La descomunal hazaña de Magallanes
Si alguna embarcación debe tener un nombre que se corresponda con el nivel de su proeza, este nombre no puede ser otro que el de “Victoria”, así se llamó uno de los barcos de vela que en una travesía de epopeya durante tres años le dio por primera vez la vuelta al mundo. La flota en casi todo el trayecto estuvo comandada por el más aventurero de los exploradores de la historia universal, el portugués Fernando de Magallanes, quien murió en el viaje y no pudo ver la llegada triunfal de la “Victoria”. Esta expedición marítima inconmensurable, significa la prueba de mayor dureza que un grupo de navegantes haya soportado tras haber llevado a cabo la que para muchos es la mayor hazaña de la humanidad. El riesgoso, increíble, difícil y más peligroso viaje de todos los tiempos de Fernando de Magallanes (Portugal 1480-1521) confirmó que no hay fuerza de mayor poder en el hombre que la perseverancia y que la fe mueve no solo las montañas. Ciertamente, ese esfuerzo sobrehumano “cambió el curso de la historia y determinó el modo de vivir de hasta hoy en día. Aquella peligrosa navegación abrió el gran océano, creó nuevas rutas de comercio y reveló la verdadera escala de nuestro planeta”. La gesta asombrosa del navegante europeo apreciada por un documental de la BBC, “fue un triunfo del espíritu humano, una historia épica de valor y fortaleza, hambre y rebelión, heroísmo y muerte”. MAGALLANES La biografía de este viajero es corta. De profesión navegante, de oficio marinero, su centro de trabajo es el mar. Solo se conoce que nació un día del año 1480. Nunca celebró un cumpleaños porque sus padres no recordaban la fecha en que llegó a este mundo. Magallanes es la perseverancia pero silenciosa, secreta, muda y sin el menor ruido. Su retrato es como su personalidad, otro silencio. Con un rostro opaco, sin luces en la mirada ni detalles a resaltar. Su belleza es interior, lo hermoso parece estar en su alma de valiente capitán. Él es el único cultivador de sus ensueños. Siembra porciones de fe y las riega con su húmeda esperanza. Nada hace infecundo el árbol de sus anhelos, ni las plagas del desdén de los demás. Que todos los ignoren porque no es famoso o porque no es poseedor de bienes, se diría que a Magallanes no le importa. No existe humillación que pueda romper la constancia inquebrantable de sus metas secretas, porque no hay testigos de lo que piensa. Magallanes con sus proyectos es una tumba que el destino probablemente abrirá cuando el tiempo caprichoso decida. No obstante, una idea le da vuelta en su cabeza, quién sabe si esa cabeza le dará la vuelta al mundo. Todo es factible cuando el que piensa sabe levantar anclas y fijar el rumbo de una nave en un mar donde el viento es gratis y bondadoso a pesar de los imprevistos reservados por la mala suerte. La vida le fue cruel en las primeras tres décadas de Magallanes, lo hizo todo por Portugal pero este país no hizo nada por él. Cuatro viajes a el Lejano Oriente, descubrió nuevas tierras, cantidad de islas. Así como participó en numerosas batallas y hasta resultó herido con lesión permanente en una rodilla. Reclamó una miserable pensión del Estado pero el rey se la negó. –El Estado no ha cambiado- . Y como nadie es profeta en su tierra, haría lo mismo que Colón, irse a España con la maleta de sus sueños y tratar de que los monarcas compraran esas secretas ilusiones, ya casi perdidas. ¡Oh coincidencias de la historia!, el proyecto de Magallanes reiteraba la misma idea colombina, “llegar al país de las especias”, además de darle la vuelta al mundo para una serie de beneficios para la Corona. Y por fin, las fantasías de Magallanes fueron financiadas por el ambicioso rey Carlos V. Escuchemos a Zweig, (ese maestro insuperable del arte de escribir biografías) en su libro sobre Magallanes: “Nadie puede aconsejar a Magallanes en su arrojada empresa, porque nadie conoce las zonas no pisadas y los mares no surcados en los cuales se aventura antes que nadie. No hay tampoco quien pueda decirle ni aproximadamente el tiempo que durará el viaje alrededor de la esfera terrestre, no medida aún; ni a qué clima, a qué pueblos le llevarán las rutas vírgenes. 1era. vuelta al mundo (Salida, 20-9-1519, llegada, 6-9-1522) La interrogante salta como un golpe imprevisto de agua que moja el interior de un barco. ¿Pero por qué este proyecto de circunnavegación de la Tierra planteado en plena Edad media es tan extraordinario? La respuesta es sencilla, porque los acontecimientos, episodios y circunstancias que lo rodean significan todos los extremos que la condición humana puede soportar. Sin embargo, implica igualmente la multiplicación de las emociones de mayor disfrute que la diosa “medio ambiente” brida con su gracia. La travesía vista como paraíso indica que, se presenciaron las maravillas de la naturaleza de mayor hermosura. No existen posibilidades de que otros ojos puedan volver a ver espacios, ríos, mares, peces, paisajes y otras beldades como lo disfrutaron esos aventureros del océano. Los privilegiados de aquel viaje fueron testigos de espectáculos desde el cielo reflejados en los espejos del mar y conciertos de cantos de aves en todos los tonos desde el corazón de la selva, donde las flores presentaron el diluvio de sus amalgamas de colores y aromas. Mirado del lado de la desventura, el viaje fue la Odisea de las odiseas, se pelearon las de Troya de las troyas. Los tripulantes padecieron el hambre más insoportable que un humano pueda padecer, como sufrieron sed no comparada con ninguna otra Sed. El cronista de la expedición es el italiano Antonio Pigafetta, un informador presencial y uno de los pocos sobrevivientes, el cual apunta en su diario de viaje: “El miércoles 28 de noviembre de 1520 salimos de este estrecho y entramos en el Mar Pacífico. Pasamos tres meses y veinte días sin provisiones de ninguna clase. Comíamos galletas, pero en realidad ya no eran galletas, sino más bien polvo de galletas con montones de gusanos, ya que éstos se habían comido la mejor parte de aquellas. Hedía intensamente a orina de ratón y bebíamos agua amarilla, podrida desde hacía ya muchos días, y comíamos ciertas pieles de buey (puestas sobre el mástil mayor con el fin de proteger las jarcias) durísimas a causa del sol, de la lluvia y del viento. Las dejábamos por cuatro o cinco días en el mar y luego poníamos un trozo sobre las brasas y así las comíamos, e incluso muchas veces probamos también aserrín de tabla. Los ratones se vendían a medio ducado. Pero por encima de todas las calamidades, esta era la peor: a algunos se les inflamaban las encías tanto de los dientes de arriba como de los de abajo, entonces no podían comer de ninguna manera y morían a causa de esto”. El desplazamiento de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, recorrió una distancia gigantesca de 81 mil kilómetros, equivalentes a más de la mitad del espacio que separa la Luna de la Tierra, solo el diámetro del planeta mide 12 mil kilómetros. Por ejemplo, Cristóbal Colón navegó por un mes y seis días desde las Canarias para descubrir a América. Por su parte, los del grupo de Magallanes estuvieron navegando mil 95 días, cerca de tres años. Las condiciones adversas del tiempo los hicieron sufrir los fríos y calores en las escalas más bajas y altas. La situación de auto estima para evitar la depresión y no frenar los deseos de regresar fueron superadas con gallardía. La fuerza de voluntad que le impulsaba a seguir tenía el vigor de las rocas de superior dureza. En la ruta no hubo un solo sentimiento que no se ejerciera en su último extremo, en el límite donde el delirio del más allá es imposible. Hubo gente que perdió todas sus ilusiones hasta la de morir. Como también hubo quienes sentían que si lo del infierno era verdadero ya ellos no se lo merecían porque lo vivieron en su condición más terrible. Al parecer la suma completa de estos sacrificios tenía una meta común: orbitar desde las aguas de los océanos el mundo por vez primera y regresar con la noticia de haber hecho contacto con el país de las especias. Un sueño dorado que se le convirtió en mil pesadillas. Mas llegaron a su destino y el precio del sacrificio es un infinito reconocimiento de los pueblos y generaciones de ese presente y del porvenir. ¿ÉXITO O FRACASO? La descomunal hazana de Magallanes es un tributo esencial para los aportes científicos de la geografía, la cosmología, la cartografía y el resto de las disciplinas que estudian el planeta. El viaje borró libros escritos por eruditos de gabinetes. Se puede añadir que nació una nueva geografía sin que hasta ese momento se hubiese escrito. El viaje fue el éxito de un fracaso para la ciencia y el fracaso del éxito para quienes lo financiaron con dinero y con su vida. Éxito y fracaso son las dos caras de la moneda de la perseverancia. Pero nada como las enseñazas de lo vivido por los 19 sobrevivientes, algunos analfabetos que resultaron graduados en una universidad de lecciones y cátedras que sin ser estudiadas en manuales jamás se olvidan. ¿Qué otro centro de estudios se atrevería a dar clases a estos titulados? ¿Qué maestro de psicología les puede mostrar a ellos lo que es capaz de hacer el hombre? El cronista de la expedición Pigafetta, diezmado físicamente pero completamente sano en su espíritu de héroe, tuvo fuerzas para escribir en el diario el último párrafo del retorno de la aventura: “El sábado seis de septiembre de 1522 -de 238 que salieron murieron 219, incluyendo a Magallanes- 19 hombres entramos en la bahía de Sanlúcar… Desde que abandonamos esta misma bahía -1419- hasta el día presente, habíamos recorrido más de catorce mil cuatrocientas leguas, le habíamos dado la vuelta al mundo, del levante al poniente. El lunes ocho de septiembre, anclamos junto al muelle de Sevilla…. El martes, todos nosotros, en camisa y descalzos, fuimos con antorcha en mano a visitar el lugar desde donde salimos”. Por su parte Stefan Zweig, cierra su obra sobre Magallanes con las palabras siguientes: “El hombre da lo mejor de sí con un ejemplo, y si hay un hecho que pruebe algo es el de Magallanes, que, contra todo olvido, traspasará los siglos para dar testimonio de que cuando una idea vuela con las alas del genio, cuando se lleva adelante denodadamente y con pasión, es más fuerte que todos los elementos de la Naturaleza; y que está destinado siempre al hombre único, a un individuo con su menguada vida fugaz, el poder convertir en realidad y en verdad perdurable lo que ha sido un deseo soñado durante las cien generaciones que le precedieron”. Yo finalizo como concluyera siglos antes el filósofo Heráclito en sus observaciones y reflexiones geográficas, “¡Qué inmenso es el universo, pero no es más inmenso que el espíritu humano!”. Y dijo una gran realidad, porque lo verdaderamente infinito es la persistencia. Ahora me sobran deseos de subir a la montaña de mayor elevación para confundido con las nubes gritar: ¡Magallanes, tu nombre da vueltas al mundo desde las alturas de la gloria!