La Policía Nacional y la delincuencia
No podemos contar cuantas veces hemos leído y oído las palabras “reforma policial”; son dos palabras que de tanto pronunciarse y escribirse se han ido a un plano subjetivo y etéreo, que ya el pueblo dominicano no logra entender ni identificar de una manera lógica.
Cuando las escuchamos por primera vez, pensamos, caramba ya era tiempo; después de tener por tanto tiempo un cuerpo de policía represiva, de acuerdo a las necesidades de regímenes de fuerza, era lógico que con el despertar democrático del país y su marcha indetenible hacia la modernización, también adquiriéramos instituciones adecuadas para los nuevos tiempos.
No ha sido así; la Policía Nacional devino a ser una institución, donde la mayoría de sus integrantes llegan a ella, ya no con la intención de servir y defender a sus conciudadanos y los intereses de estos, sino con la marcada intención de hacer negocios con las inconveniencias ciudadanas y la lenidad de muchos de sus congéneres.
El cuento es largo; comenzó en “la dictadura ilustrada”, donde el Jefe de Estado de turno, para mantener el equilibrio entre los sectores armados de La Nación, repartía la famosa porción del boa; y la Policía como institución, pasó a constituirse en un manjar codiciado; pero no hagamos una larga reseña del descalabro policial, hablemos de soluciones.
Cuando en nuestro país, alguien quiere completar el descrédito de algo, la frase final es “eso no pasa en Los Estados Unidos”, y agregamos de Norteamérica; además de esa visión sostenida como axioma, las modas buenas y malas, inundas los medios de comunicación y las calles de las ciudades, copiadas al calco del país del norte.
Entonces, ¿porque no copiamos lo bueno de ese gran país?; ¿Por qué no estudiar los sistemas policiales de las ciudades con alta densidad poblacional, para ver si sus modelos pueden funcionar en nuestra superpoblada Capital?
En todas los lugares norteamericanos que conocemos, existen tres cuerpos policiales con independencia cada uno; están, la policía de los condados, o policía local; la policía estatal (state trooper) y el famoso FBI, con jurisdicción federal en toda La Nación.
La preparación de un simple oficial de condado, le toma a los contribuyentes que son los que costean estos gastos, alrededor de 2 años; entre el entrenamiento físico y un tiempo indispensable en horas de clases en aulas; porque cuando ese nuevo oficial salga a la calle tiene que conocer muy bien los derechos y deberes de cada ciudadano, con los que interactúa.
Recordamos una expresión de un amigo, ex oficial de la policía de la ciudad de Raleigh: asistíamos a presenciar el entrenamiento de unos perros policías, en un campo de futbol; y admirados de las habilidades de los canes, reíamos y mostrábamos nuestra sorpresa; nuestro amigo expresó “son más inteligentes que nosotros, entre 6 meses y un año están listos para seguir ordenes, y a nosotros nos entrenan 2 años y después que salimos a la calle a comenzar aprender”.
Cualquier reforma policial en República Dominicana, luego de los estudios de lugar, debe comenzar con un buen plan de reclutamiento; ¿Cómo vamos a reclutar alfeñiques, para tratar con delincuentes, y ciudadanos envalentonados que se creen fieras, que le doblan el peso a estos pobres policías?; tiene que existir un criterio en cuanto a las condiciones físicas del policía.
¿Por qué no contratar un experto a nivel del ex alcalde Rudolph W. Louis Giuliani, para tomar medidas a largo plazo sobre la seguridad ciudadana?; la tranquilidad y la vida de las personas, no admiten ahorros de recursos.
Rudy Giuliani encontró la ciudad de Nueva York, sumida en uno de los caos más grandes de la historia de esta ciudad; esto fue en la década del 90; los narcóticos inundaban las calles, y sus consecuencias eran el crimen, robos a mano armada, y la intimidación de toda la ciudadanía.
Si dijéramos que Giuliani acabó con el narcotráfico y el crimen, estaríamos falseando la verdad; pues los adictos que son el mercado de las drogas, siguen en la ciudad y continúan aumentando; lo que él consiguió fue recordarles a los delincuentes, que lo que hacen es un crimen penado por las leyes; y delineó la línea de frontera borrada por la permisividad, entre lo legal y lo ilegal.
Cuando los criminales pierden la percepción de que existe una frontera entre estos dos términos, actúan como Pedro dentro de su casa; y esto está aconteciendo lamentablemente en República Dominicana.
Los dominicanos debemos actuar ahora; mientras más tiempo esperamos para parar el crimen, el costo es más alto en vidas y bienes.
Presidente Danilo Medina, los dominicanos queremos ver las entrañas, que usted prometió sacarle a la delincuencia.