.

También se le critica por el hecho de que fue el más entusiasta partidario de la creación de la Ley de Concesiones Agrícolas, para favorecer a emporios empresariales estadounidenses que se dedicaban aquí a diferentes actividades agropecuarias y comerciales.

Otros, en cambio, tienen una visión positiva sobre los casi 6 años que gobernó Cáceres. Resaltan que convirtió el Congreso Nacional en bicameral, al crear la Cámara de Diputados; que fue el impulsor de la Suprema Corte de Justicia; que estableció niveles de disciplina en la administración pública, dejando atrás el desorden imperante hasta su arribo al poder y, además, porque actuó con honradez personal en el manejo de los caudales públicos.

Pienso que el presidente Cáceres Vásquez fue, en realidad, un gobernante con luces y sombras, y en el balance de los hechos todavía no hay, en su caso, una marcada inclinación de la balanza de la historia para un lado o para otro.

Juan Bosch, en su obra Composición Social Dominicana, en la cual no escatima críticas, reconoce algunos méritos en la administración de Cáceres y explica las razones por las que no logró dotar al país de una burguesía que contribuyera al desarrollo nacional, impedido por: “…dos fuerzas combinadas: la caótica y destructiva actividad política de la pequeña burguesía dominicana y el implacable y disolvente imperialismo norteamericano.”3

En la obra La Viña de Naboth, que trata cuestiones dominicanas desde 1844 hasta 1924, Summer Welles al abordar la personalidad de Cáceres y evaluar desde su óptica de diplomático estadounidense su presidencia, expresa que a su juicio fue la primera vez que en el país “hubo un gobierno no sólo consciente de las necesidades del pueblo, sino también capaz de satisfacerlas.”4

Una de tantas demostraciones de la vibrante personalidad del general Ramón Cáceres Vásquez quedó estampada en unas declaraciones que emitió frente a los rumores sobre su inminente renuncia de la Presidencia de la República, cuando recién empezaba su ejercicio.

Desafiando a sus enemigos cubiertos y encubiertos se dirigió al país el 20 de febrero de 1906, cuando aún no se había afianzado en el manejo de los resortes del poder, señalando que no renunciaría a la Presidencia de la República “por los peligros para la estabilidad de las instituciones…Mi lema es todo por la paz i la libertad de la República….como soldado de la Patria mi único anhelo ha sido cumplir siempre plenamente mis deberes.”5

Bibliografía:

1-Los Carpinteros. Editora Corripio,1984.P421. Joaquín Balaguer.

2-Biografía de Ramón Cáceres. Editorial Stela, 1975.P91. Pedro Troncoso Sánchez.

3-Composición social dominicana. Impresora Soto,2013.P322. Juan Bosch.

4- La viña de Naboth: República Dominicana (1844-1924).Tomo II.BR-SDB. Reedición 2006.Summer Welles.

5- Proclama al país. Imprenta Flor del Ozama.20 de febrero de 1906. Ramón Cáceres.

JPM

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Valentina Rijo
Valentina Rijo
3 Años hace

Muchas felicidades Dr. Teófilo Lappot, excelente enfoque histórico, preciso y conciso, lo cual permite que el lector se nutra de tan importante aporte. Gracias.