Lo bueno, lo malo y lo feo de los avances tecnológicos (2)
POR HUGO R. GIL
En el artículo anterior estuvimos destacando algunos de los beneficios que nos ha traído consigo el acelerado avance de la tecnología. En esta entrega echaremos un vistazo a los posibles aspectos en los que este avance podría perjudicarnos si no tomamos las medidas necesarias para prevenir un posible daño.
Como todas las cosas desarrolladas por el ingenio humano, la intención inicial es casi siempre buena, pero más tarde o más temprano se introducen variaciones a la intención original que terminan deteriorando el sano desarrollo de la raza humana.
Tomemos como ejemplo el caso de la facturación de la pólvora explosiva (pólvora negra). Esta composición química fue diseñada por el inglés Roger Bacon en el siglo XIII, con el propósito inicial de facilitar la construcción de puentes, túneles, vías ferroviarias y carreteras, entre otras cosas, para interconectar los pueblos, pero más adelante la pólvora se convirtió en el elemento más responsable de la pérdida de millones de vidas humanas mediante los conflictos y las guerras fratricidas.
Aún en nuestros días el polvo negro de Bacon sigue dejando una estela de desolación dondequiera que es utilizada con propósitos violentos. El conflicto palestino-israelí y el ucraniano-ruso son dos ejemplos actuales.
En cuanto a los adelantos tecnológicos, no todo es color de rosa. A pesar de sus múltiples beneficios, ellos traen consigo una serie de efectos negativos que es necesario estudiar, con la finalidad de poder aprovechar al máximo sus aportes y al mismo tiempo reducir en la mayor medida posible sus perjuicios.
Es muy importante entender que esta tarea preventiva no debemos dejarla totalmente bajo la sola responsabilidad de las instituciones gubernamentales y privadas. Nosotros personalmente debemos crear conciencia del rol que nos corresponde como individuos en esta ardua tarea preventiva.
Así como sucedió con la pólvora, sucede también con la invasión tecnológica actual: como bien reza el refrán, “la enfermedad no está en la sábana”; el mal no está en la pólvora ni en la tecnología, sino en el uso desproporcionado e incontrolado de las mismas.
Una de las consecuencias más lamentables del uso inadecuado de los avances tecnológicos es el deterioro o debilitamiento de las relaciones humanas. Mientras más crece nuestra dependencia de la tecnología, parece como si nos alejáramos más y más los unos de los otros.
Es cierto que gracias a la tecnología podemos romper las barreras del tiempo y la distancia y comunicarnos con personas muy lejanas en un corto período, pero a la vez vamos dejando un vacío insondable entre nosotros y los seres que nos rodean.
Celulares
Por ejemplo, la distracción provocada por el uso irregular de los teléfonos celulares nos bloquea la posibilidad de una comunicación de calidad con nuestros familiares, amigos y relacionados.
Es muy común la escena de una familia que va a un restaurant a compartir o a un pasarrato o fiesta familiar y que en vez de interactuar con los que están allí, cada uno se concentra en sus redes cibernéticas y comparten más con los que están lejos que con los que están alrededor.
Las fotos, videos y los “selfies” a través de Facebook, Instagram, WhatsApp y otras plataformas ocupan la atención principal y las personas a nuestro alrededor quedan relegadas a un segundo o tercer plano. Las escenas en los hogares a la hora del almuerzo o la comida siguen por lo general el mismo patrón de conducta errónea.
Poco a poco y paulatinamente los vínculos entre los miembros de la familia se van haciendo más fríos y distantes hasta desencadenar en crisis emocionales que llevan a frustraciones con efectos impredecibles.
Concomitantemente con el distanciamiento personal, podemos observar otro efecto negativo de la tecnología en nuestras vidas. Es lo que yo me tomo la libertad de denominar una “cosificación de las personas”. Gracias a la tecnología, ya los seres humanos no nos atraen o interesan por lo que ellos son en su totalidad como seres integrales. Ahora lo que más nos interesa de las personas no son sus creencias, valores, actitudes, sus sentimientos, sus sueños y sus metas en la vida.
No. Lo importante es cómo lucen, cuáles atributos físicos pueden mostrar, cuáles indumentarias de ciertos diseñadores pueden exhibir, qué tantos bienes materiales pueden aparentar que tienen. En vez de yo valer por lo que soy, mi valor ahora pasó a estar basado en lo que parece que tengo y en lo que aparento ser.
No se necesita ser un genio para saber que ese derrotero no nos lleva a nada bueno. En corto tiempo ya las personas comenzarán a manifestar inconformidad consigo mismas. Como consecuencia viene la baja autoestima y la auto conmiseración, lo que a su vez se traduce en un vacío interior y en una ausencia de propósitos para vivir.
Ese vacío por lo general trata de ser llenado con falsas ilusiones, con una inducción artificial, con antidepresivos que precipitarán la caída de la víctima. En última instancia, esto conducirá al consumo de sustancias alucinógenas que terminarán deteriorando definitivamente la integridad del ser humano.
Otro aspecto negativo que nos preocupa con relación a las facilidades que proporciona la tecnología es la tendencia cada vez más creciente de transmitir informaciones, datos e imágenes sin el más mínimo rigor de veracidad. La fiebre de buscar “likes” o “dedito arriba” con miras a grajear más popularidad (views) o ingresos económicos mediante las plataformas que ofrecen “monetización”, empuja a los “influencers” a llegar a niveles de distorsión nunca vistos.
Sin exagerar podemos decir que estos usuarios de las redes serían capaces de “venderle su alma al diablo”, con tal de ganar unos views. Muchas veces vemos con tristeza cómo ellos caen a niveles tan bajos, suplicando como verdaderos limosneros una suscripción a su canal, un “like” o una limosna monetaria.
Sinceramente, soy de los que creen firmemente que se puede hacer una cosa sin necesidad de dejar de hacer la otra. No estoy sugiriendo acá que dejemos de aprovechar las extraordinarias ventajas que nos ofrece el avance de la tecnología. Lo que sugiero es que seamos cuidadosos, racionales y comedidos a la hora de hacer uso de estos recursos.
Mantengamos el respeto, la dignidad y un propósito sano de contribuir al avance de la cultura y de una vida más efectiva, justa y llevadera para todos. Si lo permitimos, los medios cibernéticos pueden ser unos poderosos aliados nuestros en este propósito.
Por razones de espacio, continuaremos con este tema en próximas ediciones. Señalaremos otros aspectos negativos que viene como consecuencia del uso inadecuado de los recursos tecnológicos. Además, estaremos sugiriendo los cuidados o prevenciones que debemos adoptar para desactivar o reducir las consecuencias dañinas en nosotros y en los demás.
jpm-am
estoy de acuerdo pastor hugo, creando conciencia, es la mejor manera de hacer un cambio