La RD en la posmodernidad

POR ANDREA TEANNI CUESTA

Ninguna sociedad es estática, todas cambian constantemente. La sociedad dominicana no es la excepción: experimenta cambios en todos los sentidos y cada vez más rápido. Al igual que otras, enfrenta las crisis y los fenómenos del mundo pos industrial o posmoderno. La irrupción de los medios tecnológicos de la información genera cambios sustanciales en los modos de vida.

 Como plantea Merejo (2007, p, 152), se trata de una crisis de las sociedades disciplinarias, organizadas en los grandes espacios de  encierros, y que Deleuze, citado por este, afirma que han sido sustituidas por las sociedades de control. Son manifestaciones de dicho modelo social, por ejemplo, que ya lo fundamental no es un número o una firma, sino una contraseña que permite al individuo tener acceso, o no a una información o que el marketing marque las pautas de su accionar.

Si bien es cierto, que la sociedad dominicana ha sido sacudida por los cambios tanto en el orden moral como social;  aspectos como el matrimonio, la religión, la familia, otrora incuestionables hoy son cuestionados y revolucionados. En otro orden,  el aumento del promedio de vida, la incursión de la mujer  en el mundo académico y laboral, el control de enfermedades como la poliomielitis y la tuberculosis. También es cierto, que experimenta una gran brecha económica, social y digital.

Dicha brecha se refleja en los índices de pobreza, la baja calidad de la educación, los altos índices de delincuencia y el maltrato al medio ambiente.

Y es que en esta sociedad las ideologías han perdido  fuerzas, apenas cuenta el pensamiento humanístico. Sin embargo, ningún individuo se puede considerar ajeno a sus semejantes, puesto que la globalidad impuesta por la tecnología de la información lo obliga a saber de los demás, muy a su pesar. Las noticias se conocen al instante, la vida familiar  hoy es pública, pero todo se olvida rápido, un suceso  sustituye al otro y se forma una cadena de olvidos e indiferencia por el dolor ajeno.

 Según Moya Pons, en un promedio de treinta años la sociedad dominicana ha experimentado la más rápida transformación que haya sufrido en su historia. Cambios que todavía la mayoría de los dominicanos no percibe, ni se han dado cuenta de cuánto han cambiado las mentalidades. Ha habido cambios en términos de salud, educación, infraestructuras viales, entre otros aspectos sociales y económicos.

 Pero como no todas las personas se desarrollan igual existe una dualidad en las formas de vida, unos practican hábitos más urbanos que otros, porque  se han movido hacia las ciudades pero mantienen costumbres rurales. Esta realidad confirma lo planteado por Heráclito, citado por Moya (p, 67) quien afirmaba que nadie puede bañarse dos veces en el mismo rio. Todo cambia menos la verdad. Todo se transforma menos las leyes naturales, son inmutables, pero cognoscibles y utilizables.

¿De qué manera son cognoscibles y utilizables? Pues, por medio de la educación, la investigación, la formación constante, el desarrollo del pensamiento. Y estos ejercicios epistemológicos se producen y se sustentan por medio del lenguaje, el lenguaje se materializa a través del discurso, el cual se produce en una lengua determinada.

 Lo que coincide con Merejo (2015p, 114) cuando afirma. El pensamiento es simbólico y lo simbólico brota del lenguaje, que es donde descansa la cultura como conjunto de valores políticos, religiosos y sociales. De manera que la educación y utilización del lenguaje sería el mayor soporte donde se afianzaría el pensamiento para entender los cambios y los valores culturales desprendidos de ellos.

De aquí que Mateo A (p.2) afirmara: Hay algo paradójico en este mundo que llamamos sociedad de la información, es el hecho de que la idolatría tecnológica  separa al individuo cada vez más de la reflexión sopesada y la aventura de la imaginación. Porque dice llamar a sus estudiantes a indagar en sus puntos más íntimos, seguro de que hallarán el pensamiento como un arma que define la aventura del ser y podrán ver que  el lenguaje penetra el fondo de la inteligencia humana.

En virtud de lo anterior se puede afirmar que la educación y el maestro como figura principal son las piezas clave para la tarea de asimilación de los cambios sociales. Al igual que para ayudar al fortalecimiento de la identidad de los dominicanos, a fin de enfrentar la revolución ideológica y material parida por el mundo posindustrial o posmoderno.

 Enfrentarla con autenticidad y determinación, con todo lo que implica ser dominicano, a pesar de las pautas marcadas por la aldea digital, quien, en este momento, se encarga de esquematizar la realidad. Educar resulta imperativo en este momento, educar el pensamiento y con ello el lenguaje, porque como planteara Ferdinand de Saussure, citado por Mateo, la mente humana es estructuralmente lingüística.

Finalmente, la República Dominicana ha cambiado. La educación es la clave para los dominicanos enfrentar y adaptarse a dichos cambios, el mejor contexto para educar al respecto es la escuela y el mejor mentor es el maestro.

JPM